Tecnologías del capital

Los autores argumentan por qué tanto la economía como la sociedad se organizan partiendo de un desequilibrio de potencialidades que se traduce en una forma específica de violencia.

26/05/15 · 8:00
Edición impresa

El capitalismo fabrica lo real imposibilitando la existencia de algún elemento ajeno a su maquinaria. Todo, incluso aquello que nace como revolucionario, acaba instalándose dentro de su lógica. Esta racionalidad, basada en el crecimiento y la acumulación, amplía los límites de creación de lo real gracias a los cauces perpetrados por las viejas estructuras religiosas. Sobre la base moral del cristianismo, el capitalismo extendió una red invisible no positivizada en un saber político efectivo y que llamaremos 'psicopoder', una forma de gobierno previa a la reflexión aún por estudiar que opera en la mente de los sujetos. 
 

lo propio de la máquina capitalista es hacer la deuda infinita

Bajo el lema de "vivir por encima de las posibilidades" –de esas posibilidades que él mismo había creado–, el inconsciente social fue silenciosamente invadido por una mutación del fenómeno económico en fenómeno religioso a través de las nociones de culpa, promesa, fe, sacrificio y salvación.  

La culpa se convierte en deuda, la fe en crédito, la promesa de paz en una libertad, la existencia de bondad en otra forma de productividad, el sacrificio en explotación y la salvación en riqueza. Con el cristianismo, la deuda se hace infinita y se une con la divinidad. Al introducir la noción de infinito, el cristianismo da una nueva perspectiva a la culpa que el capitalismo usará para la deuda.

Tal y como afirma Deleuze, lo propio de la máquina capitalista es hacer la deuda infinita, como el cristianismo hace infinita –más allá de la vida– la deuda con Dios. Bajo este prisma podemos hacer una traducción de términos, Dios será traducido por capital y cristianismo por capitalismo.
 

Como no puede ser de otro modo, la relación entre acreedor –Dios– y deudor –fiel– es una relación de poder asimétrico. El capital se convierte en un poder de mando. Tanto la economía como la sociedad se organizan partiendo de un desequilibrio de potencialidades que se traduce en una forma específica de violencia. Tras la debilitación estamental de los aparatos burocráticos, han surgido nuevas formas de aplicar el poder también asimétricas ajenas a la política tradicional que vendrán dadas por la violencia física y económica.  

Al individuo se le suma una nueva identidad, el comunicador, a las ya clásicas de trabajador y consumidorLas leyes del mercado se aplican sin fisuras allí donde las viejas formas de poder se han debilitado instaurándose como un poder mucho más deslocalizado que impide ejercer con fuerza la resistencia porque además de ser un poder represor, es un poder seductor. Esta seducción se traduce en la acumulación de mercancías y en la ampliación del concepto de deseo desde la maquinaria capitalista como generadora de pseudonecesidades. Dentro de la lógica capitalista los individuos siempre desearán ampliar su 'mundo'. No queda ni una parcela de lo real alejada de los dominios del capital y de la noción de intercambio. 

Si el capital amplía el plano de lo real, podemos definir lo real como lo tangible y lo tangible como susceptible de ser intercambiado en el mercado. Siguiendo esta definición, todo  lo que se encuentra bajo el yugo capitalista es susceptible de ser intercambiado en el mercado. De modo que el derecho a la vida, a la igualdad, a la vivienda, etc., también lo son.¿Qué implicaciones reales tiene esta afirmación de que incluso la abstracción del derecho pueda ser vendida y comprada en el mercado? Pues, que todos nuestros derechos, que poseían un halo sagrado e innegociable –impensable poder comprar la libertad o la igualdad de raza en nuestra época, aunque sí en otras– son expuestos en el mercado por un precio abstracto previamente fijado de manera virtual.  

Esta fábrica de ficciones históricas, políticas y sociales ha privilegiado el plano virtual frente al real. Entendemos por virtual la misma definición que da Proust en En busca del tiempo perdido, aquello que es real sin ser actual e ideal sin ser abstracto. Lo virtual no es algo fuera de lo real, sino otra posibilidad de actuación sobre lo real que, de hecho, produce efectos y desde la cual se amplían los marcos de lo real. No sólo los derechos y el conjunto de la vida son medibles según el capitalismo, sino que incluso lo que aún no es, como el futuro, es intercambiable en el presente como expectativa económica de ganancia o pérdida, realizando ejercicios y actos de fe del presente real que queda relegado a las expectativas a partir de la eliminación de cualquier predicción segura.

Lo virtual y lo real 

El ejemplo es urgente: cualquiera necesita rentabilidad y para ello pide un crédito a un banco que automáticamente le conceden –sabiendo que la posibilidad de que lo devuelva es escasa–, pero para ello se le impone la condición de que se utilice su casa como aval. Finalmente, el banco acierta en su planificación y el deudor no puede pagar su deuda virtual, pero este banco se acaba apropiando de la casa, que es lo real.Por tanto, la titulización y la reserva fraccionaria del sistema bancario extenderá una red virtual de expectativas y deseos sobre los sujetos que, seducidos por ella, expondrán sus derechos y sus bienes al riesgo de los mercados. Así el capital sólo tiene que hacer desaparecer esta red virtual para que se desvele una nueva configuración de lo real. Para hacer de lo real el instrumento elástico expropiatorio del capital, el capitalismo se servirá necesariamente del derecho y oscuramente de la moral.  

De modo que si existe un organismo que, operando en un alto porcentaje en lo virtual, cambia la realidad bajo el amparo de la ley, la ley será lo único que podría impedir que la resistencia nazca en lo virtual y se extienda a lo real. Bajo esta perspectiva podemos observar que existen dos clases de sujetos legitimados para el cambio en lo real: un sujeto activo de cambio que es el banco y otros sujeto de cambio pasivo que es el ciudadano. 

Este psicopoder se perfecciona con la aparición de la era digital que arroja flujos masivos de datos sobre todas las conductas, emociones y sentimientos humanos. Nada escapa a su visión. Por esa razón la moral capitalista introduce una nueva virtud: la transparencia, análoga a la confesión cristiana. El ciudadano transparente no tiene nada que esconder, ofrece máximas garantías sobre la predicción de sus conductas y, por tanto, sobre su capacidad de cumplir promesas –créditos–, así como sobre sus gustos y sus acciones cotidianas que han sido facilitadas gracias a la creación filantrópica de las redes sociales. Al individuo se le suma una nueva identidad, el comunicador, a las ya clásicas de trabajador y consumidor.
 
El capitalismo, al apropiarse por completo de lo real, de todo el conjunto de la naturaleza, estrangula la realidad asfixiando el plano donde se desenvuelve. El poder de la deuda alberga hoy todas las categorías humanas como en su época lo hizo el cristianismo. Un poder como el antiguo que seduce desde la salvación, la recompensa y la esperanza.
Tags relacionados: capitalismo número 246
+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto