Tanteando el terreno: un año en los municipios

Ya ha pasado un año desde que llegamos a los ayuntamientos y resulta obligatorio hacer balance: ¿Qué hemos logrado? ¿Estamos en el buen camino? ¿Sirve de algo estar en las instituciones –municipales–? ¿Debemos dar la experiencia por agotada?

, Activista social, ensayista, filosofa y concejala en el Ayuntamiento de Madrid
24/05/16 · 17:46
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Ya ha pasado un año desde que llegamos a los ayuntamientos y resulta obligatorio hacer balance: ¿Qué hemos logrado? ¿Estamos en el buen camino? ¿Sirve de algo estar en las instituciones –municipales–? ¿Debemos dar la experiencia por agotada?

Como concejala de Ahora Ma­drid en el Ayuntamiento de la capital, siento decir que estos meses me han ratificado en mi idea de que la representación política es un discurso y una práctica ritualizadas que secuestran el poder político y lo mantienen en régimen de monopolio durante el tiempo que dura la legislatura. En ese lapso la capacidad de intervenir políticamente por parte de la población queda remansada en las manos de los representantes políticos que han recibido esa encomienda.

Como concejala de Ahora Ma­drid en el Ayuntamiento de la capital, siento decir que estos meses me han ratificado en mi idea de que la representación política es un discurso y una práctica ritualizadas

Desde el primer día de la legislatura los electores desaparecen del mapa mental de los políticos y sólo vuelven con motivo de las ­nuevas elecciones. Nuestros contrincantes diarios son los otros partidos, a los que vemos con asiduidad, con los que se entablan continuas negociaciones, cuyos votos, en caso de estar en minoría, son imprescindibles para la acción de gobierno. El lazo de confianza con los electores se debilita y sólo se refuerza, esporádicamente, con motivo de actos públicos en los que raramente se muestra la disidencia. Al cabo de unos meses es fácil pensar que la conflictividad se ha atenuado o incluso que ha desaparecido. ¡Se impone la idea de que lo estamos haciendo bien!

El primer equívoco reside en la gestión. Debemos ser, y sin duda somos, buenos gestores, trabajadores y abnegados. Pero la gestión no consiste solamente en aplicar las ordenanzas. En la ciudad surgen conflictos entre unas normas y otras, entre unos intereses y otros. ¿Debe primar el beneficio económico que aporta el turismo por encima de las exigencias medioambientales y de justicia social? ¿Debe primar la especulación urbana sobre el derecho a la vivienda? No podemos pensar que en una gran ciudad todas las opciones son conciliables sino que a menudo hay que tomar decisiones y para eso no sirven los reglamentos. Para eso se necesita una hoja política de ruta que nos permita periodizar, establecer agendas y marcar tiempos. No se puede conseguir todo en el primer año, pero el tiempo pasa a una velocidad de vértigo, ya llevamos un cuarto del mandato.
Por consiguiente lo más importante no es encajar la gestión en los parámetros dados, sino cambiar esos parámetros para que hagan posibles los cambios sociales imprescindibles para los cuales llegamos al Ayuntamiento. Esta tarea es compleja pues los reglamentos forman parte de un entresijo de normas que se subordinan unas a otras y que constituyen una auténtica barrera para nuestras políticas. Entramos diciendo “sí, se puede” y no podemos permitir que la frase más repetida empiece a ser “no se puede”.

Ser capaces de responder

Si no acometemos esta tarea con valentía empezaremos a perder la confianza de quienes nos votaron. No creo que debamos dar ya la experiencia por agotada. Pero empiezan a sonar voces de descontento por el olvido de los programas, por el protagonismo inmerecido de partners no previstos. Crece un escepticismo, tal vez exagerado, ante nuestra tibieza.

Entiendo que todavía estamos a tiempo de enderezar el rumbo, pero debemos hacerlo con presteza. Las candidaturas municipalistas no eran más que el primer paso de una experiencia novedosa para recuperar las instituciones. Hemos conseguido lo más fácil: impedir que la derecha neoliberal siga gobernando nuestras ciudades, pero nos falta todo lo demás.

Para que la experiencia salga bien, los ayuntamientos del cambio deben responder a las exigencias de una población que no ha visto mejorar su situación: la vivienda, la miseria de nuestros barrios, las garantías en educación y en sanidad, la participación ciudadana siguen siendo asignaturas pendientes. En este momento hay menos movilización, tal vez porque la expectación aún perdura. Sigamos adelante: sin prisa pero sin pausa.

