La tierra de ‘Quadrophenia’

En lo local, está en juego mucho más que una medición masiva de la fuerza electoral de las propuestas de cambio real contra la oligarquía financiera y de partidos.

, De la Fundación de los Comunes
14/04/15 · 17:58
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Las cuestiones que presentan mayor interés en estas semanas son  el impacto que tendrá el municipalismo radicalmente democrático en las elecciones locales y la muy probable consolidación del regeneracionismo lampedusiano con Ciudadanos (C’s) como variante interna del régimen. Destaca­ría también el papel de la política financiera del Banco Central Europeo en la modificación del esquema de análisis binario de la crisis de régimen en el que se apoyaba, con no poco acierto, la propuesta estratégica respaldada en la Asamblea ciudadana de Pode­mos en noviembre pasado. Por último, a raíz de las elecciones andaluzas y ante las próximas autonómicas, es interesante el dilema estratégico que para Po­demos supone formar o participar en gobiernos autonómicos de coalición.

En lo local, está en juego mucho más que una medición masiva de la fuerza electoral de las propuestas de cambio real contra la oligarquía financiera y de partidos. Gracias al rol desempeñado por Ada Colau y en menor pero no menos funda­mental medida, por Ganemos Ma­drid, tenemos una versión municipalista y metropolitana del cambio político y del proceso constituyente que no tiene por qué entrar en contradicción con el planteamiento que apunta al Congreso y a la formación de un gobierno de España como objetivos decisivos. Antes bien, cuesta imaginar una participación ciudadana activa en el proceso constituyente que no pase, en primer lugar, por el asalto a las cuestiones de ciudades y metrópolis, por la ciudad de los subalternos contra la ciudad del capital. Sin esa participación ciudadana abierta por los procesos municipalistas y que puede consolidarse en los consejos y gobiernos municipales, la expresión “proceso constituyente” puede terminar siendo tan abstracta y engañosa como lo fue en el periodo 76-78 de la transición posfranquista.
 

C’s cumple un papel parecido a las operaciones monetarias del BCE: ganar tiempo

A estas alturas ya no cabe duda de que el ascenso de C’s debe más al cambio de criterio de las oligarquías financieras y mediáticas que a los errores de Podemos, por no hablar del trip a lo Mishima en el que se ha embarcado Rosa Díez. Ahora bien, resulta exagerado hablar de “revolución pasiva” o de “reforma del régimen”. Más bien, C’s cumple un papel parecido a las operaciones monetarias del BCE: ganar tiempo, dejar que el tiempo suspendido haga sus efectos de división, exasperación y desconcierto en las fuerzas del cambio. Pero la función de C’s es ambivalente y no está exenta de riesgos: es el problema de los dobles y los sosias. Podemos puede perfectamente ser el doble antisistémico del doble sistémico, basta no dejarse arrastrar por el miedo de la posesión por el doble, el Doppelgänger.

Luis María Linde, gobernador del Banco de España, demuestra que la obediencia destruye cualquier prestigio intelectual cuando afirma que a las políticas laborales y fiscales de Rajoy se debe la presunta ‘recuperación’, cuando precisamente el informe del Ban­co de España que motivaba sus declaraciones dice lo contrario. Basta oír a Draghi cantando las excelencias de la política económica de Rajoy para darse cuenta de que la política gubernamental se ha convertido en un teatro de marionetas y autómatas para divertimento de las ‘personas normales’, pero que es en Francfort donde se piensa de veras el límite político de la austeridad, actuando ante las amenazas de Syriza y Podemos, y las que vendrán.

En cuanto a lo autonómico, la quadrophenia demoscópica de estas semanas pone en tela de juicio la Blitz-Krieg electoral de la ponencia política de junio de 2014. Parece que la crisis del régimen se prolongará más de lo pensado, aunque sabemos que no tiene solución, salvo la de nuestros propios errores, impaciencias, autosuficiencias. No se puede entrar en gobiernos con ningún partido del régimen, salvo que sean cadáveres andantes. Y eso es algo que se ve y se huele, y que las personas entienden. Hasta para la “autonomía de lo político” hay límites de sentido y de prudencia.

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