Alternativa para Alemania y su ansia de un Estado autoritario

El pasado 13 de marzo se celebraron elecciones en varios Land o Estados federados [el equivalente a nuestras comunidades autónomas] de Alemania. Además de su relevancia política regional, estas elecciones sirvieron a su vez de barómetro político para toda la República Federal. El gran éxito que el partido Alternativa para Alemania (AfD) ha cosechado en las urnas fue excepcional. En el Land de Sajonia Anhalt se convirtió en la segunda fuerza política.

, historiador, Hamburgo
23/04/16 · 16:57
Frauke Petrie (derecha), líder de Alternativa para Alemania, junto a Bernd Lucke. / Metropolico.org

El pasado 13 de marzo se celebraron elecciones en varios Land o Estados federados [el equivalente a nuestras comunidades autónomas] de Alemania. Además de su relevancia política regional, estas elecciones sirvieron a su vez de barómetro político para toda la República Federal. El gran éxito que el partido Alternativa para Alemania (AfD) ha cosechado en las urnas fue excepcional. En el Land de Sajonia Anhalt se convirtió en la segunda fuerza política. Pero su éxito no se redujo al antiguo Este de Alemania, la AfD se posicionó fuertemente también en Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado, convirtiéndose en ambos lugares en la tercera fuerza política. Concretamente en Baden-Wurtemberg, donde el partido Los Verdes obtuvo la mayoría de los votos, la AfD se colocó de golpe por delante del SPD [partido socialista alemán] que obtuvo en estas elecciones un resultado catastrófico –perdiendo un 10% de votos–. Estos resultados electorales han revuelto la estructura tradicional de partidos, faltando ahora las mayorías necesarias para poder llevar a cabo las tradicionales coaliciones que hasta ahora se venían dando. El partido Die Linke [La Izquierda] no consiguió ni en Renania-Palatinado ni en Baden-Wurtemberg representación parlamentaria alguna.

Estos malos resultados obtenidos, la presidenta de Die Linke los justificó como consecuencia del “clima de retroceso hacia la derecha y de una disminución de la solidaridad”. Y es que el tema central en estas elecciones fue la política en torno a los refugiados –y las críticas, o no, a los posicionamientos de la canciller Angela Merkel [del partido conservador CDU] impulsora de dicha política– que, según algunas voces, no conllevarían más que una llegada incontrolada de millones de refugiados a Alemania. Claramente fueron los conservadores los que consiguieron imponerse a nivel discursivo. En los debates electorales la pregunta central fue si Alemania realmente lograría acoger a tantos refugiados o si no sería mejor adoptar una posición de cierre tajante de las fronteras. Se criticó una falta de realismo por parte de la canciller e incluso el partido hermano de la CDU en Baviera, la CSU, la amenazó con interponer un recurso de inconstitucionalidad contra su política de acogida.

Claramente fueron los conservadores los que consiguieron imponerse a nivel discursivo

La AfD ha sabido manejar este ambiente político con gran éxito. En el año 2013 cuando se fundó el partido, los temas claves para ellos habían sido la crisis del euro y el escepticismo frente a la moneda común. La AfD se distanció vehementemente del proyecto de una Europa común, proponiendo en vez de ello una renacionalización de la política y una salida del euro.

Es con el inicio de la denominada "crisis de los refugiados" cuando el partido comienza a plantear y propagar una suspensión del derecho de asilo, y propone luchar contra lo que definen como un reinante “caos de asilo” en el país. Hasta ahora ha sido característica de la AfD una seria y sólida presencia e imagen públicas. Muchos de los políticos más destacados en el partido habían militado anteriormente en las filas de partidos burgueses como la CDU y desempeñaban trabajos y oficios con reconocimiento social. Esta combinación es justamente lo que le permite a la AfD el defender posturas radicalmente populistas de derecha y claramente nacionalistas sin por ello poder ser tachados de ser el típico partido de extrema derecha.

