El ciclo político abierto por la crisis económica en 2008 y catalizado por el movimiento 15M continúa avanzando. La incertidumbre planea en el escenario político. La ruptura y la contrarreforma se encuentran en plena disputa. El debate, por lo tanto, no puede recluirse en el posicionamiento entre el eje izquierda-derecha y el eje independentista-centralista, que a menudo predefinen la militancia en organizaciones políticas.

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El ciclo político abierto por la crisis económica en 2008 y catalizado por el movimiento 15M continúa avanzando. La incertidumbre planea en el escenario político. La ruptura y la contrarreforma se encuentran en plena disputa. El debate, por lo tanto, no puede recluirse en el posicionamiento entre el eje izquierda-derecha y el eje independentista-centralista, que a menudo predefinen la militancia en organizaciones políticas. El escenario está abierto, y los que persiguen la ruptura con el 78 y la construcción de un nuevo país tienen que debatir, sobre todo, en clave estratégica.
Comenzamos pues el debate sobre cómo afrontamos el año electoral que presumiblemente se cerrará el próximo 20 de diciembre. Hagámoslo partiendo de dos grandes objetivos. El primero que las citas electorales nos sirvan para mantener abierta la ventana de cambio y avanzar hacia una ruptura democrática. Esto se apoya en la victoria de fuerzas que se declaren deconstituyentes-constituyentes y en caso de no alcanzar esa victoria, que su presencia sea suficiente para romper el funcionamiento institucional que ha dominado la política parlamentaria reciente. Al mismo tiempo la alternativa se visibiliza en la sede del poder legislativo.
El debate no puede recluirse en el posicionamiento entre el eje izquierda-derecha y el eje independentista-centralista
El segundo: participar de las elecciones con candidaturas que permitan ir más allá del electoralismo, esto es, construir movimiento-partido capaz de ser puente entre los ciclos de movilización y construcción de poder popular de los años anteriores y de los que tendremos que volver a impulsar a partir de 2016.
Para ello, a lo largo del 2015 se han confeccionado diferentes propuestas de confluencia entre partidos, ciudadanía y movimientos sociales, de momento con más éxitos que fracasos. Estos procesos se encuentran en construcción permanente y profundizan la contradicción entre el “voto militante” y el voto que tiene en cuenta objetivos estratégicos y cuestiona en cada momento qué opción los refuerza.
Las dos opciones contestatarias
Situados ya en las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña el debate gira entorno a las dos opciones contestatarias que concurren el 27 de septiembre: Catalunya Sí que es Pot y la CUP.
El próximo 27S por primera vez en 38 años entran en contradicción el carácter jurídico y legal de unas elecciones autonómicas con el carácter político que se proyecta en las mismas. El bloque del NO ha asumido el plebiscito, y muchas argumentaciones a la izquierda también lo han hecho. Las próximas elecciones no son unas autonómicas ordinarias, tampoco un plebiscito que sustituye a un referéndum, pero en esa contradicción se debería haber puesto sobre la mesa el escenario de unas elecciones constituyentes.
Pero vayamos a las candidaturas. Con las pasadas municipales se ha demostrado que concurrir a unas elecciones genera, además de victorias como las de Barcelona hasta hace pocos meses inesperada, movimiento; esto es politización, organización y movilización. Este hecho era hasta ahora inédito. Nunca habíamos participado de unas elecciones teniendo en cuenta estas oportunidades, en las que las confluencias se han demostrado la mejor forma de concurrir por encima de la simple representación parlamentaria.
Así los procesos de confluencia catalizan la generación de nuevos sujetos políticos, superan las antiguas posiciones de la izquierda cómoda con el Régimen del 78 incorporando la ciudadanía a los procesos de participación, y conectan y refuerzan la diversidad de movimientos sociales.
El próximo 27S no habrá ninguna confluencia. Catalunya Sí que es Pot es poco más que una negociación entre partidos, y la CUP entiende las confluencias como una asimilación y no como una superación. Esto sucede en un contexto en el cual la “hipótesis Podemos” –esto es, que la marca Podemos puede disputar por sí misma el poder institucional– no se cumple.
Por primera vez en 38 años entran en contradicción el carácter jurídico y legal de unas elecciones autonómicas con el carácter político que se proyecta en las mismas
Además se han perdido otras propuestas de confluencia como era Procés Constituent; sin olvidar que fue la primera propuesta de lo que hoy conocemos como “confluencias” ya en abril de 2013. Así pues ni CUP ni Catalunya Sí que es Pot han estado a la altura del momento, y seguramente ninguna de las dos constituyen actualmente una propuesta de mayorías.
Aún así las dos realidades no son comparables. Las CUP no han entendido nunca la confluencia como un proceso abierto y de salto cualitativo. No haberse arriesgado en un momento como este es un grave error de praxis. No obstante mantiene un tejido de activistas y militantes fuerte únicamente ensanchado en su entorno más cercano políticamente. A pesar de ello, habrá que detenerse en sus resultados en el Área Metropolitana, verdadero escenario de esta cita electoral.
Por otro lado Catalunya Sí que es Pot se considera una confluencia, cuando es un proyecto de reconversión de la izquierda política tradicional catalana. Su construcción se ha basado en tres elementos clave: 1) una elaboración del programa en un formato “Ara és Demà” –cuando la coalición ICV-EUiA hacía su intento de ensanchamiento y renovación discursiva–, 2) un proceso de elección de candidatos por validación, y 3) un retroceso cualitativo en el código ético.
