Hacia el partido-movimiento: organizarnos en tiempos de cambio (y III)

Varias son las lecciones políticas a extraer tanto de Gramsci como de Deleuze y Guattari para perfilar la idea de partido-movimiento. El desafío no es construir una organización que tienda a unificar sobre sí a las fuerzas del cambio sino el articular con la máxima potencia política a la multiplicidad, es nombrar procesos dinámicos que exceden y desbordan a los actores políticos formales. Presentamos la última de las tres aportaciones del autor.

, , enlace de organización de Podemos Andalucía en Málaga y dinamizador del trabajo territorial de Málaga Ahora. @NicoSguiglia
27/09/16 · 12:21
Protesta en el quinto aniversario del 15M en Madrid. / Álvaro Minguito

Conviene recordar que las categorías 'gramscianas' de hegemonía y bloque histórico pretenden nombrar procesos vivos y dinámicos que exceden y desbordan a los actores políticos formales. No es una organización –por más potente que sea– la que construye hegemonía ni el bloque histórico adquiere la forma de un frente –único, amplio, etc.– o federación de organizaciones. La construcción de hegemonía y la forma del bloque histórico tienen en común tres palabras: multiplicidad, expansión y articulación. En términos estrictamente políticos emergen dos lecciones inmediatas para un partido-movimiento que intervenga en la coyuntura. En primer lugar, el desafío no es construir una organización inmensa que tienda a unificar sobre sí a las fuerzas del cambio sino el articular con la máxima potencia política a la multiplicidad de actores con los que se comparte una construcción hegemónica 'en común'. Pasar del catch-all party al articulate-all party. Un partido-movimiento no busca absorber o subordinar a otras experiencias sino producir la mejor articulación posible con ellas, componiendo –no imponiendo– de ese modo un proceso expansivo de cambio. En la práctica esta articulación entre demandas y actores diferentes y asimétricos muestra toda su complejidad y emergen multitud de conflictos. Los procesos de confluencia ensayados en los últimos años reflejan esa dificultad, pero también una enorme potencia política y el desarrollo de una cultura de la articulación y una 'diplomacia de base' que deben ser optimizadas.

No es una organización –por más potente que sea– la que construye hegemonía ni el bloque histórico adquiere la forma de un frente –único, amplio, etc.– o federación de organizaciones

En segundo lugar, si no se expande no es política. Esta voluntad expansiva exige tener mirada larga y vocación mayoritaria, siendo capaces de desbordar a las organizaciones formales y determinadas identidades ideológicas para interpelar y afectar al conjunto de la sociedad. Y aquí es donde se requiere del mismo modo de significantes abiertos y prácticas discursivas inclusivas como de un contacto y cooperación material con la miríada de actores que habitan e intervienen en la formación de la cultura popular y el sentido común. El 15M mostró una forma de politización capilar y expansiva, que alteró y agrietó la hegemonía neoliberal. Fue un proceso que desbordó tanto a los actores políticos formales como a los medios, las instituciones públicas y otros instrumentos de organización cultural. Mostró las costuras también de una izquierda con métodos y discursos propios de una situación defensiva y minoritaria, inoperativos para adaptarse a una coyuntura expansiva y construir una nueva mayoría social y política.

De modo que conviene entender el bloque histórico como una articulación de una multiplicidad de actores y la construcción hegemónica como un proceso vivo más parecido a un clima o una marea que a un boletín oficial. Un proceso que crece en común y de forma expansiva, con una vocación mayoritaria que requiere de métodos y discursos flexibles y sobre todo contemporáneos. 1) La búsqueda de confluencias con otros actores desde la diplomacia y una cultura de la articulación, 2) el desborde de las organizaciones formales y los límites de la izquierda para construir una nueva mayoría y 3) la disputa sobre la formación del sentido común tanto en su formación por arriba –medios, marcos discursivos mainstream, normas institucionales, etc.– como en la compleja formación y reproducción, por abajo, de la cultura popular. Tres orientaciones necesarias para la construcción de hegemonía por parte de un partido-movimiento.