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comentarios

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    Pavlichenko
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    30/05/2016 - 6:03pm
    @#2 A mi lo que me parece curioso es que sea mi crítica la que llame la atención, en tanto que la de la concejala sea un hecho digno de elogio. Más aún, me parece bastante confuso alabar esta “autocrítica”, cuando por tal habría de esperarse una reflexión del propio actuar en tanto que concejala y no “la eterna crítica” que tiene que ver más con análisis discursivos y posicionamientos políticos contrarios que se confrontan en Ahora Madrid desde sus orígenes. Sí, los lereles no son nada nuevos, los venimos sufriendo desde hace más de un año, incluso antes de la constitución de Ahora Madrid, con exactamente los mismos argumentos. En este sentido, esta reflexión es absolutamente atemporal (el pack viene completo en cualquier ocasión). No habría sido necesario el transcurrir de un año y me temo que tendremos que seguir leyendo más de lo mismo, sea cual sea el acontecimiento que sirva de título. La ansiada profundización democrática tiene que ver con otros elementos, que aquí ni siquiera se enuncian (mejor dicho, por alguno se pasa de puntillas), así que en tanto que seguimos encantados en nuestros "lereles", tendrá que esperar. Luego, esto sí, habrá millones de excusas para justificar la oportunidad perdida.
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    Fernando Pérez del Olmo
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    27/05/2016 - 11:21am
    Es curioso. Tenemos delante uno de los pocos casos de autocrítica política -que es una práctica tan saludable como poco extendida- y la primera opinión que despierta es la de pedirle a la concejala que públicamente la expresa (y la practica, me consta) que "más larala y menos lerele"... El poder no es un "sitio" al que se llega, idea que parece predominar en el imaginario colectivo. El poder es sobre todo "situacional" y "relacional", es decir, que los actores políticos tienen -tenemos- poder, cuya capacidad de incidencia es mayor o menor según la situación en la que nos encontremos (no sólo por ocupar un puesto en una institución) y la intensidad y el carácter de las relaciones que se establecen entre dichos actores en el tablero político (que va muchísimo más allá de la institución); es decir, hablamos de alianzas, conflictos, estrategias, tácticas... todas ellas teniendo lugar a lo largo del tiempo y, por tanto, en diferentes coyunturas. También es importante tener en cuenta que la mayoría de esas relaciones son asimétricas: no tiene el mismo tipo ni grado de poder de una entidad financiera que cada uno de sus empleados por separado, pero esa asimetría puede modificarse si en la relación entre ambas partes aparece el factor organizativo en la parte más “débil” y fuerza a la parte más “poderosa” a replantear sus posiciones y negociar. Esto muestra la complejidad y la responsabilidad del “ejercicio del poder” y de las relaciones existentes entre "gobernantes" y "gobernados", pero también y sobre todo entre gobernantes y actores políticos, sociales y económicos. En el artículo de Montse Galcerán, me quedo particularmente con el estilo y el ejemplo de una nueva cultura que supone entender y normalizar que estas relaciones son más complejas que lo que suelen transmitir los medios de comunicación, así como con la necesidad y la importancia de practicar la autocrítica política cuando no se ha conseguido -a veces ni siquiera intentado con el suficiente ahínco- el cambio de las instituciones para poner en marcha políticas públicas capaces de responder a las cuestiones políticas centrales propuestas en un programa y presentadas al escrutinio del conjunto de la ciudadanía en una campaña electoral. Esa autocrítica hecha en el primer aniversario de una concejala no es “lerele” y ojalá hubiera sido un ejercicio conjunto del Grupo Municipal de Ahora Madrid y de las propias fuerzas que integran este “partido instrumental” que, al menos inicialmente, tiene una vocación de movimiento municipalista. Personalmente, prefiero esto a los fastos de pasteleo y autocomplacencia al que nos tienen acostumbrados la clase política. Al contrario, es una idea muy potente (“larala”9 decir que no basta con "gestionar bien el Ayuntamiento de Madrid", una estructura política muy compleja y rígida, por cierto, con "candados" y limitaciones legales diseñados durante años de gobiernos neoliberales para conseguir que esta institución no estuviera verdaderamente al servicio de la ciudadanía madrileña. Y es de tanto alcance porque significa denunciar que si las leyes o las estructuras funcionales de las instituciones restringen los derechos de ejercicio de la ciudadanía, es un deber de todas las personas (estemos donde estemos) posicionarnos políticamente contra esas leyes y luchar democráticamente por cambiarlas. Porque el poder es de todas (personas, colectivos, entidades, instituciones, grupos políticos, económicos...) y no es sano dejar de ejercerlo confiándolo a unos "representantes", como si fuera un objeto o un lugar que se les entrega para que “hagan su trabajo” y nos lo vendan pasado cuatro años, sin posibilidad de hacer rectificar las políticas que diseñan o aplican de acuerdo o en franca contradicción con los principios con los que se presentan a unas elecciones. Quedarse en casa, permitir el latrocinio y la corrupción y decir luego que todos los políticos son iguales, no nos exime a la ciudadanía de nuestra parte de responsabilidad. Y criticar políticamente incluso a “los nuestros”, no es hacer “guerritas internas” (“lerele”), sino un necesario ejercicio de profundización democrática de nuestras instituciones y de nuestra sociedad.
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    Pavlichenko
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    26/05/2016 - 5:28pm
    Honestamente, esperaba otra cosa de una persona a la que la que cabría suponer cierta complejidad discursiva, tanto por su formación como por su actual papel como representante del Ayuntamiento. Ya andamos muy cansados de discursos maximalistas, que aburren e infantilizan mucho. También de los que sobredimensionan y adoran la épica del conficto (generalmente van en el mismo pack, como es el caso). Por otra parte, debería ser exigible cierta coherencia a las personas que se presentan para ocupar cargos institucionales, por lo menos entre los partidos a los que suponemos la defensa de ciertos valores éticos, como es el caso de Ahora Madrid. Aún respetando su opinión, entiendo que si esta señora cree que la representación política es una práctica ritualizada que secuestra el “auténtico poder político”, debería conflictuar desde donde “realmente” y bajo su perspectiva, se pueden cambiar las cosas. ¿Qué hace cómo representante institucional en el Ayuntamiento? ¿No debería ser la coherencia política y personal condición sine qua non para postularte y ejercer tal representación desde Ahora Madrid? Aquí abajo, estamos esperando que los que hemos puesto en el Ayuntamiento tomen decisiones (claro que sí y también que sean buenos gestores) para desarrollar políticas públicas que garanticen los derechos de las personas, por delante de los derechos económicos. No hay más. Y para eso, hay que conflictuar, naturalmente, pero también llegar a acuerdos. Por favor, más larala y menos lerele (traducido: más política con mayúsculas y menos guerritas internas)
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