Una crónica personal del foro abierto sobre transgénicos organizado por Ahora Madrid.

El 17 de Julio asistí al debate sobre transgénicos que Ahora Madrid organizó a raíz de la polémica suscitada por la declaración de Madrid como zona libre de los mismos.
Es una propuesta que viene incluida en el programa electoral y ha generado muchas respuestas en redes por parte de colectivos llamados "escépticos", "pro-evidencias" o "anti-magufos".
Este sector es muy activo en la defensa del rigor científico y en contra de la charlatanería y las pseudociencias en temas como la homeopatía, el creacionismo, los chemtrails o conspiranoias varias. También es muy beligerante cuando estas patrañas tienen acogida en medios de comunicación o instituciones públicas. Una labor que merece mucho la pena hacer porque su auge es ciertamente preocupante.
Pensaba que sería una buena oportunidad para tener un debate racional sobre transgénicos, aprovechando el hacerlo cara a cara, contar con personas expertas, etc.
No fue así en absoluto, fue más bien desagradable, y salí con la sensación de tener un problema más grave de lo que pensaba. Y de tenerlo en varios frentes: como participante de Ahora Madrid, como escéptico y como persona favorable a la declaración de Madrid como zona libre de transgénicos.
Para empezar, el ambiente parecía el traslado presencial de Twitter en su peor versión, es decir: mucha agresividad, soberbia intelectual, maniqueísmo y a ratos directamente falta de educación.
En mi opinión, mucho más por parte del sector escéptico. No son de recibo los gestos despreciativos, las risas, los aplausos desaforados ni las interrupciones. También me sorprendió la propaganda en contra que leía en Twitter desde el minuto 1 por parte de cuentas que normalmente sigo con interés; lo llamo propaganda porque lo que contaban no tenía nada que ver con lo que estaba pasando en la sala y el esfuerzo por impugnar y despreciar el propio acto parecía decidido a priori.
"Si además hablamos de un tema con fuertes implicaciones económicas, políticas, sociales y medioambientales, la prepotencia que muchas intervenciones transmitían parece muy fuera de lugar"
Una actitud que se compadece muy mal con un punto de vista científico. Sobre todo, la soberbia. Cuando uno estudia biología molecular es fácil sufrir una especie de vértigo ante la inmensidad del conocimiento disponible, de la complejidad de las relaciones y de la cantidad de cosas por descubrir. Al parecer también pasa en otras ciencias. Y es una experiencia apasionante y hermosa de la que deberíamos intentar hacer partícipe al conjunto de la sociedad haciéndola más culta científicamente.
Pero esto es una digresión. El caso es que negar cualquier margen de incertidumbre parece insensato y desde luego es equivocado; además puedes ser un experto en transgénesis y no serlo en ecología o al revés, de hecho es lo más probable. Aún más, probablemente lo eres en un tipo concreto de transgénesis o en la ecología de una zona geográfica. Si además hablamos de un tema con fuertes implicaciones económicas, políticas, sociales y medioambientales, la prepotencia que muchas intervenciones transmitían parece muy fuera de lugar.
Ese convencimiento se apoya la mayoría de las veces en una defensa de la ciencia como posición vital, algo en lo que podríamos estar de acuerdo, quizá haciendo un esfuerzo por dejar de lado ciertas visiones angelicales o ingenuas de la misma. Pero no tanto si se usa para desplazar la discusión a ese terreno.
Se suelen repetir, también en este debate, argumentos a favor de la investigación y la ciencia básica, o las aplicaciones médicas, por más que todas las personas que intervinieron en contra lo dieran por descontado e insistieran en que estamos hablando de cultivos o en general OMG liberados al medio.
Se protestaba por un supuesto perjuicio que se podría causar a esas áreas al estigmatizar en conjunto las técnicas transgénicas. Bueno, creo que es una estrategia para encastillarse en obviedades, pero concedamos que el nombre es demasiado escueto y podríamos especificar de qué transgénicos hablamos.
Sería una buena forma de resolver un problema que no existe, porque de las miles de zonas libres de transgénicos que se han declarado en todo el mundo no tenemos noticias de que ninguna haya sufrido desabastecimiento de insulina ni que científicos hayan tenido que emigrar, como sí ha sucedido con polémicas de tipo religioso.
