El cambio hacia la izquierda ha venido de la mano de la sociedad civil organizada, que ha conseguido resituar las coordenadas habituales de la geometría política vasca.
Se trata de un cambio significativo, que se ha producido sobre todo en Navarra y en Araba, pero que afecta, y puede ser un nuevo camino, para el conjunto del país.
Hay en ciertas ocasiones en las que tiene tanta o más importancia cómo se consiguen las cosas que el objetivo mismo conseguido. En los nuevos ayuntamientos, diputaciones, Gobierno Foral de Navarra, el cambio hacia la izquierda –allá donde se ha dado– ha venido de la mano de la sociedad civil organizada, que ha conseguido resituar las coordenadas habituales de la geometría política vasca. Ese cambio se ha concretado en la formación de nuevas alianzas políticas, desde la aceptación de la diversidad de los actores políticos, y con fórmulas diversas y variables en el tiempo y el espacio. Una geometría política nueva, que rompe viejos esquemas aparentemente inamovibles, y que proviene de las formas de actuación de los movimientos sociales.
En Navarra, la imagen de la plaza del Ayuntamiento de Iruña –tan llena como en San Fermín pero sin guiris– en la investidura del nuevo alcalde de EH Bildu es lo suficientemente expresiva del cambio histórico producido en la Comunidad foral. La emergencia de plataformas unitarias, redes por el cambio social… es el pilar principal sobre el que se asienta el cambio político. Un cambio histórico por el que los partidos que habían detentado el poder durante décadas, sobre todo UPN, están en caída libre.
El PSE sigue en retroceso constante y el PP se encamina a la irrelevancia política, una vez perdido su último bastión, Vitoria
En Vitoria, la plataforma Gora Gasteiz supo levantar un muro popular contra el autoritarismo y el racismo del PP, lo que imposibilitó que los cambalaches de la vieja política se impusieran de manera que el racista Maroto tuvo que abandonar el Consistorio con las orejas gachas.
El PNV gana la alcaldía de Vitoria, pero las fuerzas de izquierda –EH Bildu, Podemos, IU-Equo– que lo auparon al poder tienen en conjunto muchos más votos –tanto en la capital como en la provincia– y tendrán una capacidad importante de presión. Además, ganan legitimidad ética y un capital político que puede tener su importancia de cara a próximos comicios, si se consolidan las nuevas alianzas, vista la caída de votos del PSE y del propio PNV en Gasteiz.
Bilbao, la gran metrópoli vasca, sigue siendo la asignatura pendiente del cambio, pues la fortaleza del PNV sigue allí indiscutible. Resulta extraño que Bilbao sea una excepción dentro de los procesos de cambio que se están dando en otras grandes ciudades del Estado español. Trivializando un poco, parece que los habitantes de la capital de Bizkaia siguieran embrujados por el cambio urbanístico propiciado por el PNV en su ciudad. En cualquier caso, ‘las izquierdas’ de aquel territorio harían bien en replantear sus estrategias, y sumarse a los vientos del sur.
Gipuzkoa, y su capital Donostia, han supuesto la confirmación del tópico de que es más fácil alcanzar ‘el poder’ que mantenerlo, sobre todo si quieres utilizar ese ‘poder’ para el cambio social. Aviso a navegantes para quienes ahora ocupan alcaldías importantes en el Estado español.
La persecución sistemática por parte de los defensores del statu quo –que no han dudado en usar el populismo y la demagogia– y ciertos errores propios han conseguido desalojar de la diputación, y de algunos ayuntamientos, a EH Bildu, a pesar de que había acometido un intento serio y honesto de cambio social y empoderamiento ciudadano.
En el conjunto del país, las fuerzas a favor del derecho a decidir se imponen por goleada a quienes lo niegan, lo que puede tener su importancia a medio plazo en el proceso soberanista vasco. El cambio mayor se produce en el campo de los no independentistas, pues las fuerzas emergentes, sobre todo Podemos –Ciudadanos es marginal–, arrebatan espacio político a un PSE en retroceso constante. Mientras que el PP se encamina a la irrelevancia política, una vez perdido su último bastión en Vitoria.
Hay que recordar que, una vez más, no todas las fuerzas políticas en liza han jugado en las mismas condiciones. Muchos dirigentes y militantes de EH Bildu continúan encarcelados de forma injusta, y la situación de los presos sigue siendo un hándicap.
El debate que se abre ahora no es tan distinto del que se da en Cataluña o incluso en el conjunto del Estado, aunque por supuesto desde otras coordenadas. Se trata de decidir cuál es la mejor fórmula para que la emergencia social se refleje en lo político. ¿Suma de fuerzas o frente amplio –y definir cómo sería éste–? ¿Frente popular y/o frente soberanista? Preguntas que son encrucijadas...
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