Un año en los sillones, ¿cambiando el mundo o cambiando el tapizado?

Lo realmente preocupante es la deriva creciente de nuestros ediles y parlamentarios hacia la normalidad discursiva y práctica, hacia la gestión.

, profesor de Derecho del Trabajo e integrante de ICEA
21/06/16 · 1:28
Acto de campaña de En Marea el pasado domingo en A Coruña. / Podemos

Llevamos un año de asalto institucional. Un año de ayuntamientos del cambio, de nuevas caras y figuras populares, de novedosos héroes mediáticos, más jóvenes, rutilantes y decididos.

No negaré que Errejón o Pablo son mucho más jóvenes, guapos y estilosos que Rubalcaba y Arias Cañete. Que Rita Maestre, Colau y Carmena son más simpáticas, inteligentes y chic que Botella o que la 'diablesa' Aguirre. Tampoco negaré que han hecho alguna cosa buena, como besarse en público, elevar un poquito –no mucho– el debate público del adormecido régimen del 78, o eliminar alguna testa coronada, en versión únicamente artística, del espacio público. Y quizás algunas cosas más.

Pero lo cierto es que el cambio del cambio nos ha sabido a poco. Las grandes promesas del nuevo municipalismo siguen sin cumplirse: remunicipalizaciones, banca pública, auditoría de la deuda, caza y desmantelamiento de los grandes poderes económicos locales y, más en concreto, bloqueo de las grandes operaciones especulativas urbanísticas, etc.

Y, a nivel estatal, el glorioso decorado de la confluencia de todos los que en algún momento ya estuvieron en IU, tampoco ha sido suficientemente energizante para despertarnos tras meses de jugueteos con las pequeñas astucias, los tacticismos y el fango interno. Al final, tanta virtú maquiavélica puede derivar en un amplio coro de bostezos.

La única alternativa viable a corto plazo parece ser gobernar con el social-liberalismo de Pedrito o sus congéneres locales

Todo ello, además, cuando la única alternativa viable a corto plazo parece ser gobernar con el social-liberalismo de Pedrito o sus congéneres locales, si lo tienen a bien, y les dejan, los viejos dinosaurios del Partido.

Resulta que ahora nos enteramos de que hay algo así como un “techo de cristal” para las ansias del cambio desde las instituciones. Hay un techo de cristal para los votos que se pueden sumar, pero, aún más, incluso si se gana hay un “techo de cristal” para las medidas que se pueden tomar desde los gobiernos, ya sea por la “herencia recibida”, por las “alianzas necesarias”, porque “pusimos de jefa a alguien que no se siente concernida por los acuerdos programáticos”, porque “tenemos que gobernar para todo el mundo, no sólo para los nuestros”, o “porque aún no es el momento, esperemos a ver si madura el limonero”.

Resulta paradójico, ya que algunos de ellos fueron los que nos dijeron que eran las movilizaciones las que tenían un “techo de cristal”, que se iba a traspasar, sin duda alguna, desde el voto y el 'me gusta' en las redes sociales.

Pero lo realmente preocupante no es lo anterior, sino la deriva creciente de nuestros ediles y parlamentarios hacia la normalidad discursiva y práctica. Hacia la gestión del desastre en que consiste, en lo más profundo, la política cotidiana del mundo del Capital.

Así, empieza a hacerse valer entre ellos la teoría de la 'autonomía de lo político', según la cual los que fueron elegidos desde matrices orgánicas derivadas de los movimientos, no deberían responder en nada frente a ellos. O la hipótesis –probablemente “híbrida y deseante”– de que “la legalidad es el límite de lo político”, que hubieran firmado sin duda gran parte de los Procuradores en Cortes del último franquismo, dado que la legalidad en cuestión es siempre heredada y está blindada para impedir su transformación.

Vamos, que el proceso constituyente que se nos prometía habría que hacerlo desde Bruselas o desde Washington, o renunciar a él, dada la textura de la normativa al respecto. Lo que está claro es que empieza a parecer poco probable que desde lo institucional en rebeldía, las articulaciones múltiples de los movimientos y las prácticas efectivas de lo común puedan desplegar sus efectos para dibujar un nuevo régimen.

Los movimientos –como siempre, por otra parte– tendrán que empezar a pensar en buscarse las habichuelas autónomamente, y construir su propio proceso de constitución social, desde la confluencia de las iniciativas autogestionarias, los sindicatos, las cooperativas, las asambleas populares, las fuerzas reales del poder popular.

Y eso necesita pedagogía y prácticas de ruptura. Y, sobre todo, la capacidad de evitar la cooptación y manipulación desde las nuevas estructuras centradas en lo institucional, cada vez más poderosas en términos financieros y mediáticos.

