Un nuevo ciclo de acciones de calle convocada por la oposición al Gobierno chavista coincide con una relativa mejora del acceso a productos básicos en medio de una crisis económica inédita
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El sector mayoritario de la oposición al gobierno bolivariano convocaba, ayer 1 de septiembre, a la “toma de Caracas” con una movilización que pretendía fuera histórica. Públicamente, se planteaba la marcha como una demanda unitaria para que se active el referéndum revocatorio antes de fin de año, para que su plausible victoria dé paso a unas nuevas elecciones generales –en lugar de que el revocatorio se celebre año que viene, lo que derivaría en la asunción del vicepresidente como jefe del gobierno hasta el final del actual mandato presidencial en 2019–. En respuesta, tanto el Gobierno como el Partido Socialista Unido de Venezuela, actualmente en el poder, también convocaron a otra marcha en apoyo al presidente Nicolas Maduro. El ambiente previo a ambas movilizaciones estaba más que caldeado, entre los renovados llamados opositores a echar a Maduro y la denuncia desde el Gobierno de que detrás de la convocatoria hay un plan golpista [el golpe de Estado contra Chavez en el año 2002 tuvo como excusa detonante los enfrentamientos tras una marcha opositora].
Finalmente, tras sendas movilizaciones multitudinarias, al menos por ahora, la tranquilidad y la calma son la tónica general. La oposición ha anunciado, durante su marcha, un calendario de movilizaciones por todo el país, para mantener su presión sobre el Gobierno, lo que, implícitamente, supone el reconocimiento de facto de que, por ahora, no se aventura por la vía de la asonada.
Los efectos del desplome del precio del petróleo en los últimos tres años redujeron en un 60% el ingreso de divisas al país
La capital venezolana –al igual que en distinta medida, el conjunto de la nación– enfrentan una crisis económica y social cuyas proporciones potencian la inestabilidad y podrían contribuir a las intenciones de los sectores más extremos de la oposición de avivar un estallido social. A su vez, la convocatoria encuentró al chavismo más debilitado que nunca, tanto por los efectos de la crisis sobre la agenda diaria de sus bases, como por lo que muchos sectores perciben como errores acumulados.
Ataque masivo a una economía en transición
Los efectos del desplome del precio del petróleo en los últimos tres años redujeron en un 60% el ingreso de divisas al país. A ello se suman los frutos del desgaste intencionado del aparato económico y productivo, cuyos efectos se han intensificado notablemente este año, y que incluyen prácticas de ataque a la moneda, acaparamiento, desabastecimiento intencionado y especulación. De guinda, el bloqueo económico no declarado desde el exterior, que incluye las trabas al de acceso a crédito en los mercados internacionales.
Este bloqueo, que ha venido acompañado por parte del gobierno de Obama de reiterada declaratoria sobre Venezuela como “amenaza a la seguridad nacional”, se aplica en alianza con sectores de poder económico nacional –que nunca han dejado de operar políticamente en contra del proceso de cambios chavista–, con el sector importador al frente, y que cuentan con la necesaria colaboración de sectores que se afirmarían como componentes del proceso bolivariano.
A ello se suman los efectos de una política económica que es percibida por sectores críticos como improvisada, incluyendo el frecuente cambio de ministros de economía, las orientaciones sobre controles de precio y formas de estímulo a la producción y la falta de políticas económicas propositivas en los dos primeros años de gobierno de Maduro. La distorsión en la economía derivada del anclaje de la divisa a un cambio oficial de 10 bolívares el dólar, cuando el permanente ataque a la moneda ha elevado el mercado paralelo a 100 veces ese valor, crea el caldo de cultivo para una situación de difícil comprensión.
La incorporación de una divisa oficial flotante que se acerca más al valor del mercado negro no ha permitido equilibrar la moneda. Así, la importación de productos se ve afectada tanto por la acción intencionada de enemigos del proceso de cambios –sectores económicos que se muestran públicamente como adversarios mientras se enriquecen a su costa–, como por los obstáculos de acceso al dólar, administrado por un ente público que es una inagotable fuente de corrupción y de riqueza para un sector privilegiado y abyecto del Proceso [chavista].
