La 'nueva política' y sus límites

Que la función actual de la política consiste en despolitizar, resulta bastante evidente

, Filósofo y activista
20/05/15 · 12:31

Es innegable que hoy día, aquí y ahora, nos encontramos ante una saturación política de la realidad. ¿Quién podía pensar, hace unos años, que algunos de los programas de máxima audiencia serían entrevistas con políticos o tertulias sobre política? ¿Quién podía esperar que compañeros y compañeras apostarían por plataformas electorales que prometen una nueva política?

Y, a la vez, esta realidad saturada de y por la política se nos aparece también bajo la imagen de un alud de noticias, de una sucesión imparable de acontecimientos. Todo arde deprisa e invariablemente. Pero este fuego que parece no perdonar nada, no ilumina la noche. Muy al contrario, se trata de un fuego mediático e irreal que nos hunde en una especie de déjà vu, en una situación esperada. ¿Ya conocida?

Que la función actual de la política consiste en despolitizar, resulta bastante evidente. Si la cárcel, en tanto que ejemplo de institución disciplinaria, sirve para producir y gestionar la delincuencia, ¿sería muy equivocado afirmar que la política persigue, por su parte, despolitizar y producir impotencia? En otras palabras, la función despolitizadora de la política consiste sobre todo en esconder mediante ilusiones y las pequeñas esperanzas propias del mal menor, que nos hallamos ante un impasse. La acción política auténticamente transformadora está bloqueada porque: 'lo que es políticamente factible no cambiará nada, y las acciones que podrían promover cambios realmente significativos son políticamente impensables'. El impasse que la política nos oculta es, sencillamente, que no sabemos cómo salir del capitalismo.

El movimiento del 15M fue capaz de medirse con este impasse, aunque asustado por su propia fuerza, y cada vez más sujeto a esa entelequia que es la opinión pública, permaneció prisionero de sí mismo. No supimos abrir cauces para que la rabia digna se desplegara por la ciudad. Pues bien, la nueva política aparece para ofrecerse como solución, y lo hace paradójicamente, defendiendo la autonomía de lo político –y el concepto de representación a ella asociado–, En vez de profundizar la politización existencial que se iniciaba, lo que se propone es traducir políticamente el desafío planteado justamente uno de los objetivos fundamentales de la crítica realizada desde las plazas. En vez de profundizar la politización existencial que se iniciaba, lo que propone es traducir políticamente el desafío planteado, y eso de dos maneras distintas. La primera, mediante la interpelación. Se trata de la construcción populista de un nosotros, de una mayoría social hegemónica a partir de un grupo subalterno definido como opuesto a una casta. La segunda, construye el nosotros mediante la interpenetración entre los movimientos sociales y la izquierda tradicional. Podemos y Bcn Encomú. Lo que ocurre es que esta nueva política no ha cortado con la antigua política moderna, puesto que permanece atada a sus categorías tradicionales, y sobre todo, sigue creyendo en que basta apoderarse del código gobierno/oposición que rige el subsistema político para producir otro sentido. Pero dar otro sentido a la realidad, no es cambiarla.

En el interior del vientre de la bestia, en esta realidad plenamente capitalista en la que habitamos, el juego electoral reproduce incansablemente el mito de Sísifo. "¡Esta vez sí... ganamos!". La nueva política actúa como si se pudiera hacer otra política, una política esencialmente diferente. Es falso. Es falso por una razón fundamental: hace mucho que la política ha perdido toda centralidad, y por tanto, toda capacidad de amenazar la realidad. La política se mutó en política de Estado y el bipartidismo (PP/PSOE) le fue muy útil. Ahora, con la globalización, la política de Estado se convierte en gubernamentalidad neoliberal, es decir, en una gestión empresarial, auténtica simbiosis entre racionalidad tecno-científica y mercado que escapa a la soberanía del Estado. La autonomía de lo político se ha esfumado. Ciertamente el neoliberalismo son los recortes, las privatizaciones, la expropiación de lo común... pero, por desgracia, es mucho más. La nueva política, porque no desea apartarse del sentido común, no quiere aceptar que somos nosotros mismos los que aguantamos este mundo y esta vida. Evidentemente, la casta es el problema. Sería, sin embargo, más exacto afirmar que el problema somos nosotros. Las piezas que hacemos funcionar esta máquina de destrucción La nueva política se autoengaña, y también nos engaña masiva –y de seducción también masiva–. La nueva política se autoengaña, y también nos engaña.