A todo ello cabe sumarle una mirada exagerada a las generales. Hoy el supuesto carácter confluyente de la candidatura no tiene ningún peso en la campaña electoral, cuando así hace unas semanas el reclamo principal de los diferentes agregados a la candidatura.
Sin embargo, el punto realmente negativo es que hasta que el proceso de reconstrucción de este posible nuevo espacio de la izquierda cristalice, esta apuesta no es más que una candidatura y no tiene ninguna posibilidad de ser o consolidar movimiento. Y es cuando sólo hay negociación no hay desbordamiento, ruptura.
Los objetivos
Volvamos a los objetivos. En las citas electorales, aquellas personas que perseguimos un proceso constituyente, tenemos que entender el voto en función de la posibilidad de mantener abierta la ventana de cambio.
Para ello hay que constatar primero que en Cataluña la Crisis de Régimen no se acentúa con el elemento de la corrupción: según el CIS sólo el 12,4% de los catalanes consideran la corrupción como uno de los dos principales problemas del país, mientras que en España, en la serie 2014-2015, el dato Preocupación por la Corrupción oscila entre el 45 y 60%.
En estas elecciones hace falta pues una propuesta que proyecte la Cataluña a construir, en unas nuevas relaciones que nunca podrán ser encajadas en la Constitución del 78. La crisis nacional es el elemento que profundiza el cuestionamiento al Régimen en el marco político catalán.
Se requiere, pues, una propuesta que supere el conflicto identitario y que entienda que reunir derechos sociales y derechos nacionales es dotar de programa social –de transformación– el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Que entienda además que el ejercicio del derecho a la autodeterminación implica unilateralidad y desobediencia; confrontación con los poderes que sustentan el Estado español como condición para profundizar en las debilidades del Régimen respecto de la cuestión nacional.
En este sentido la propuesta de Catalunya Sí que es Pot es claramente insuficiente y ambigua y puede facilitar el reforzamiento del bloque del No -mayoritariamente constitucionalista o reaccionario-. La posición se resume en impulsar un acuerdo por un referéndum sobre la independencia en Cataluña que será permitido por una futura mayoría en el Congreso que, además, abrirá un proceso constituyente que incluya la reversión de las políticas de austeridad. Es en esta subordinación a la dinámica política española, y a esa mirada puesta en las generales, donde la propuesta pierde prácticamente toda su potencialidad.
Por otro lado la CUP ha elaborado una propuesta específica para el desarrollo del proceso catalán que se podría resumir en una ruptura con el estado español -mediante DUI- y proclamación de un gobierno provisional encargado de abrir un proceso constituyente popular para proclamar una República Catalana donde, entre otras cosas, se resuelva el problema de las relaciones entre Cataluña y los otros pueblos del estado -fundamentada en una concepción firmemente fraternal-. Más allá de cualquier matiz con la propuesta, hay que ver en la misma una mejor concepción del presente momento histórico. Detalle importante a retener: el marco de los Países Catalanes se mantiene como elemento simbólico pero queda fuera de la propuesta estratégica.
Hoy en día, la única opción para que Mas no sea presidente es el voto a la CUP
Ahora bien la posición que expresamos no niega que el proceso catalán y un posible escenario de cambio a escala española no estén interrelacionados. Nosotros reconocemos esta dinámica recíproca y creemos que hay que trabajarla. En este sentido creemos imprescindible que el espacio de la izquierda independentista plantee seriamente su papel en el contexto estatal, apoyando activamente a la fuerzas que promuevan el cambio político y económico.
Por último, y en el plano de la táctica electoral, un argumento recurrente para no votar a las CUP es que pueden investir a Artur Mas. Quizás nos equivocamos. Sería posible, incluso, que pasara a un coste razonablemente bajo para Junts Pel Sí. A pesar de esto, pensamos que las CUP es el único partido que tendrá la posibilidad de hacer entrar en crisis la estrategia de Artur Mas -que gane Mas y pierda el sobiranismo-.
La CUP podría, si tiene suficiente legitimidad -votos en las urnas-, hacer escoger a Junts Pel Sí entre ser una candidatura independentista -que profundizaría la crisis de Régimen- o la lista de Mas. Hoy en día, la única opción para que Mas no sea presidente es el voto a la CUP.
Intentamos con las líneas anteriores romper la posición partidista ante las citas electorales, que presupone fidelidades y empequeñece la reflexión. También exponer argumentos no independentistas por un voto en favor de la CUP, como voto potencialmente más rupturista –que mantiene la ventana de cambio abierta– con el Régimen del 78.
¿Y después qué? La posibilidad de un futuro Proceso constituyente pasa por que Catalunya Sí que es Pot y la CUP articulen una propuesta conjunta, presionando a Junts Pel Sí durante los supuestos 18 meses que dura el proceso de independencia y doblen esfuerzos por la lucha de hegemonía dentro del proceso. Que articulen también una recuperación de la movilización con los ojos ya puestos en el incierto 2016, y con un posible cierre por arriba del ciclo político. Y por último, una intervención decidida de la CUP en las próximas elecciones generales que refuercen a las fuerzas potencialmente más rupturistas. En este sentido iniciativas como el manifiesto Más allá del 27-S: manifiesto por la ruptura, son totalmente oportunas.
Así pues aquellas que nos reclamamos de las tradiciones emancipadoras tenemos que intentar responder serenamente la pregunta Qué hacer? y, cualquiera que sea la respuesta, prepararnos para seguir luchando, abriendo nuevos escenarios que permitan avanzar en procesos de polítización cada vez más amplios.
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