Si bien es cierto que un Gobierno con representantes que han participado en las políticas de base va a ser más cercano a nuestras reivindicaciones, el trabajo de los colectivos siempre será necesario en las calles.
Feminismos Sol ha sido y es una asamblea viva y abierta en la que hemos ido entrando y saliendo personas provenientes de distintos barrios, ciudades y países, con diferentes experiencias tanto vitales como de participación, y desde donde tejemos red con otros colectivos y proyectos para hacer propuestas feministas. Propuestas que colocan en el centro a las personas, teniendo en cuenta su diversidad, deseos y necesidades, y cuestionando el orden de prioridades establecido por los mercados.
Ese deseo común que evocó el 15M escondía algunas respuestas o necesitaba plantearse algunas preguntas más –como cuáles son los trabajos socialmente necesarios, cómo se reparten, quiénes y en qué condiciones los realizan, qué consecuencias tienen tanto para quienes los llevan a cabo como para el planeta– o ampliar modelos y referencias. Desde el comienzo de la acampada hasta el levantamiento de las carpas, participaron (trans)feministas para aportar sus miradas, compartir propuestas y elaborar respuestas al reto común. La acampada, que tenía muchas prácticas feministas no nombradas como tales, no exenta de dinámicas de poder, pretendía hacer un reparto justo de las tareas, dar importancia al sostenimiento y el cuidado de todo lo que allí pasaba, reconocer la diversidad de las personas allí presentes y priorizar la construcción colectiva. Pero aún con todo eso, se hizo necesario plantear que si estábamos despertando, el nuevo sueño al que caminábamos lento no podía permitirse responder sólo a las lógicas y retos del ciudadano blanco, varón cis, de clase media, de origen español y heterosexual.
Feminismos Sol tomó la plaza invocando a la inteligencia colectiva para desaprender los pensamientos que demonizaban a los feminismos, acabar con los privilegios machistas y aportar propuestas que desplazaran tanto al mercado como al hetero-patriarcado a través del punto de información, los carteles, manifiestos y talleres. Al mismo tiempo, las dinámicas y prácticas que se daban en la plaza tomaron la comisión. Sin necesidad de currículos militantes, en cuanto te sentabas en la asamblea, formabas parte de ella. Eso no quiere decir que no se haya reflexionado sobre los privilegios que nos permiten participar en las asambleas –incluso acceder a ellas–. Diálogos intergeneracionales y las diferentes experiencias de vida alimentaron las reclamaciones que exigían la soberanía sobre los cuerpos, vidas libres de violencias machistas o negarse a cumplir el pacto del euro. Tanto en la comisión como junto con el resto de grupos de trabajo, se llevaron a cabo movilizaciones multitudinarias, críticas a las políticas de Estado y a los sistemas de poder; a todos.
La precarización de nuestras condiciones de vida influye en las posibilidades de mantener el mismo ritmo
Nos fuimos a los barrios y llegaron los encuentros de los Feminismos 15M que nos permitían seguir articulándonos y alimentar el debate y las propuestas para cuestionar el amor romántico, el análisis sobre el pago de la deuda, llenar de nuestros significados los buenos vivires o reconocer los diferentes modelos familiares existentes. En conexión con las iniciativas políticas que se fueron sucediendo a lo largo de estos cinco años, nos fuimos centrando en aportar desde los feminismos. En las huelgas generales, con delantales y plumeros, nos hacíamos presentes para preguntar si era posible hacer una huelga de cuidados o nombrar aquellos trabajos que no computaban. En las marchas y Mareas, a través del violeta, exigíamos que en la construcción de lo público eran imprescindibles las políticas de igualdad con presupuestos y medidas reales para garantizar vidas plenas, sin violencias. Y para su correcta consecución consideramos fundamental un diálogo real con colectivos y organizaciones feministas.
Al mismo tiempo, nos sumamos a las plataformas de organizaciones de mujeres y/o feministas y transfeministas para organizar, a través de grupos de trabajo, las movilizaciones por la despenalización del aborto, la despatologización de la transexualidad, la lucha contra las violencias machistas, el 8 de marzo, el orgullo o contra la Ley Mordaza. En estos cinco años, los colectivos han conseguido movilizar a la sociedad de manera multitudinaria para defender el derecho al aborto y mostrar la negativa a la ley propuesta por Gallardón, consiguiendo incluso su dimisión. Se han denunciado las consecuencias de las políticas de austeridad. Se ha puesto el acento en la necesidad de reconocer de manera integral las violencias machistas, llevar a cabo cambios sobre el enfoque en la prevención y atención de éstas y ampliar el correspondiente presupuesto para darles respuesta. Conciliación y reparto de cuidados han sido debatidos en diferentes contextos para tratar de reorganizar de manera justa una necesidad social que está siendo respondida por las mujeres. En este tiempo, se ha pretendido elaborar alianzas que tienen la clara intención de complejizar el ‘nosotras’ que convoca la agenda feminista. Se ha conseguido ser muchas y llegar a muchos lugares, pero, a medida que se camina y se consiguen logros, retos de siempre y nuevos aparecen día a día para recordarnos la necesidad de articulación, movilización e imaginación para elaborar respuestas a lo urgente y lo importante.
El 15M nació de la necesidad de miles de personas, algunas politizadas previamente y otras no, de conectarse frente a las barbaridades gubernamentales, pero tuvo una base importante de movimientos sociales autónomos. En el caso concreto de Feminismos Sol, algunas de las participantes han podido estar implicadas en el ‘asalto institucional’ en diferentes niveles, y otras muchas han seguido su camino en colectivos autónomos. Más allá de individualidades, la asamblea y el feminismo que en ella se practica se mantienen al margen de la institucionalización y es una apuesta clara por la autonomía, desde donde crear un marco político que siga cuestionando los sistemas de poder y cómo combatirlos.
Si bien es cierto que un Gobierno con representantes que han participado en las políticas de base va a ser más cercano a nuestras reivindicaciones, y considerando las medidas que puedan tomarse en ese sentido, el trabajo de los colectivos siempre será necesario en las calles.
Sabemos que lo personal es político; la precarización de nuestras condiciones de vida y el cada vez más salvaje castigo legal y judicial a los movimientos sociales también influyen en las posibilidades de mantener el mismo ritmo de asambleas y de implicación en todos los grupos en los que nos movemos. Si la asamblea reposa más tranquila ahora no quiere decir que esté muriendo, sino que, quizás, sólo está cogiendo fuerzas. Los feminismos y transfeminismos ni reposan ni pueden permitírselo.
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