Partido y Máquina de Guerra

El concepto de "Máquina de Guerra", utilizado frecuentemente por la dirección de Podemos, fue teorizado extensamente por Deleuze y Guattari para nombrar una forma de organización social opuesta, externa e irreductible al aparato de Estado. Lejos de posibles analogías con los ejércitos y la institución militar –propia de los Estados–, se trata de una figura dinámica y expansiva caracterizada por la multiplicidad, la desmesura, la forma-manada y la metamorfosis. Los Nómadas, Amazonas y otros pueblos sin Estado no habitan el territorio estriado y estratificado de la ley y la institución sino que el suyo es un medio sin horizonte, un espacio liso como las estepas, el desierto o el mar. Las máquinas de guerra tienen jefes, pero a diferencia del aparato de Estado no tiende a perpetuar o conservar los órganos de poder sino un tejido de relaciones inmanentes. Sus principales armas son el secreto –una lengua extraña para la lógica estatal–, la velocidad –un nuevo ritmo del tiempo capaz de combinar catatonías con fulguraciones– y los afectos –no ya sentimientos interiorizados sino una fuerza de catapulta que proyecta hacia el exterior unos afectos que “atraviesan el cuerpo como flechas, son armas de guerra”–. La victoria del aparato de Estado frente a la máquina de guerra no pasa tanto por su aniquilación como por su captura, estriando y codificando el territorio, transformando sus jefes en 'hombres de Estado', regulando toda posible exterioridad y desborde, incorporando sus flujos –incluidos los afectos– en una lógica gobernable. Esta victoria estatal sobre la máquina de guerra no es nunca definitiva y la relación antagónica entre ambas no debe entenderse “en términos de independencia, sino en términos de coexistencia y competencia, en un campo en constante interacción”. La profundidad filosófica y la estetización del nomadismo frente al aparato estatal fue interpretado frecuentemente, más aún tras la derrota del Mayo del 68, como una apología de lo minoritario que no conseguía ocultar un repliegue defensivo hacía formulas políticas marginales, ya sea en devenires de pequeño-grupo, fugas literales de la realidad –en vertientes comunitaristas o autodestructivas– o posiciones de espera y mistificación de algún tipo de acontecimiento o fulgor insurreccional.

En relación al debate que nos atañe resulta útil extraer al menos dos lecciones de Deleuze y Guattari –cabrían muchas más–. En primer lugar, diseñar y aplicar dispositivos que impidan que una organización pueda ser capturada por el aparato de Estado y tienda a incorporar rasgos propios de una máquina de guerra: multiplicidad interna, liderazgos provisionales, plasticidad y capacidad de adaptación, uso virtuoso de la velocidad y los afectos, un movimiento expansivo y constituyente que permite la fundación de un pueblo nuevo, etc. En segundo lugar, entender que la política molar y la molecular se relacionan en términos de conjunción y no de disyunción. Ni política de mayorías que no se contagie y se articule con los devenires minoritarios de la sociedad, ni política de minorías que utilice la lengua menor como dialecto, cultive el gueto y una autonomía o exterioridad ilusoria con respecto a la forma-Estado, pensando que basta con ignorarlo para destruir o transformar su poder. Un partido-movimiento debe prestar atención a la micropolítica y saber articularse y componerse con las minorías organizadas inhibiendo toda pulsión hegemónica, y éstas deben abandonar toda posición reactiva o paranoica. Y, como invitaba Guattari a los movimientos en relación con el PT brasilero en 1982, “encontrar sus modalidades de inserción, intentar desarrollar una ambigüedad en la expresión, una agitación, un estilo de vida que sobrepase todas las estructuras de pequeño grupo que se adhieren como ostras y moluscos en ese proceso”.

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