Desde la autonomía, pero con una relación inteligente con las instituciones, que parte de la vigilancia y una sana desconfianza, pero también de la utilización defensiva de los resortes discordantes y los espacios rescatables, los movimientos tendrán que jugar la baza de la movilización o resignarse a la devastación. Reconstruirse y generar nuevas instituciones de lo común, más allá y muchas veces en contra de las estatales colonizadas por el Capital, o asistir como espectadores impotentes a la emergencia de la pesadilla que nos preparan las oligarquías globales.

Por otro lado, dedicarse al circo mediático, al gesto vacío, o al sectarismo de los principios puros, podría significar para algunos un proyecto personal viable. Pero quienes queremos construir un proyecto colectivo de liberación y empoderamiento popular debemos partir de estrechar lazos y contaminarnos mutuamente, pero también de hacer explícitos los debates necesarios.

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comentarios

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    25/06/2016 - 5:48pm
    Lo de la "autonomía de lo político" me ha recordado a la "libertad del mercado", una autonomía y una libertad que se hurtan a las personas. Seguramente la burocratización que supone pasar a gestionar llevará a ver techos de cristal por todas partes, especialmente si no se cuenta con un apoyo mayoritario o te limitan instituciones superiores. De ahí que sólo pueda mantenerse la tensión rupturista si persiste una "marea" debajo de esa espuma.
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    Eugeni
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    24/06/2016 - 9:33pm
    Muy interesante reflexión, en un momento en el que parece que existe en la izquierda transformadora un insólito fundamentalismo proinstitucional muy peligroso para la transformación social. Desde los movimientos sociales de base tenemos que organizarnos y no delegar nuestra voz en las nuevas instituciones del cambio que vienen, han venido y vendrán. Muy interesante la reflexión sobre la relación inteligente con estas nuevas instituciones y también (y sobre todo) sobre la contaminación fruto del necesario estrechamiento de lazos necesario actualmente. El sectarismo de los principios puros no puede llevarnos a la inacción, y realmente parece que es a lo único que llevan. Hay que embarrarse, sin duda. Pero hay que replantearse cuanto antes el excesivo embarramiento discursivo que sufren las nuevas izquierdas que poco a poco pueden cabalgar hacia la asimilación por parte del sistema político representativo.
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    24/06/2016 - 2:00pm
    No hay olvido. Esto (lo prometido) se hace desde los ayuntamientos no desde el gobierno: "remunicipalizaciones, banca pública, auditoría de la deuda, caza y desmantelamiento de los grandes poderes económicos locales y, más en concreto, bloqueo de las grandes operaciones especulativas urbanísticas, etc." #NoTragamosNoVotamos
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    JRB
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    22/06/2016 - 5:38pm
    Ya empiezo a estar hartito de los que se quejan de que "los del cambio" se quedan "cortos", sin querer ver que: - lo que se pueda hacer o no depende de la correlación de fuerzas en el conjunto de la sociedad y no de la voluntad de una minoría, por muy decidida que esté, - que la transformación de esa correlación de fuerzas se logra, básicamente, en la calle, con movilizaciones de todo tipo, - que defender los derechos sociales y políticos, aunque, en sí mismo, pueda parecer simple "reformismo", en estos momentos, ante la ofensiva brutal de las grandes corporaciones (TTP, TISA, TTIP, etc.), supone, aunque muchos no sean aún conscientes de ello, el enfrentamiento frontal contra el gran capital interno e internacional; y - que la crítica negativa "desde el sofá" o la negación de la validez de cualquier intento, incluso ensayo, de cambiar las cosas, no es sino otra forma de mantener lo que sufrimos. - Es lógico, lícito y hasta necesario que haya distintas perspectivas y distintas urgencias en cuanto a lo que aspiramos; pero si, de verdad, actuamos todos y "nos mojamos el culo" en concentraciones, asambleas, manifestaciones, paradas de desahucios, etc. nos iremos encontrando en el camino y, entonces si, cambiaremos la correlación de fuerzas y podremos -y querremos- aspirar a más, exigir más y lograr más. Saludos.
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    Te olvidas de algo
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    22/06/2016 - 9:29am
    Parece que has obviado en todo el artículo que lo que pides se hace desde el Gobierno y no desde simples ayuntamientos.. :v
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    McCoy
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    21/06/2016 - 10:01pm
    No hay suficiente gente comprometida como para darle autinomía política a esta gente. Mientras necesiten el voto de moderados y a los partidos del régimen para gobernar siempre será así. Tomad conciencia, ayudad a que la gente moderada vaya un poco más allá o aguantaos. Lo que está claro es que no le puedes pedir peras al olmo.
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