Un apunte al debate sobre feminismo abierto dentro de Podemos, en el marco de su Asamblea Ciudadana en la Comunidad de Madrid.
Texto de Isabel Serra y Laia Facet

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En los últimos días se ha abierto un debate sobre el feminismo que practicamos y necesitamos en Podemos, en el marco de la Asamblea Ciudadana de Podemos Comunidad de Madrid. Cogiendo el testigo de la discusión que se planteaba ahí respondemos al artículo Gestos antifeministas.
Ante todo queremos señalar que las feministas, quienes nos reivindicamos así, discutimos entre nosotras y tenemos diferencias. Ha sido una característica constante de las teorías y los movimientos feministas, lo que hace del feminismo ser un pensamiento crítico y nos obliga a hablar en plural, de “feminismos”. Que además en el último año el feminismo sea un elemento de discusión en Podemos es obviamente algo que celebrar: bienvenido sea el debate.
Eso no quiere decir que las mujeres feministas no debamos ponernos de acuerdo en una serie de mínimos que nos permitan avanzar a todas, apoyarnos y actuar conjuntamente. Está claro que sólo así avanzaremos. Pero eso no puede ser a costa de no debatir ni plantear que el camino que algunas han tomado es un camino que no creemos que sea el más beneficioso para las mujeres. En particular, no compartimos la apuesta por el llamado “feminismo ganador”, al menos lo que conocemos de él, y eso es legítimo.
Nos piden que expliquemos nuestras diferencias. En primer lugar, éstas aparecen cuando contrastamos el análisis de la sociedad en la que vivimos y la relación de este análisis con el proyecto que queremos. Desde nuestro punto de vista no es posible entender la opresión hacia las mujeres sin ponerla en relación con otro tipo de opresiones. No se trata de discutir en abstracto, sino de ver cómo influye la clase, la discriminación racial, étnica o religiosa, así como con los estereotipos que se nos imponen a las mujeres o con la orientación sexual normativa. Es lo que muchos autores y autoras han llamado “formación social”, es decir, el modo en el que se concretan históricamente las relaciones sociales. Para nosotras, partir cómo se relacionan las opresiones en lo social es una condición necesaria tanto para pensar la cuestión del sujeto político, como las alianzas entre movimientos sociales. Y, en este caso, para pensar tanto qué Podemos necesitamos como cuáles son las políticas por las que debemos apostar –nuestro proyecto– para que las mujeres, todas, nos empoderemos frente al machismo en todas sus formas.
Desligar la ofensiva neoliberal, las lógicas de la sociedad capitalista, de las formas de dominación patriarcal nos lleva a ocultar la diversidad que hay detrás de la palabra 'mujer'. Y al revés, si el proyecto político-estratégico no es útil para iniciar una transformación social en su conjunto, es también inútil para acabar con la dominación hacia las mujeres. Por eso, en segundo lugar, nuestras diferencias sobre el feminismo se basan también en el proyecto para Podemos. No creemos que parecernos más a los otros partidos – a su forma y a lo que proponen, cómo se relacionan con las élites o a quien pretenden representar– esté desvinculado del debate feminista. De hecho, no es necesario echar la mirada muy lejos para ver de qué modo la cultura del “consenso” durante la Transición fue la justificación utilizada por las élites políticas de estos “otros partidos” para pasar por encima de muchas de las demandas de los movimientos feministas que hoy todavía hacemos nuestras.
Las consecuencias de no tener en cuenta o compartir lo anterior pueden derivar en la visibilización de un único tipo de mujer. Donde no están reconocidas las que no están aceptadas por el sentido común dominante –heteropatriarcal– o que no tienen tantas facilidades para, por ejemplo, militar en un partido político, ocupar un puesto de poder o de respresentación. La diversidad no es sólo una palabra muy bien vista, sino que tiene consecuencias para un proyecto político-estratégico. Para incorporar las demandas de todas debemos evitar que sean aquellas que tienen mayor capital cultural, relacional, mayor disponibilidad de tiempo en las que se delegue permanentemente la acción política. Sólo así seremos capaces de romper con lo que nos impone la sociedad actual.
Ese único tipo de mujer tiene una serie de características asignadas culturalmente: debemos ser sensibles, amables, emocionales. Unas características que ahora, por cierto, se ponen en valor cuando se identifica “feminización de la política” con trasladar valores femeninos que terminan esencializándose o cuando se dice que las mujeres debemos ocupar “los espacios que nos pertenecen”. En primer lugar, la tarea no es la de echar por tierra lo que han avanzado los feminismos desde hace ya mucho tiempo y que tanto ha costado. No se trata de poner en valor lo que el patriarcado dice que debemos ser, lo femenino, sino de deconstruir los roles de género. En segundo lugar, no se trata de ocupar espacios, y menos si lo hacen mujeres sin ir acompañadas del feminismo. Si sólo ocupamos esos espacios no acabaremos con el machismo dentro de los partidos, sino que los partidos nos harán a nosotras hacer política de forma competitiva y –lo que hoy entendemos por– masculina. Precisamente por que las mujeres no somos amables, sensibles y emocionales por naturaleza y no tenemos el don de volver amable lo que nos rodea.
Esto no quiere decir que no compartamos la necesidad de ocupar espacios. Es imprescindible, pero no es suficiente. Debemos acompañarlo con construir herramientas feministas. Se necesita mucho más para que –todas– nos empoderemos y consigamos trasladar los avances en políticas y cambios para la sociedad. Por ejemplo, el reconocimiento y la puesta en valor de espacios de organización para las propias mujeres en un partido que tenga las estructuras, los canales y los métodos para tener debate político y ser democrático. Un modelo de organización que ponga el acento en la auto-organización de base y normalice el debate pluralista, algo que el actual modelo de Vistalegre no permite.
Por último, queremos decir que compartimos con las compañeras que Podemos es hoy un poco más feminista y damos la enhorabuena por el trabajo hecho. Sin embargo, consideramos que estos pasos no se han conseguido únicamente gracias al trabajo de unas pocas. Se han conseguido también por las mujeres que día a día, en los círculos o en cualquier otro espacio, combaten el machismo. También por la victoria del movimiento feminista frente a la reforma del aborto de Gallardón y a la manifestación del 7N contra las violencias machistas. Así como por las mujeres que se empoderan frente a la violencia que sufren o a las que pelean cada día con las herramientas que tienen a su alcance contra ello. Más allá de los gestos, estos son los avances que hacen que hoy estemos teniendo esta discusión y que hoy ser feminista en Podemos sea una exigencia para cualquiera que se preste a liderar el proyecto.
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