Distorsiones en la economía cotidiana
La población menos favorecida y las clases medias enfrentan en distinta medida los efectos de una elevada inflación, que se cifra por encima del 300% –pero que es de muy difícil cuantificación–. Muchos productos básicos están bajo control de precios, en base al dólar oficial –una política implementada para asegurar la accesibilidad a alimentos, medicinas y otros productos básicos–, pero que hace de éstos los principales blancos de la especulación, tanto por parte de la gran distribución y los comercios, como por parte de quienes medran con ellos a pequeña y gran escala a través de la venta ambulante, en el llamado “bachaqueo” –de la palabra bachaco u hormiga cortadora y portadora de hojas–.
El desencanto respecto al rumbo asumido y las críticas a la burocracia partidista junto con las consecuencias de la crisis, han producido una reducción de la base chavista
Para poder adquirir productos como el arroz o la harina a precios regulados, muchas familias tienen que invertir una parte relevante de tiempo en colas que se producen en momentos determinados del día. Con frecuencia, los comercios ofrecen productos limitados, lo que lleva a muchos a perder su tiempo. Mientras, los organismos de fiscalización no aplican sanciones efectivas, y el mecanismo de distribución directa de alimentos a familias –los denominados CLAP– ha sido colocado en manos de unas fuerzas armadas proclives a desviar su distribución prioritaria a sectores de la burocracia militar y civil.
Si bien en muchos casos enfrentan la necesidad de adaptar la alimentación familiar y reducir la ingesta de proteínas, la situación es mucho menos crítica para las clases medias. Entre otras cosas, quienes pocos años atrás compraron vivienda, disfrutan de los beneficios de la congelación de las hipotecas, una victoria frente la especulación bancaria: hoy día, dados el ataque a la moneda y las distorsiones del mercado alimentario, pueden estar pagando cuotas mensuales inferiores al importe de un kilo de azúcar.
Las clases más privilegiadas –incluyendo sectores, ‘chavistas’ o no, de nueva riqueza asociada a la especulación con divisas y a la corrupción– ven perturbada su cotidianidad en la medida en que les afecta negativamente el clima social. En sus espacios naturales disfrutan del acceso a cuanto necesitan, gracias a redes de distribución exclusivas para quien puede costearse los sobre costes y la intermediación de un capitalismo adaptado a las circunstancias. Al recorrer la autovía que cruza Caracas, se encontrarán con el dilema de decidir en qué fondo inmobiliario de Miami invierten sus excedentes en dólares, entre las ofertas que ofrecen las numerosas vallas publicitarias que tapan la vista.
Servicios y medicamentos
La mayoría de las farmacias están desabastecidas de algunos productos críticos, aunque las colas que pueden aparecer en algún momento del día están asociadas a la adquisición de productos de higiene personal –incluido el legendario papel higiénico–. No obstante, también se verifican las mismas colas que antes en heladerías o en los centros comerciales, aunque el descenso del consumo efectivo sea pronunciado.
Las tarifas del metro de Caracas están congeladas a un valor hoy día casi insignificante, mientras que el sector del transporte masivo de calle ha logrado constantes alzas de tarifas. Un recorrido en bus cuesta el equivalente a 15 billetes de subterráneo, lo que hace que a horas puntas las ‘busetas’ circulen a menudo casi vacías y el metro esté absolutamente repleto de gente.
Los bancos contribuyen a la formación de colas en los cajeros automáticos, gracias a una suerte de “corralito” no declarado. No se ha actualizado el monto de dinero al que puede acceder cada cliente, por lo que un retiro en banco ajeno puede limitarse a lo que cuestan dos kilos de macarrones, y en algunos casos, a dos cafés. El banco que ofrece más ventajas permite sacar 12.000 bolívares (Bs), el equivalente a tres almuerzos en un restaurante de precio moderado.
Hacer la compra en lugares sin ‘tarjetero’ [terminales de cobro con tarjeta] implica llevar una mochila a cuestas, pues no se ha actualizado el timbre a billetes de denominación superior a los 100 bolívares, y dado el alza de los precios, para comprar un kilo de azúcar se necesitarán 40 billetes como mínimo. Por apenas el doble de ese precio, puede comprarse un pollo asado con yuca y ensalada en una tradicional pollera del centro de la ciudad.
La crisis y el ajuste de la alimentación ha derivado en una inequívoca reducción de fenómenos como la gordura en los sectores populares y medios, así como en la reducción de la ingesta entre los sectores más críticos. Regresaron a la capital prácticas que habían desaparecido por completo luego de estabilizado el proceso a mediados de los 2000: la búsqueda de alimentos entre la basura, así como un número creciente de personas en situación de calle.