Cada vez que se pone el rostro de un candidat@ en una papeleta de voto, cada vez que se construye la unidad política como unión de partidos políticos... cada vez que se evita hablar de capitalismo para hablar solamente de corrupción, de transparencia o de participación... nos alejamos de un auténtico cambio social. Cada vez que se nombran los derechos y se olvida mencionar el (contra)poder necesario para conseguirlos, se escamotean las dificultades existentes. Quizás es imprescindible para ganar en la carrera electoral. Pero ¿qué significa ganar cuando lo que verdaderamente queremos es transformar radicalmente este mundo que nos ahoga?

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comentarios

3

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    Adorno
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    Sáb, 05/23/2015 - 19:07
    Debe ser el poco cuidado prestado al lenguaje, quizás por eso desprenda ese tufillo heideggeriano, algo así como la añoranza por la pérdida del origen. "La autonomía de lo político se ha esfumado" dice el autor; como si alguna vez la hubiera poseído. Los planteamientos políticos aromatizados de autenticidad contemplan desde los márgenes cómo el juego -que determina nuestras condiciones materiales- se desarrolla siguiendo su propio curso. Está claro, sus reglas están diseñadas para perpetuarse, para excluir lo sospechosamente revolucionario. Con eso han neutralizado a su rival: su respuesta a cambio es seguir viendo enfadado desde los márgenes a pesar de saber que ese juego del que se han excluido sea la herramienta para cambiarlo desde sus adentros. La reglas están hechas para que quien pretenda cambiarlo se dé por adelantado como perdedor.
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    Vie, 05/22/2015 - 21:04
    El pensamiento capitalista hace parte tan íntimamente de nosotros (MI casa, MI mujer, MI perro) que es muy difícil escapar de el. No se nos ha enseñado que somos parte de un grupo, que nuestros actos, pensamientos, maneras de insertarnos o no se repercuten forzosamente en el  grupo. Pensar en "nosotros" en lugar de "yo" se nos hace muy difícil. De hecho lo que nos enturbia es el sentido tan profundo de la propiedad. Y como hace tantos años, sino siglos, que la política en realidad está basada en este sentido, va a tomar mucho tiempo hasta que cambiemos. La única esperanza que tengo es que, como ha dicho no me acuerdo quien, el capitalismo se está comiendo a sí mismo, como el pez se muerde la cola. Pero para entonces habremos tenido que cambiar nosotros también...
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    Maioio
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    Vie, 05/22/2015 - 11:26
    "...el impasse que la política nos oculta es que no sabemos cómo salir del capitalismo". Totalmente de acuerdo, si hay una piedra de toque de nuestros tiempos es esa. Y añadiría que POR AHORA las salidas que se han ensayado han sido desastrosas y han mostrado grandes límites. Que se lo digan al socialismo real (totalitarismo) o a los zapatistas (impotencia). En lo que discrepo es que, en mi opinión, el mayor problema ahora mismo no está en la parte institucional de la política (que también), sino en la PROPIA orfandad de alternativas económicas viables. Me gusta mucho la investigación seria que se está haciendo en torno a los bienes comunes y su relación con las administraciones públicas. Me gusta también mucho el aforismo de Santiago Alba Rico: revolucionarios en lo económico, reformistas en lo institucional, conservadores en lo antropológico. Un saludo
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