El protagonismo ciudadano

Desde el terreno electoral también se puede crear movimiento.

, participante de Guanyem Terrassa
03/03/15 · 8:00
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Entre gente que venía de diferentes movimientos sociales se ha planteando la necesidad de “asaltar” las instituciones para ponerlas al servicio de la mayoría. Se veía claro que, junto a las luchas en defensa de nuestros derechos, para el 99% el campo electoral también podía ser un terreno de batalla para gobernar y recuperar la democracia. Esto no suponía una elección entre la una o la otra, sino una ampliación de las luchas.

Aún no se sabe si en muchos sitios se cerrarán acuerdos para construir candidaturas a las municipales de mayo, por lo que se hace difícil una valoración. Pero desde la experiencia personal podemos sacar lecciones de estos procesos municipalistas, o más bien sensaciones y consideraciones sobre estos meses.

Muchas de las personas que han promovido apuestas municipalistas ciudadanas de mayorías y de confluencia vienen de experiencias previas en diversos movimientos y han sido claves en todo este proceso. Pero, al mismo tiempo, estos procesos han permitido la interpelación a una mayoría social y la incorporación de no pocas personas para las que ésta es su primera experiencia política. Una de las claves y la fuerza de estos procesos reside en que sea la gente la que los lidere y que exista una estructura organizativa donde se puedan incorporar a trabajar. Y, por supuesto, garantizar que esta estructura organizativa ciudadana seguirá existiendo después de las elecciones y será la que controle, fiscalice, proponga y decida sobre las políticas de su ciudad.

Desde el terreno electoral también se puede crear movimiento. No sólo se puede, es una obligación si queremos que estos experimentos municipalistas permitan cambios sustanciales en la vida de la gente y en la formas de hacer política desde las instituciones, al mismo tiempo que se pueden convertir en espacios de ruptura desde abajo que permitan abrir otros procesos más amplios y que nos lleven hacia un proceso constituyente.

Uno de los retos que estas experiencias deberán afrontar es el de los dos ritmos. Actualmente todas estamos condicionadas por el que sería el primero de esos ritmos, el electoral. Gran parte de los esfuerzos están puestos en cerrar la confluencia, la metodología para la elaboración de las listas y el programa. Este primer ritmo a veces hace que no se perciba ese segundo ritmo, más de medio-largo plazo, que es el de la construcción de organización, de pensar cuál será la forma de gobernar con la gente, el de definir los mecanismos en la toma de decisiones y en la gestión de los bienes comunes.

Trabajar por objetivos concretos dejando las siglas a un lado es sencillo de decir, pero bastante más complicado de hacer

Y, por supuesto, está la palabra que hemos puesto de moda, la confluencia, el cómo se construye este proceso liderado por la ciudadanía, pero donde los partidos políticos que comparten el relato, los objetivos y la metodología también se pueden sumar. No está siendo nada fácil hacer viable un proceso en el que muchas veces los idiomas y los códigos son tan diferentes entre la gente que viene de los movimientos o que se incorporan como primera experiencia política, y las lógicas de los partidos. Estas lógicas totalmente distintas generan tensiones que dificultan los procesos. Trabajar por objetivos concretos dejando las siglas a un lado es sencillo de decir, pero bastante más complicado de hacer. Los procesos de confluencia con partidos que se están cerrando en la mayoría de los procesos municipalistas serán muy diferentes entre ellos, ya que cada territorio tendrá unas condiciones determinadas para que pueda ser de una o de otra manera. Allá donde se consiga que el protagonismo sea ciudadano y que los partidos se pongan al servicio del proceso será donde se abrirá un escenario de posibilidad para contribuir con la revolución democrática desde el municipalismo.

Deberemos esperar aún un tiempo para poder valorar en todo su recorrido estas experiencias y ver si se cumple la hipótesis con la consolidación de un municipalismo dirigido y protagonizado por la gente, que genere una democracia real en lo más cercano, que son nuestras ciudades y nuestros barrios, y que no se repliegue en lo local, sino que su carácter de ruptura ‘por abajo’ con el Régimen del 78 permita un verdadero proceso constituyente, que vaya mucho más allá de la elección de los gobiernos locales.

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