No hemos llegado simplemente para gestionar lo que hay, ni tampoco se han asediado las puertas de Babilonia para renunciar después a sus claroscuros, regresando a nuestros recintos de confort ideológico.

Hallar descanso en lo inseguro
Emily Dickinson
Dentro de unos meses se cumplirá el primer aniversario de los denominados “ayuntamientos del cambio”, procesos municipalistas de muy diverso signo que han colonizado una porción relevante del campo político. No en vano en las últimas semanas hemos asistido a un reguero de declaraciones, comunicados, entrevistas, artículos de prensa, acerca del devenir de esos proyectos y su futuro inmediato en un contexto de compleja negociación estatal. Esta coyuntura nos brinda, creo, un momento revelador para pergeñar un cierto balance y, sobre todo, continuar reflexionando en torno a la relación entre lo social y los aparatos estatales.
Ahora bien, como cada ciudad es un mundo que se inscribe dentro de germinales históricos distintos, cualquier intento de generalización se me antoja reduccionista y simplificador. Por ello, prefiero esbozar algunas hipótesis a partir de la experiencia concreta de Ahora Madrid, ciudad en la que vivo y espacio al que me siento vinculado. Para este objetivo, he tomado como metáfora algunas de las ya famosas 11 tesis sobre la política de Jacques Ranciére, en la medida que permiten dar salida a dos preocupaciones que me asaltan desde hace tiempo: cómo seguir, por un lado, aprovechando el camino hollado por el 15-M y, en su órbita, todas aquellas arquitecturas de pensamiento (como la del filósofo francés) que colocan en el centro de la reflexión política las propias condiciones de producción y posibilidad de la subjetivación política; y por otro, la necesidad de escapar al binomio “dentro-fuera de la institución” como si se tratara de universos internamente homogéneos. Ojalá estas dos preocupaciones se vean recompensadas con alguna que otra idea aprovechable para continuar el debate.
Tesis 1ª. La política no es el ejercicio del poder. Debe ser definida por sí misma, como una modalidad específica de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto, y derivando de una clase de racionalidad específica. Es la relación política la que hace posible concebir al sujeto político, no a la inversa.
Ahora Madrid tiene el gobierno de la ciudad pero no el poder. Como el resto de iniciativas municipalistas, y más allá de su posición extraordinariamente compleja (gobierno en minoría), vive inmersa en una trama de dialécticas urbanas que necesitamos comprender, conocer, trasladar al debate colectivo. Se trata de hacer de la “relación política” el centro del análisis y la acción, y no tanto los supuestos sujetos políticos que la conforman (Podemos, Ganemos, Equo, IU, etc.).
Durante este primer año los esfuerzos se han concentrado en la toma de posesión de las áreas municipales, en el afrontamiento de ataques mediáticos virulentos, en la supervivencia a la asfixiante racionalidad burocrática que todo ayuntamiento comporta, en la articulación de primeras medidas de emergencia social, en un mínimo de descentralización municipal (todavía insuficiente y descoordinado). Sin embargo, no se han podido dar pasos demasiado audaces en la gestación de placentas públicas de discusión y deliberación política, así como tampoco en la hilación de nuevas urdimbres dentro de las cuales la gente (organizada o no) tenga la capacidad real de autoproducir su accionar político, sus propios ecosistemas de participación y apropiación del “hacer institucional”. No digo que deba ser el único frente. Por fortuna, para quienes no les interese en absoluto esta esfera hay mucha política fuera de las instituciones. Supongo que si Ahora Madrid desea seguir constituyéndose en herramienta para el cambio y la disputa de la hegemonía en la ciudad, será fundamental trasladar y ensanchar la toma de decisiones, desde los angostos y fatigantes plenos y juntas de gobierno, hacia el campo abierto de los distritos y los sectores clave de movilización popular. Para ello, parece razonable pensar que han de imaginarse nuevos marcos y modos de relación entre el “adentro” y el “afuera”. En definitiva, contribuir a multiplicar “lo político en la ciudad” en sus propios términos, en sus propias lógicas, con sus propios ritmos, y desde la centralidad dinámica de las dimensiones relacionales.