Es interesante la heterogeneidad de los simpatizantes de este partido. No se puede decir que haya un prototipo de votante de la AfD. En las últimas elecciones todos los partidos han perdido votos que se han dirigido a la AfD, incluyendo votos de Die Linke. Así que no sorprende que este partido se autoconsidere con gran entusiasmo como un nuevo partido popular. Al principio eran mayoritariamente hombres los que apoyaban y votaban a la AfD, pero las mujeres van teniendo cada vez más peso y representación. Muchos de los votantes se consideran 'votantes protesta' y comparten mucho más un descontento y un desencanto hacia los partidos establecidos que un convencimiento firme de los posicionamientos del partido. Sus votantes abarcan tanto a parados como a trabajadores, incluyendo sobre todo a aquellos que quedaron desencantados con los recortes drásticos que aplicó el SPD en su agenda 2010 y que les distanció de dicho partido, pero no se puede considerar que la situación general de los simpatizantes de la AfD sea mayoritariamente precaria.

En los Estados federados del antiguo Oeste de Alemania, las federaciones regionales del partido están representadas en muchos casos por personas económicamente bien situadas, muchas veces incluso académicos y catedráticos. Sin embargo existe un sentimiento compartido en sus filas de no poder ascender socialmente o de carecer de perspectivas. A muchos de ellos les atormenta además el miedo a un descenso social. Por ello el partido AfD ofrece una alternativa a dos grandes grupos de electores: a los que consideran que los partidos conservadores no son lo suficientemente conservadores y a los que consideran que los partidos de extrema derecha son demasiado poco cívicos.

Existe un sentimiento compartido de no poder ascender socialmente o de carecer de perspectivas. A muchos les atormenta además el miedo a un descenso social

Podemos entender por tanto la aparición de la AfD como resultado de una crisis de los partidos tradicionales y de una crisis de la democracia parlamentaria. Paralelamente al éxito de la AfD se manifiesta en Alemania, y ello desde hace años, una disminución continua en el número de afiliaciones a los dos grandes partidos políticos y en los niveles de participación electoral, que se sitúa en mínimos históricos. Se podría decir que la estructura social que ha hecho posible durante décadas una estabilidad económica y política está resquebrajándose.

La AfD con su propuesta por un lado de cierre nacional y proteccionista hacia el exterior, y por el otro lado de asistencia social hacia el interior, encarna una nostalgia por un mundo que sea comprensible y que se mantenga ileso a pesar de las turbulencias del capitalismo mundial. La promesa de que una adaptación social y el constante intento de mejora personal se vean correspondidos por una mayor participación social y un ascenso económico ya no se cumple.

Todo esto tiende a un embrutecimiento de parte de la población. La crisis de la democracia liberal revela el autoritarismo subyacente en la sociedad. Es justamente a ese posicionamiento autoritario compartido por gran parte de la población a lo que apela la AfD. De esta manera la presión ejercida por la economía global se canaliza a través del odio hacia lo extraño, hacia 'el otro' y la aceptación de un liderazgo profundamente autoritario. Es la rabia de esos individuos con caracteres autoritarios, que están llenos de miedo y están ofendidos con la situación política actual, la que se siente en sus llamamientos a una mayor jerarquía y al establecimiento de un orden autoritario.

Este autoritarismo lo observamos en todo el mundo occidental. El éxito que la AfD vive en Alemania se corresponde con una normalización europea. Independientemente de cuánto tiempo se mantendrá el éxito electoral de la AfD, lo que asusta de esta situación es la aprobación por gran parte de la población del recurso a estrategias autoritarias como salida a la crisis. El hecho de que estas opciones políticas hayan sido marginadas socialmente durante tanto tiempo en Alemania solo se podía entender en el contexto histórico de posguerra y su ausencia representaba un importante distintivo civilizatorio. Ese consenso social que hasta ahora se vivía en Alemania ha llegado a su fin, y ahora se vuelven a poder defender abiertamente posturas populistas y nacional derechistas. Lo que no augura nada bueno para el futuro.

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