La mayoría de las farmacias están desabastecidas de algunos productos críticos, aunque también se verifican las mismas colas que antes en heladerías o centros comerciales
Estampas de esa naturaleza son habituales en muchas ciudades latinoamericanas, y desde hace ya varios años, en la capital española. Lo que no obstante, no suscita pronunciamientos de emergencia como el que vaticinó a comienzos de año el Jefe del Comando Sur de EEUU, y como el que realizó recientemente el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon respecto de Venezuela ...
Por ello, si bien el país enfrenta una severa crisis económica, hablar de “crisis humanitaria” es un exabrupto que en absoluto explica la situación real de un país en ensayo revolucionario. En efecto, Venezuela enfrenta actualmente las consecuencias de un conflicto político que dirime quién gestionara en el futuro la principal reserva petrolera del mundo y si logra sostenerse la pugna por una radicalización de la democracia basada en la participación de los sectores populares y una economía socializada, o si se sustituye por el proyecto neoliberal que aseguran los sectores alineados con la democracia burguesa.
En su informe del segundo semestre de 2015, publicado en febrero de este año, el BBVA-Provincial informa de la buena marcha de sus negocios, así como de “la robusta salud sistémica de la que hoy goza el sistema financiero nacional”. Esto no sólo fortalece la falacia de la emergencia humanitaria, sino que evidencia que la economía venezolana está todavía lejos de conformar la amenaza para el sistema capitalista que sus medios 'denuncian'.
Resistiendo el embate
A pesar de la dureza de la crisis, la población ha mantenido la cabeza fría en casi todos los escenarios y son pocos los desbordamientos: el caso más grave fueron los disturbios en la ciudad oriental de Cumaná a comienzos de verano, donde se divulgaron evidencias que mostrarían que se trató de una operación intencionada. Además, la situación no es estacionaria y ha venido fluctuando de acuerdo a las importaciones masivas que realiza el Gobierno. En las últimas semanas se ha confirmado un acceso más fluido a productos alimentarios, e incluso el descenso de precios en algunos productos, mientras que el valor real del dólar en la calle ha descendido ligeramente. El Gobierno confía en poder estabilizar la situación, luego de un comienzo de año mucho más duro.
Si bien mantiene un núcleo de apoyo duro innegable, la gestión del presidente Maduro es percibida en muchos sectores como errática. Este relativo desencanto respecto del rumbo asumido y las críticas a un comportamiento de la burocracia partidista percibida como monolítica, junto con las consecuencias de la crisis, han producido una reducción todavía no cuantificable de la base chavista. Entre otras cosas, se critica fuertemente la apuesta por una apertura del sector minero que incluye alianzas con transnacionales depredadoras y que podría tener efectos ambientales drásticos. No obstante, el Gobierno sigue apostando por profundizar las políticas sociales que han transformado radicalmente el mapa social del país, y busca enfrentar la inflación con subidas del salario mínimo. A finales de agosto anunció el segundo aumento en el año, duplicando su valor de 33.636 Bs. a 65.056 Bs.
Paradójicamente, muchas de las adaptaciones a la situación son en realidad mejoras en la calidad de la alimentación y el consumo, debido a que se eliminan productos refinados y azúcares y aumenta la ingesta de vegetales, mientras se desechan gastos superfluos. A su vez, han surgido numerosas iniciativas populares para organizar la distribución directa de alimentos, como es el caso de la llamada “Alpargata solidaria” –plataforma donde se comparten tareas para el acceso igualitario a alimentos básicos sin otros intermediarios que el propio colectivo–. Diversos sectores revolucionarios ven los resultados del acoso y las fallas en la gestión pública, así como las asimetrías de ingreso generadas a lo interno del Proceso, como una ocasión para medir las dimensiones del compromiso de un pueblo con la transformación social efectiva.
Terminando esta crónica, compartimos una cerveza en un bar de Caracas. Desde el otro lado de la barra, Aníbal comparte su visión: “Maduro no es lo mismo, pero una cosa si te digo: si gobernaran los otros, esto ya habría estallado. El pueblo le tiene demasiado respeto a Chávez”. Poco tiempo después, pagamos seis cervezas –por el mismo valor que un kilo de macarrones en el 'mercado libre'– y salimos a una calle desierta. Debido a la crisis, la ciudad está a medio gas. La mayoría de la gente –no ya sólo de los barrios conflictivos– se recoge temprano. Amanecerá y veremos.
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