¿Es el 20D una amenaza para la Europa del capital?

La amenaza para el capital es hoy el impago de la deuda.

, profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València
06/01/16 · 8:00
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Manifestantes rumbo a la sede del BCE, en Frankfrut, durante las protestas de Blockupy en 2013. / Montecruz Foto

La detentación del monopolio de la política representativa por los partidos tradicionales llevó, durante años, a una pérdida de centralidad de lo electoral. En la conciencia colectiva, el espacio desde el que hacer efectiva la democracia dejó de ser el Congre­so a través de la ley, para desplazarse a otros lugares –tribunales, movimientos sociales…–.

La imposibilidad de tales lugares para hacer frente por sí solos a la UE y sus recortes de derechos, exigía la aparición de instrumentos electorales y, en este sentido, Podemos y sus coaliciones abrieron expectativas. Si hay nuevas elecciones habrá que esperar nuevos resultados. Si hay investidura del PP, ello obligaría a Podemos a dejar de ser una estrategia inmediata centrada en un único acto electoral instaurador para conformarse en una estrategia a medio plazo donde la ‘victoria’ del mañana dependerá de las luchas de hoy. En este caso la existencia de una amenaza para la UE dependería de dos factores interdependientes: el tipo de oposición y el programa económico para las próximas elecciones.

El tipo de oposición

Si se inviste gobierno, su objetivo será cerrar la crisis. Toda crisis tiene una dimensión material de carácter económico y una ideológica de carácter sociocultural. Si bien la crisis material del actual capitalismo degenerativo es estructural e irreversible, existen elementos que permiten disolver la dimensión sociocultural de la crisis, ocultando la primera. El mantenimiento o cierre de la dimensión sociocultural dependerá, en gran parte, del tipo de oposición que hagan Podemos y aliados.

Si Podemos opta por una oposición institucionalizada, la sensación de estabilidad se reconstituirá

Si optan, como hacen en las autonomías, por una oposición institucionalizada, convirtiendo el partido en un órgano de Estado más con funciones de designación de cargos y ­control parlamentario, el fin de la excepcionalidad y la sensación de esta­bilidad se reconstituirán en los imaginarios. Si optan por mantener un pie fuera del Congreso y por una coor­dinadora de las personas y los pueblos separada de lo electoral y que integrara la pluralidad de la izquierda para mantener la movilización y conflictividad, la crisis material se mantendrá visible y abierta.

El que se opte por la segunda vía no sólo es importante para mantener la crisis abierta sino para continuar el carácter popular de la oposición, necesario para poder cumplir la segunda condición: un programa electoral de repudio a la deuda.

El no pago de la deuda 

La amenaza para el capital es hoy el impago de la deuda. La expansión global de las empresas y el agotamiento de los recursos llevó a inicios de 2000 a un problema para el capital: el agotamiento en la economía global de los espacios de reinversión rentable para parte del excedente producido. La solución a ello fue la reinversión de todo el excedente sobreacumulado fuera de la producción en el sector financiero, lo que permitió –mediante la creación de capital ficticio– mantener el proceso de acumulación. En países como Alemania, la reinversión financiariazada del capital se concentró en la concesión de créditos a la banca de los países de la periferia europea. La conformación de un Gobierno que declare no pagar, parcial o totalmente, los intereses o el capital de la deuda, pone en jaque a un capitalismo sin más capacidad de reproducción.

Ello obliga a que, en las próximas elecciones, el programa de las candidaturas del cambio repudie la deuda. La conformación de una estructura popular de movilización, separada de lo institucional y con influencia en el aparato político, es fundamental para ello por dos motivos. Uno, porque sería la manera de poder resolver en favor de un programa de repudio de la deuda la tensión entre la tendencia conservadora de la institucionalidad –que tenderá a desideologizar aún más la dirección de Pode­mos– y la tendencia creativa de lo popular tendente a ideologizarlo. Dos, porque sería la manera de hacer frente a la reacción del capital y a las dificultades económicas, que obligarán a sumar a la acción estatal la movilización social y los modos de organización, producción y consumo de autogestión popular.

Si hay elecciones veremos lo que pasa. Si hay investidur, la existencia de una amenaza para la UE dependerá del tipo de oposición y del programa económico.

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