Opinión
Reflexiones municipalistas, sin ventilador

Los discursos en torno a partido-movimiento, figuras anomales y demás conceptos manejados en sectores municipalistas no pueden esconder el vacio y la falta de cambios concretos y reales

, profesor de Derecho del Trabajo e integrante de ICEA
29/07/16 · 13:13
Protesta de los trabajadores de Madrid Río ene nero de 2015 exigiendo la remunicipalización del servicio. / Adolfo Luján

He estado solazándome, en plena canícula veraniega, con la lectura del artículo Reflexiones municipalistas: comunidades, institución y gobierno, de varios compañeros entre los que se cuentan asesoras del ayuntamiento y miembros de Ahora Madrid. Quería dar alguna respuesta a dichas tesis. Y espero que sea fraterna, pero directa.

Lo que late tras el texto es una comprensión compleja de la acción institucional, y de las relaciones de la misma con la política de los movimientos sociales. Una comprensión que acaba destilando una apuesta poco definida de generación de “mecanismos anómalos” para dicha relación, y de construcción de un partido-movimiento para el municipalismo. Frente a la forma-partido tradicional y a las clásicas instancias de lobby y demanda entre movimientos e institución, se termina afirmando que “vemos la posibilidad de definir un partido-movimiento que no va a surgir del enfrentamiento, ni de la negociación entre un –nuevo– partido, por un lado, y un –nuevo o viejo– movimiento por el otro, sino de algo radicalmente distinto y anómalo que está todavía por imaginar en sentido práctico.”

El problema del discurso municipalista, cuando se pone en este tipo de registros, permítaseme decirlo, es la absoluta falta de definición. La construcción de “instituciones monstruo”, la generación de “espacios anómalos”, la edificación de mixturas entre lo institucional y lo que se mueve fuera de las instituciones estatales acaba derivando en una fraseología que muchas veces no sólo está hueca, sino que es desmentida en la práctica material.

Acaba derivando en una fraseología que muchas veces no sólo está hueca, sino que es desmentida en la práctica material

Como en los tiempos en que los movimientos madrileños se enredaron en la dialéctica más difusa para parlotear acerca de la nada más 'hibridante', Ahora Madrid amenaza muchas veces con generar un discurso etéreo que puede querer decir todo, mucho, algo, o nada de nada.

Aquí empezaría el debate: la feliz narrativa del populismo y la democracia radical que ha sustentado el 'asalto institucional' debe aterrizar en el marco real de la praxis cotidiana en el contaminado mundo real. Y en muchos casos, el aterrizaje está siendo un aterrizaje forzoso. No sólo por la falta de cumplimiento de promesas electorales que constituyeron el núcleo material de las alianzas sociales expresas o tácitas que fundamentaron el voto a Ahora Madrid, sino por la tendencial ausencia de autocrítica y/o capacidad de explicación de las propias dificultades, por parte de los 'nuevos políticos'.

Nuestros representantes no se explican, o no nos explican, por ejemplo, por qué la remunicipalización de la limpieza viaria es –si lo es– inviable, o cuales son, en abierto y con luz y taquígrafos, las tensiones internas de Ahora Madrid al respecto.

Y es que la constitución de las “relaciones anómalas” precisa de algo más que de discurso: espacios , tiempos, canales efectivos, mecanismos de exigencia de responsabilidades…Y genera, no lo olvidemos, obligaciones. La construcción de instituciones del común, desde el desborde y la inundación de pueblo de las estructuras estatales edificadas por el neoliberalismo, debería ser también un asunto de estatutos, de reglamentos, de costumbres, de emergencia de un nuevo derecho popular y democrático que inunde los espacios dominados por los códigos del Capital para cortocircuitarlos y derivar sus flujos de energía y recursos hacia el abajo.

Porque de eso estamos hablando, si queremos hablar de algo, de la construcción de instituciones del común, tanto dentro como fuera de la estructura estatal. Dentro o fuera, pero en conflicto y desde la independencia.

Se trata, en definitiva, y no deberíamos de olvidarlo, de lucha de clases. Y de estructuras estatales construidas, diseñadas y blindadas por el neoliberalismo para operar como herramientas de las clases dirigentes. La alternativa, por tanto, no está en el discurso, sino en las clases: valdrá más para la reedición exitosa del experimento Ahora Madrid una remunicipalización o una política de vivienda desobediente y concreta en defensa de los intereses de los organismos reales de las clases populares, que toneladas y toneladas de sapiencia discursiva, por muy gramsciana o negrinista que se muestre.

La desobediencia, sin embargo, es un riesgo. Eso lo sabemos. Esta el techo de gasto, están los media del sistema, están todos los límites. Se trata de una confrontación, de un conflicto. La independencia de los representantes institucionales, su capacidad de obtener espacio de decisión autónomo frente los poderes oligárquicos depende directamente de su dependencia y ligazón con su ''colchón social', con los fragmentos más activos de las clases subalternas. La 'autonomía de lo político' no es más que el soniquete de la rendición en esa lucha, la justificación vergonzante de la dependencia hacia lo constituido.

Valdrá más para la reedición del experimento Ahora Madrid una remunicipalización
o una política de vivienda desobediente que toneladas de sapiencia discursiva

La tesis del partido-movimiento podría ser fructífera, pero también tiene sus límites. Tenemos una referencia histórica, aunque suene viejuno –para eso sirve la historia, para aprender, más que para dogmatizar–: el republicanismo federal. Un movimiento que fue partido. Un partido que era plural y estaba atravesado por múltiples flujos y contradicciones de todo tipo, ya fueran territoriales, personales, o de índole social.

El peligro del municipalismo institucional es el mismo que el del federalismo: la soflama, la fraseología, la adulación a la 'clase media' pusilánime. El cascarón vacío.

La construcción de alternativas reales, de instituciones del común, precisa de espacios y tiempos concretos, de medidas tangibles, de alianzas expresas de clase, de desobediencia, de auditorías. Su base es la participación popular, la autogestión, el empoderamiento de las clases subalternas. Nada bueno para el poder. Nada bueno para Montoro. Siempre hay clases.

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comentarios

1

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    Jalecito
    |
    03/08/2016 - 1:18am
    Muy lúcida respuesta a un artículo difícil de entender. Lástima que desde ciertos sectores de AM se busque más hacer equilibrismo que tratar de cambiar la realidad construida por la lógica neoliberal durante décadas en Madrid.
  • Tienda El Salto