El autor plantea las tres claves que deben ayudar a traducir el éxito de Barcelona en Comú, los buenos resultados de las candidaturas de confluencia apoyadas por Podemos y el ascenso de la CUP.
La victoria alcanzada por Barcelona en Comú, los excelentes resultados de las candidaturas de confluencia apoyadas por Podemos posicionándose como segunda fuerza en las principales ciudades catalanas (Badalona, Terrassa, Santa Coloma, Cornellà, Sabadell…) unidos al ascenso de la CUP, que ha triplicado su voto en las municipales, prefiguran una nueva sacudida en el convulso mapa político catalán que inevitablemente tendrá efectos tanto en la agenda política como en el mapa de futuras alianzas entre los diferentes actores políticos y sociales.
En primer lugar, se complica la estrategia política de Mas fundamentada exclusivamente en la reivindicación soberanista aplazando sine die la agenda social y de regeneración democrática. El éxito obtenido por las candidaturas ciudadanas en Barcelona, así como en las ciudades más castigadas por la crisis, dibuja un escenario mucho más abierto y complejo para la política catalana.
Las candidaturas de confluencia reconocen el derecho de la autodeterminación, pero se apartan del abrazo del oso con que Mas pretendía liderar el proceso independentista tras la consulta del 9 de noviembre. Frente a la idea de un frente patriótico liderado por Mas, que tenía que servir para una refundación de la federación nacionalista maltrecha tras el escándalo Pujol, oponen una alianza ciudadana anti-austeridad y con una clara vocación de regeneración ciudadana.
Frente al poder omnímodo representado por Mas tras la debacle socialista de 2010 y 2012, oponen la figura de la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que representa un contrapoder real y efectivo, no meramente simbólico, instalado en la otra acera de la Plaza Sant Jaume. El quiebre de la estrategia de Mas es evidente y éste se produce no por un cambio en la correlación de fuerzas entre independentismo-españolismo, sino por la aparición de un tercer actor que provoca un cambio de los marcos de debate.
En segundo lugar, el éxito de las candidaturas de confluencia evidencia la factibilidad de una alianza por el cambio capaz de derrotar las políticas de austeridad en Cataluña. Sin embargo, dicha posibilidad difícilmente cuajará a través de pactos cupulares basados en el reparto de cuotas, sino a través de un nuevo protagonismo ciudadano en que los nuevos actores que han impulsado los movimientos anti-austeridad (marea blanca, marea amarilla, movimiento feminista o plataformas anti desahucios) ejerzan un rol protagonista en este nuevo escenario de asalto democrático a las instituciones. La responsabilidad del momento histórico exige, por parte de los distintos confluyentes, grandes dosis de generosidad que se expresen en la capacidad de pensar más allá del fetichismo de las siglas y del reparto de cargos.
Finalmente, el éxito de Barcelona en Comú nos lleva a valorar y replantearnos el rol de los liderazgos. Demasiado a menudo, desde posiciones dogmáticamente horizontalistas se ha tendido a desconfiar de los liderazgos en los movimientos de transformación social. Sin embargo, la eclosión de distintas expresiones de cambio en Grecia, el estado español o Barcelona sitúan sobre el tapete la necesidad de liderazgos fuertes, pero no por ello menos democráticos, que sirvan de palanca y motor de cambio.
En los próximos meses, se verá si estos tres factores –combinación de agendas, alianzas ciudadanas y nuevos liderazgos- pueden acabar generando expresiones políticas capaces de disputar el gobierno de la Generalitat a Mas y generar un cambio substantivo en la política catalana.
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