Ahora Madrid ha dormido bajo un impasse dominado por las lógicas tacticistas de sus fundadores
Tesis 2º. Lo peculiar de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en opuestos. La política es un tipo de acción paradójica.
Ahora Madrid, como muchos otros actores y sujetos políticos, está habitado por una multiplicidad de posiciones, y en frente tiene también una multiplicidad de posiciones. No voy a entrar en la hagiografía de los grupos y camarillas que la surcan (hay mucha “narrativa de palacio” ya sobre este fenómeno), porque precisamente lo que trato de destacar es que la posibilidad de transformación en potencia de esa misma diversidad es todavía grande.
Durante este primer año lejos de expandirse, de hacerse más porosa, de bifurcarse, Ahora Madrid ha dormido bajo un impasse dominado por las lógicas tacticistas de sus fundadores. En este sentido, parece necesario desplazar la creatividad política de la “servidumbre de las partes” al reconocimiento complementario de sus heterogeneidades endógenas, incluso aunque esa riqueza de opuestos pueda a veces contener dosis elevadas de conflicto. Una de las claves, a mi entender, consistiría en no sacrificar la complejidad en aras de la eficacia. En sentido contrario, quizá fuera interesante hacer de “lo opuesto” un territorio de aprendizaje colectivo, una atmósfera para el reforzamiento del municipalismo democrático frente a una doble involución que nos amenaza: el reacomodo del poder preexistente de las élites y/o el apaciguamiento del potencial popular de cambio a través de la solidificación de una ideología socialdemócrata de la gestión.
Tesis 3ª. La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé (el primer elemento de todas las cosas), dado que no presupone simplemente la ruptura de la distribución “normal” de las posiciones entre quien ejercita el poder y quien lo sufre sino también una ruptura en la idea de las disposiciones que hacen a las personas “adecuadas” a estas posiciones.
Las ciudades, como apuntaban Lefebvre y Harvey, son siempre procesos espaciales de disputa cultural, política y económica. Ahora Madrid, hasta el momento, no ha podido horadar de manera substantiva la distribución de las posiciones de ejercicio del poder en la urbe. Ha empezado a remover el tablero, a compensar inercias, a desplazar y empujar levemente algunas posiciones de fuerza, y como es lógico, cualquier anhelo de ruptura con las propias disposiciones heredadas va mucho más allá de la acción puramente institucional, e incluso mucho más allá de un año o una sola legislatura.
No obstante, durante el tiempo que resta, parece perfilarse la necesidad (tanto para el espacio de lo social como para el espacio de los dispositivos estatales) de intentar descomponer la partición de posiciones de poder y, sobre todo, reactivar el ciclo de movilización con la esperanza de continuar ensanchando las opciones de profundización democrática. Para ello, quizá, entre otras cosas, fuera interesante repensar el sentido, la propia morfología interna, los mecanismos de control y rendición de cuentas, así como las proyecciones programáticas de Ahora Madrid en tanto que utensilio para el cambio. Mucho me temo que el tiempo de la tacañería organizacional empieza a tocar a su fin y se vislumbra la posibilidad de trazar desbordes, co-construcciones de sentido, cooperaciones entre una multiplicidad de relaciones políticas, así como nuevas composiciones desde las propias legitimidades que los procesos ciudadanos abren en la ciudad. Poderes y contrapoderes como pléyade de mundos políticos capaces de oxigenar la piel social dentro de la cual la gente explote todas sus potencias, al mismo tiempo que las élites se sientan amenazadas y/o incómodas, incapaces de contener la perturbación.
Tesis 4ª. La democracia no es un régimen político. Es una ruptura de la lógica del arkhé, en otras palabras, la anticipación de la regla en la disposición por él. La democracia es el régimen de la política en tanto forma de relación que define a un sujeto específico.
