Elecciones 26J
Para cambiar

El partido del bloque conservador vive una renovada vitalidad.

27/06/16 · 12:21
Votantes del Partido Popular vieron desde Génova el escrutinio a ritmo de merengue. / Álvaro Minguito

En la televisión, Antonio García Ferreras emitía un programa perfecto, inesperado, brutal: la pantalla –tan hipersaturada de cifras que casi parecía un mosaico barroco– parecía recoger una cierta estética de los tiempos en la que el barullo de cifras y las conexiones con las corresponsalías, basadas en la reiteración, marcan las emisiones de televisión.

El baile de las hipótesis –a ratos un vals, otras un frenesí– dejaba paso a la confianza de las imágenes con letras, chistes e imágenes, otra danza digital para una euforia que se extingue lentamente a cada clic. Y allí, en todas las laderas, se oía el viejo y cruento nacionalismo con sus exigencias y sus maximalismos, y en un componente irredimible vi a los periodistas y a sus lacayos decir que un país eran ahora sus resultados electorales –lo que, en suma, una realidad de relaciones sociales y económicas configuran únicamente como resultado mayoritario bajo unas inercias determinadas–.

El contraste era evidente y llamativo. En un lado, una plaza cantando himnos viejos y nostálgicos (Here’s to you, de norte a sur….) de la izquierda o de cierta progresía. Yo estaba bastante seguro de que no eran los años setenta y de que no todo estaba perdido, de acuerdo. ¿Por qué actuaban de ese modo?

Y al otro lado, una fiesta con un gigante y simple GRACIAS y un presidente en funciones –en posible segundo mandato– manejando imperativos con inefable incorrección. La noche trataba de sí misma y de destilar esencias.

La misma propuesta reformista que parecía hacer suyo un viejo lema anglosajón –intentemos algo diferente para cambiar– parecía vivir una noche solemne, de cantos y viejas épicas militantes mientras que el partido que aglutinaba al bloque conservador vivía una renovada vitalidad a ritmo de merengue y bachata.

Mientras los eufóricos ganadores del partido conservador gritaban himnos futbolísticos –de manera un tanto rigurosa (“Cómo no te voy a querer”)– y se permitían la irreverencia del "Sí se puede" ajeno, el presidente parecía musitar algo así como “no ha ido tan mal” ante un micrófono abierto.

Había una extrañeza semántica en todo el espectáculo y parece importante recordar el viejo verso donde leímos que “ayer todo el pasado. El lenguaje del tamaño...”.

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