A la altura del desafío

A pocas semanas de la sorpresiva irrupción de Po­demos en las elec­cio­nes europeas, tanto Pa­blo Iglesias como Íñigo Errejón lanzaban un órdago a la galaxia de movimientos y redes que habían protagonizado el ciclo político abier­to por el 15M. Entramos en una fase clave, decían, marcada fundamentalmente por la traducción de la fuerza social en fuerza política y cuyo principal escenario será la disputa de poder en las instituciones.

, de Ganemos Málaga. @NicoSguiglia
26/02/15 · 17:27
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A pocas semanas de la sorpresiva irrupción de Po­demos en las elec­cio­nes europeas, tanto Pa­blo Iglesias como Íñigo Errejón lanzaban un órdago a la galaxia de movimientos y redes que habían protagonizado el ciclo político abier­to por el 15M. Entramos en una fase clave, decían, marcada fundamentalmente por la traducción de la fuerza social en fuerza política y cuyo principal escenario será la disputa de poder en las instituciones. Con bastante acierto en el diagnóstico y en gran parte de sus propuestas e hipótesis, señalaban que el ciclo corto de 2014-2015 obligaba de forma irremediable a atravesar e intervenir en una fase electoral o institucional. Una fa­se que tiene tiempos y modos de hacer singulares y que exige un tipo de inteligencia y tensión organizativa claramente distintos a la fase explosiva de la movilización y la protesta. Si bien Pode­mos está determinado a jugar un papel clave en este proceso, argumentaban sus portavoces, es necesario que nos acompañen el máximo de actores sociales y políticos: “Necesitamos que los movimientos estén a la altura”.

Pocas semanas después de estas declaraciones se presentaba en Bar­ce­lona el proceso de confluencia municipalista de Guanyem Barcelona –hoy Barcelona en Comú–, encabezado por Ada Colau y que en pocas semanas fue replicado, con mayor o menor éxito, en decenas de municipios españoles. La llamada apuesta municipalista puso en marcha, con muchísima intensidad, un proceso de creación de nuevos actores políticos en las ciudades basados en la cooperación y colaboración de diferentes fuerzas y ciudadanos, con el objetivo de presentar en las próximas elecciones municipales unas candidaturas de ruptura democrática.

Gran parte de estos procesos fueron impulsados por sectores muy activos en el ciclo del 15M –gente de la PAH en Barcelona y del Movimiento por la Democracia en Madrid, Zara­goza o Málaga, por poner sólo algunos ejemplos– que, asumiendo el desafío institucional, hicieron un virtuoso esfuerzo para gestionar el carácter áspero y difícil de la real politik y propiciar acuerdos políticos de mucha complejidad. La tarea no era fácil, ya que implicaba, entre muchas otras, moverse en el terreno de los acuerdos y negociaciones entre fuerzas políticas; al tiempo que se mantenía, de la manera más fiel posible, el estilo de apertura y desborde, así como la energía y los modos de hacer propios de la llamada nueva política. Si bien los resultados de estos procesos han sido desiguales y aún queda por saber cómo saldrán parados tras la cita electoral, hay que reconocer que en buena medida los movimientos que han participado en la apuesta municipalista han estado a la altura.
 

Hay que reconocer que, en buena medida, los movimientos que han participado en la apuesta municipalista han estado a la alturaEste proceso de articulación política a escala municipal sumado a los recientes resultados de los procesos electorales regionales internos de Podemos suponen en principio una buena noticia para el proceso de revolución democrática en curso. Si prestamos atención a las experiencias contemporá­neas de transición posneoliberal –ya sean las latinoamericanas o la nueva etapa inaugurada por Syriza en Grecia–, veremos que una de las características más relevantes tiene que ver con la conformación de actores políticos caracterizados por el desborde de la forma-partido. Y por una arquitectura organizativa compleja que combina de forma virtuosa dinámicas de centralidad y cohesión con negociaciones flexibles entre distintos sujetos; y procesos de construcción y movilización por abajo propios de los llamados movimientos populares.

Estar a la altura del desafío implica tener presente que no bastará con buenos y honrados dirigentes y quizás tampoco con tomar el mando político de determinadas instancias de gobierno. Parte de este desafío pasa por complementar el virtuoso trabajo desarrollado en este tiempo por Podemos con la emergencia de nuevos actores que acompañen y enriquezcan el proceso de revolución democrática en curso, así como por desplegar procesos de organización social y cultural que permitan hacer de la nuestra una sociedad abigarrada y preparada para un cambio que se presenta ya irreversible.

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