Ni gobernar escuchando ni gobernar obedeciendo. Ambas formulaciones, aunque necesarias y toda una revolución viniendo de dónde venimos, se antojan insuficientes si pensamos en un ciclo político largo. Desde Ahora Madrid se están dando algunos pasos. Pueden ser, de momento, tentativas incipientes para el fortalecimiento de una nueva agenda en la ciudad.
Pero uno de los debates que supongo se producirá en los próximos tiempos, será si el campo de fuerzas autoreconocido tras el zarpazo emocional quincemero (los proyectos municipalistas me parecen vástagos de ese zarpazo), continuarán tratando de desbaratar (en el ámbito de lo local) el régimen político de la Transición, o bien quedarán esclerotizados por las trampas de una “gestión burocratizante”. Para evitar este segundo escenario, quizá fuera pertinente robustecer Ahora Madrid no tanto como partido político o marca electoral, sino más bien como experimento de desborde en el territorio desde el cual establecer nuevas mediaciones entre lo social y lo estatal. Si los proyectos municipalistas vuelven a quedar encerrados en los estrechos márgenes de la política de la representación (como sucediera a principios de los ochenta en nuestro país), sus potencias probablemente irán languideciendo en los próximos años.
Si hemos venido hasta aquí ha sido para poner el cuerpo en otra forma de gobernar, en otra forma de ensanchar las posibilidades del poder al servicio de las mayorías sociales
Necesitamos, creo, devenires organizativos entendidos como posibilidades (junto a otras muchas) de empoderamiento ciudadano y autoorganización vecinal. No se trataría de reproducir la lógica poder/contrapoder como un binomio excluyente entre sí, ni tampoco volver a conformar organizaciones dominadas por las mismas “oligarquías de hierro” de los partidos políticos que denunciara Robert Michels, sino tentar desplazamientos, pasarelas recursivas constantes entre uno y otro plano, que imposibilite la estabilización de inercias “tranquilizadoras” y cerradamente identitarias. Atemperado en España el tiempo de las plazas (desde luego, una de las experiencias políticas más importantes de nuestra historia reciente), sigue siendo valioso experimentar con el mestizaje y la hibridez.
Tesis 7ª. Si la política es el trazado de una diferencia evanescente en la distribución de las partes sociales, entonces su existencia no es de ninguna manera necesaria. Por el contrario, la política sucede siempre como un accidente recurrente en la historia de las formas de la dominación. El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.
En la ciudad de Madrid ninguno de espacios políticos que fundaron en su momento Ahora Madrid han sido capaces aún de penetrar con entusiasmo en los segmentos sociales “incontados”. Han sido pocas todavía las experiencias de articulación y protagonismo político ciudadano concernidas de manera real hacia los sectores populares que más han sufrido los impactos de la estafa neoliberal. Quitando al movimiento de vivienda, a ciertos momentos de las Mareas en tanto que innovadores sindicatos sociales, a la diversidad de experiencias de reciprocidad y autoayuda vecinal herederas de las asambleas barriales de 2011 y 2012, a la resistencia tenaz y amplificada del movimiento feminista, o la puesta en marcha de “centros sociales 2.0” capaces de fabricar nuevas narrativas urbanas… falta mucho aún por hacer en aras de la llamada transversalidad.
Pero es que el reto va mucho más allá. Se trata de mantener en Madrid abierto el litigio político con “los de arriba”, en tanto que única posibilidad de existencia de “lo político”. En este sentido, considero bastante inverosímil y naif pretender “seducir” o convencer a los adversarios en torno a la bondad de un mayor y mejor reparto de lo existente, una gestión bondadosa e inclusiva de lo real. Si Ahora Madrid pretende seguir pugnando por hacer de las instituciones un territorio del común, mucho me temo que tendrá (tendremos) que normalizar y afianzar en su interior estrategias y dispositivos orientados al mantenimiento del conflicto social.
