Confluir

El sentido de la confluencia no es que confluyan un par de partidos. O cuatro. O cinco. Es borrar los partidos. Rebajarlos, desdibujar sus aristas hasta que se parezcan a otros objetos que también confluyen y que no son partidos. Son personas, o grupos, u organizaciones tan frikis que podrían ser, incluso, partidos. El sentido de todo eso es, a su vez, mayor. Desde 2011 han pasado cosas muy raras. Antes, incluso, de que hubiera partidos sensibles a confluir o insensibles a confluir. Ese algo extraño se puede explicar de mil maneras.

, periodista
29/07/15 · 8:06
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Celebración de la investidura de Ahora Madrid el pasado junio. / Irene Lingua / Diso Press

El sentido de la confluencia no es que confluyan un par de partidos. O cuatro. O cinco. Es borrar los partidos. Rebajarlos, desdibujar sus aristas hasta que se parezcan a otros objetos que también confluyen y que no son partidos. Son personas, o grupos, u organizaciones tan frikis que podrían ser, incluso, partidos. El sentido de todo eso es, a su vez, mayor. Desde 2011 han pasado cosas muy raras. Antes, incluso, de que hubiera partidos sensibles a confluir o insensibles a confluir. Ese algo extraño se puede explicar de mil maneras. Ésta es una: miles, cientos de miles de personas, han renunciado a su ideología. Es decir, han renunciado a sus puntos más interesantes –y, en ocasiones, exasperantes, puramente palizas–, en beneficio de una agenda democrática radical. Eso ha sido posible gracias a un diagnóstico sencillo, efectivo y funcional como un botijo: la democracia está siendo ferozmente atacada. No la demo­cracia de los diarios o de los perió­dicos, sino la demo­cracia cotidiana, la posibilidad de vivir, alimentarse, trabajar, amar o darle un crujo a la vida sin pisar el cuello a nadie, desde la libertad, la igualdad y la fraternidad. La crisis ésa también afecta a la democracia futura, la que algún día, sometida a cierta presión y temperatura, se podría convertir en una democracia real.

Confluir, supongo –lo estoy pensando y escribiendo por primera vez–, es eso. Observar una crisis que nos afecta a todos, renunciar momentáneamente a ideologías propias, y apostar, en un momento dramático, de acoso igualmente dramático a la democracia, por opciones radicales y efectivas de democracia. Por ideologizar, paradójicamente, la democracia, ampliarla hacia lo social y lo económico, además de lo político. Es curioso, pero en el siglo XIX eso es precisamente lo que entendían como democracia los cuatro obreretes federalistas que empezaron a dar la brasa con el palabro democracia por aquí abajo.

Confluir es, por tanto, optar por la institucionalización de la cosa. Algo que, por otra parte, no sirve de nada. Lo hemos visto en Grecia. La crisis de la democracia se traduce también en la crisis de la soberanía, en la ausencia de maniobra de un gobierno cuando sus maniobras se ubican en la dirección contraria a la señalada por otras instituciones no democráticas. Se traduce en la ausencia de capacidad de elaborar políticas. Confluir debe ser algo, por tanto, no sólo institucional. Debe ocurrir en la calle. Confluir debe ser algo, por tanto, no sólo institucional. Debe ocurrir en la calle En casa, en el trabajo. O en tu propia cabeza. Debe adoptar formas no institucionales también. Ignoro en qué consisten esas formas. Posiblemen­te, en recordar a las formas institucionales que, en un momento en el que la democracia está dejando de existir, no vamos a llegar a las instituciones para hacer política, para hacer declaraciones, para mirar seriamente a la cámara y decir bla-bla-bla. No vamos a llegar a las instituciones para ver cómo otras instituciones no democráticas nos lo niegan todo, y nuestros políticos, no obstante, van y dicen bla-bla-bla.

Confluir, vamos, consiste, ya desde el momento en el que se imagina eso, en ensanchar la democracia. No confluir es, directamente, alejarse de todo lo imaginado y sentido desde 2011. Optar por otras posibilidades existentes antes de esa fecha. Confluir sin unos mecanismos democráticos avanzados, extraños, sorprendentes, también. De hecho, confluir sin todo ese tostón de participación, de democracia interna, no es confluir. Es su aplazamiento.

Francamente, no creo que necesitemos un partido. Ningún partido cercano a nosotros se comió un kiki en las pasadas elecciones municipales. No fue así con los objetos grandiosos, descomunales, que confluyeron. Lo que necesitamos es todo lo contrario a un partido. Necesitamos confluir. Es posible que confluyendo no ganemos nada. En Grecia no se ha ganado nada. Pero sin confluir, es posible que lo perdamos todo.

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comentarios

3

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    jose56
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    Vie, 07/31/2015 - 21:00
    Ya, pero si una gran parte de esas personal confluentes pertenecen a una asociación, se corre el peligro de que esa asociación sea la que se imponga.
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    Ernesto
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    Vie, 07/31/2015 - 17:16
    a pactar con el PSOE se ha dicho! Viva don Felipe de Borbon!
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    Helena
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    Mié, 07/29/2015 - 19:34
    Confluir personas, vengan de dónde vengan, a título de personas aunque su pasado o presente sea militar en algún partido. Hasta que las personas nos hagamos con los partidos, la Democracia, la Constitución; Hasta que la Democracia sea real. Saludos confluyentes...!!!
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