La apuesta por la credibilidad y por un periodismo sin adjetivos.

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Hace dos veranos los estudiantes de Periodismo que hicieron sus prácticas en La Marea resumieron su experiencia en un artículo. Alba dijo que sentía que trabajaba en la aldea gala de Astérix, pura resistencia. Guillermo describió nuestro día a día con las dos frases que, según él, más se oían en la redacción: "Tenemos un pollo", "vamos de culo". No se me ocurre mejor síntesis para la primera etapa de nuestro medio de comunicación. Dicho esto, convendría analizar por qué cuesta tanto construir medios críticos en este país y también por qué es indispensable que existan.
Para empezar, el principal problema es alcanzar la sostenibilidad económica, sobre todo si se aspira a mantener la coherencia. Pagar todas las colaboraciones que se encargan, rechazar la publicidad de las empresas que contradicen los principios editoriales e intentar pagar salarios dignos es misión casi imposible. Al principio, los lectores y lectoras pueden apreciar el esfuerzo y contribuir a la financiación de un medio, pero a medio plazo sólo se comprometerán con un proyecto si les satisface su contenido, no sólo su forma.
Esa obviedad nos condiciona más de lo que parece. Según las encuestas, lo que más valoran los suscriptores es que tengamos una agenda propia. Esperan que publiquemos lo que otros no quieren, no saben o no se atreven. Sin embargo, a menudo también manifiestan su deseo de que cubramos toda la actualidad. Y a veces caemos en esa tentación, en especial en nuestra página web, con resultados que siempre saben a poco.
También resulta complicado hacer entender a ciertas fuentes y audiencias qué es el periodismo. Partidos políticos y empresas exigen adhesiones que nada tienen que ver con la información, sino que pertenecen al ámbito de la propaganda. Hay quien incluso define una noticia crítica como "fuego amigo" y amenaza con no conceder entrevistas o el ninguneo. Algo similar sucede con la audiencia.
La expresión efecto "Blancanieves", por el cual sólo queremos leer en nuestros medios de referencia aquello que coincide con nuestra visión del mundo o nuestra preferencia de voto, provoca reacciones virulentas, sobre todo en redes. Y no siempre es fácil distinguir y atender a las críticas argumentadas de aquellas otras que sólo son intentos de condicionar unos contenidos por los que pocos están dispuestos a pagar.
Podríamos añadir una decena de dificultades bien conocidas por quienes estamos fuera del mainstream, pero será mejor que nos concentremos en tratar de superarlas. Para ello, vale la pena empezar recordando por qué nacimos, cuál era nuestro objetivo fundacional. Cada cual debe escuchar su propia respuesta, pero me temo que, por desgracia, cada vez tenemos más sentido, sobre todo cuando se nos clasifica como periodismo "crítico", como si hubiese otro posible.
Otro asunto es ver cómo nos adaptamos a las nuevas circunstancias, al hecho de que haya tantas cabeceras ofreciendo información en apariencia similar. De vez en cuando, en La Marea diseccionamos nuestra revista y nos preguntamos qué porcentaje de los temas publicados podría aparecer en otros medios.
El ejercicio no tiene como fin ser más 'competitivos', sino exigirnos nuevos enfoques y más pluralidad. Y, al realizarlo, hemos llegado a otras conclusiones. Por un lado, debemos detectar medios hermanos con los que cooperar y aspirar a coberturas conjuntas más ambiciosas. Por otro, debemos explorar la vía de la especialización, al menos parcial.
#YoIBEXtigo, nuestro proyecto de investigación de las empresas del IBEX35, ha conseguido un gran respaldo, con más de 3.300 personas dispuestas a financiarlo. Sienten que es una apuesta informativa distinta y profesional. Pero no nos confundamos, no es cuestión de buscar ideas presuntamente originales, sino de recuperar la esencia del periodismo: controlar al poder político y económico.
Hagámoslo, y luchemos por tener la credibilidad de la que hoy carecen los grandes medios de comunicación. Sólo así seguirá teniendo sentido nuestra existencia.
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