Pero si hacemos un esfuerzo honesto por centrar la discusión, seguro que estamos de acuerdo en un par de cosas: una es que vivimos un momento de crisis ecológica. No parece que como especie se nos dé muy bien de momento cuidar de nuestro planeta, y la lista de barbaridades que hemos hecho avaladas por la ciencia y en nombre del progreso es larga.
¿Eso significa que debemos abandonar el método científico y adorar al Sol para solucionarlos? Por supuesto que no. La solución es más ciencia, más conocimiento y… otra cosa que dejo para después.
También podemos estar de acuerdo en que la tecnología transgénica es muy potente; es increíble la cantidad de cosas que se pueden hacer con ella y por eso mismo su uso masivo debería provocar algo de miedo a meter la pata, sobre todo alguna que no podamos sacar.
"Lo que se reclama es aplicar un mínimo principio de precaución, un concepto que a veces se ridiculiza como paralizante, regresivo, en contra de la ciencia y el progreso"
Porque lo que se reclama es aplicar un mínimo principio de precaución, un concepto que a veces se ridiculiza como paralizante, regresivo, en contra de la ciencia y el progreso. En realidad es todo lo contrario: una reclamación de más investigación y garantías antes de poner en marcha procesos de resultado incierto y enorme alcance.
También una lógica desconfianza por los intereses económicos en juego y por las carencias democráticas de las instituciones que deberían controlarlos en pro del interés público. No hace falta caer en teorías conspirativas para simplemente reconocer que si vivimos una profunda crisis de representación y soberanía, por culpa del desarrollo del capitalismo financiero y la corrupción institucional, este tema no va a quedar ajeno e inmaculado porque los científicos se vayan a ocupar de ello.
Así llegamos a otro argumento bastante repetido y un poco más razonable. Algo así como: "bien, hablemos de capitalismo, hablemos de patentes y todo eso, pero dejemos en paz los transgénicos; que serán buenos o malos en función de cómo se usen".
Un primer problema es cómo establecer cuál es el buen o el mal uso, o si nos enteraremos dentro de diez años de que algo en realidad no era bueno, como explicaba antes. Pero el problema principal es de nuevo escamotear la posibilidad de hablar.
Imaginad que dijéramos: "hablemos de capitalismo y crisis ecológica, pero dejemos de lado el petróleo (que es algo natural), o el ladrillo (que es inocuo), o las especies exóticas (que no tienen la culpa de nada), etc". Sonaría un poco absurdo, ¿verdad? Casi tan absurdo como no reconocer que los cultivos transgénicos entrarían en la misma categoría, esa en la que se pretende hablar del tiempo sin mencionar si llueve o no.
Por último, también me pareció descorazonador escuchar un argumento muy repetido y jaleado: que la verdad científica no se establece democráticamente, sino con evidencias y protocolos. O en versión más chusca: "no podemos decidir en asamblea cómo se construye un puente".
"Sí pretendemos que las administraciones públicas se ocupen de lo público. De nuestra salud, de las relaciones económicas abusivas, de la protección del medio ambiente"
Dejando de lado el concepto de democracia que tenga quien lo use en este debate, pongamos que se refiere a votar. Y aclaremos una obviedad: no pretendemos votar, por ejemplo, si el glifosato produce malformaciones embrionarias; la ciencia lo dirá.
Pero sí pretendemos que las administraciones públicas se ocupen de lo público. De nuestra salud, de las relaciones económicas abusivas, de la protección del medio ambiente, etc.
Y si concedemos que la ciencia la hacen los científicos, convengamos que la política la hacemos entre todas. Porque eso que me había dejado como necesario para afrontar los problemas ecológicos es la democracia, hace falta más ciencia, más conocimiento y más democracia.
Y para que sea efectiva hace falta información, participación y debate público. Pero hay que querer. Lo del 17 de julio fue un esfuerzo honesto en ese sentido por parte de Ahora Madrid pero la respuesta quedó muy lejos de estar a la altura.
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