Tesis 9ª. La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio, lograr que el mundo de sus sujetos y sus operaciones resulten visibles. La esencia de la política es la manifestación del disenso, en tanto presencia de dos mundos en uno.
Pero Ahora Madrid ha conseguido hasta la fecha algo casi imposible. Manifestar su existencia como una suerte de disenso histórico frente a las retóricas que han gobernado la ciudad desde hace veintidós años. A pesar de su durmiente realidad, se ha revelado como símbolo viable para articular voluntades políticas heterogéneas. En el gobierno de la ciudad hay diferentes culturas políticas, distintos sectores sociales que se sienten reconocidos, que se sienten interpelados, más allá del consenso o disenso que produzcan sus políticas. No en vano, áreas como urbanismo o derechos sociales han recibido (muy justamente) críticas importantes por parte de movimientos sociales y colectivos organizados.
Sin embargo, en menos de un año de vida, este espacio/proceso se ha instalado como fantasma inevitable, como espectro en torno al cual se metamorfosean posibilidades de accionar político. Sí, ya sé. Habrá quien diga que es Manuela Carmena y no Ahora Madrid quién ha galvanizado esa representación. No lo voy a negar. Pero me parece que quién sólo reconoce en los liderazgos el barro con el cual se fabrica la cerámica, está obviando la necesidad fundamental del agua, el fuego y las tinturas. Y justamente aquí es donde querría hacer hincapié en una idea.
Si Ahora Madrid, a pesar de las voluntades cicateras de sus demiurgos, ha cobrado carne en el imaginar de las gentes, ¿por qué no aprovechar esa existencia en lo real para cobrar cierta autonomía y potencia política?, ¿por qué no servir de turbina virtuosa dentro de la cual retroalimentar, cuestionar, enriquecer y capilarizar el gobierno de la ciudad? Más aún (y siendo incluso egoísta para con los demiurgos que conformaron la candidatura de unidad popular en sus inicios), ¿por qué no hacer de Ahora Madrid un referente político institucional capaz de disputar el reparto del poder a las élites tradicionales que han manoseado la ciudad?
No hay caminos de vía única para la emancipación. Se necesitan las luchas de calle, los contrapoderes, las iniciativas entreveradas pero también el asedio a los recintos gubernamentales. Y tenemos la posibilidad, por primera vez en mucho tiempo, de instalar en el corazón de las políticas públicas un “caballo de Troya” inclusivo, democrático. Lo que tenemos, de momento, no alcanza esa estatura. Pero hay mucho margen para construir y, sin duda, lo haremos con la tenacidad y alegría que nos caracteriza.
Tesis 11ª. El “fin de la política” y el “retorno de la política” son dos maneras complementarias de cancelar la política a través de una relación simple entre el estado de lo social y el estado de los aparatos estatales. “Consenso” es el nombre vulgar de esta cancelación.
No nos podemos permitir ni una gota de pasividad, pereza o apatía. Las relaciones entre lo social y lo estatal, entre el adentro y el afuera, no pueden pasar por un falso “consenso” tranquilizador, una subordinación de lo segundo respecto de lo primero, sino más bien por reconocer y vigorizar los diferentes lugares de lo político. Estos días, en París, se pide “que nadie entre aquí si no está en revuelta”. Pues bien, ojalá en los próximos años nadie que quiera entrar en las instituciones lo haga si no está en revuelta, si no está dispuesto a asumir la complejidad del disenso. No hemos llegado simplemente para gestionar lo que hay, ni tampoco se han asediado las puertas de Babilonia para renunciar después a sus claroscuros, regresando a nuestros recintos de confort ideológico. Si hemos venido hasta aquí ha sido para poner el cuerpo en otra forma de gobernar, en otra forma de ensanchar las posibilidades del poder al servicio de las mayorías sociales. Y no se trata de algo sencillo. Disparemos hipótesis, concibamos sueños, no nos dejemos atrapar por la monotonía del sentido común.
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