Las interpretaciones sobre la situación de Venezuela

Hablar de Venezuela hoy es aclarar una realidad político-económica que se interpreta oficialmente desde dos discursos hegemónicos. Trataremos, por nuestra parte, de construir una visión autónoma –que algunos llamarán clasista o emancipatoria– cuyo fin es mandar las otras dos al carajo.

, Del proyecto Nuestra América - Movimiento 13 de Abril y exviceministro venezolano de Planificación entre 2002-2003
20/02/15 · 8:00
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Isa

Hablar de Venezuela hoy es aclarar una realidad político-económica que se interpreta oficialmente desde dos discursos hegemónicos. Trataremos, por nuestra parte, de construir una visión autónoma –que algunos llamarán clasista o emancipatoria– cuyo fin es mandar las otras dos al carajo.

Se dice por el lado de una derecha descaradamente neoliberal y proyanqui que el Gobierno de Nicolás Maduro ha terminado de llevar todo el andamiaje “populista” hasta sus últimas consecuencias. La inflación, el desabastecimiento, el dólar negro, los problemas terribles del contrabando no son más que la última barrera de auxilio para una economía que dentro del espacio nacional no tiene ningún futuro, y el ejemplo perfecto de que toda forma de “populismo socializante” al final no hace otra cosa que empobrecer más a la sociedad y destruir su economía.

El Gobierno, siguiendo las líneas de la situación ya vivida en el año 2002 –conspiración abierta y de masas de la oligarquía–, y tratando como nunca de hacer una comparación de la situación vivida en Chile en 1973, habla de la “guerra económica” con finalidades políticas. La “oligarquía” y sus aliados económicos externos e internos estarían incrementando el desabastecimiento a través del acaparamiento y la formación de mafias contrabandistas –una situación que afecta a cerca del 50% de los productos básicos– y una inflación –alrededor del 70% el año pasado– producto de la especulación que tiene como referencia el “dólar negro” –mientras el dólar oficial tiene un valor de 6,30 bolívares (Bs) por dólar, el “dólar negro” ya ronda los 200 Bs–. A esto se le suma una campaña “imperialista” que busca bajar el precio de la deuda venezolana, lo que crea el éxodo de acreedores e inversionistas, dejando al país sin piso para futuros créditos en un momento donde prácticamente han desaparecido las reservas líquidas de divisas. Frente a esta “guerra económica”, el Gobierno hace propaganda de la compensación que intenta a través de los mercados regulados directamente por el Estado (Mercal, Pdval, Abastos Bicentenarios), y subidas –muy tímidas frente a la inflación– del sueldo mínimo. Además de hacer alarde de la política ya tradicional del chavismo: expansión del gasto público en educación, salud, misiones sociales, etc.

Una como otra son ‘explicaciones’ en las que cada actor utiliza términos aparentemente técnicos para interpretar la realidad según le convenga a su interés político: el regreso de la derecha al poder por un lado, la conservación del mismo en nombre de la revolución por el otro. Ambas interpretaciones, una acusatoria-ofensiva y la otra acusatoria-defensiva, son precisamente eso: acusaciones hacia el enemigo político –y según el Gobierno, aparentemente de clase.

Desde el punto de vista de las clases desposeídas, lo que vemos es de nuevo una subida de la pobreza producto de la desvalorización del salario y en general de la moneda que se tiene en los bolsillos. Vemos gentes haciendo colas interminables para conseguir productos necesarios mientras otros se consiguen a precios exorbitantes. Con suerte se consiguen baratos en los mercados de Estado, aunque ‘vuelan’. Una situa­ción que se complejiza por los niveles de violencia social, que se acrecienta en la misma medida que crecen las dificultades. Y mientras tanto una pequeña porción de burgueses, banqueros y economía mafiosa de todo tipo aumenta todos los días sus cuotas de ganancia, acrecentando la desigualdad social.

La explicación popular

El que vive esta situación, que es el 80% del pueblo venezolano, recibe a su vez las interpretaciones hegemónicas de la misma. Por mucho tiempo ganaba la interpretación del Go­bierno en la medida en que la crisis no era palpable, pero hoy, con estos niveles, es la derecha quien consigue mayores saldos. La interpretación popular, si buscamos una síntesis, se centra mayoritariamente en la corrupción, la especulación de los ricos, que al final son los que se llevan todo, y la ineficiencia de la burocracia.

Hoy esto se dice con mucha rabia y mucha verdad, porque, efectivamente, más allá de la “guerras económicas” y los problemas de la violación de los mercados, éste es un país desfalcado. Sobre todo en los últimos cinco años, ya con la crisis capitalista mundial encima, el modelo de capitalismo de Estado –la corporación burocrática que terminó siendo el Gobierno y su modelo de desarrollo– al final ha generado una expansión de una nueva burguesía y de los grupos de saqueo de la renta dentro del propio Estado aliados a sus ‘enemigos’ de la burguesía tradicional.

El problema es cómo ha cambiado la correlación de fuerzas en los últimos años en favor de sectores apropiadores de la riqueza pública y el trabajo social, en contra de una masa esperanzada en los cambios revolucionarios que han sido planteados. El bloqueo a la liberación de espacios de producción, distribución y del gasto público, sin pasárselos directamente a manos de obreros, campesinos, pescadores, comunidades, etc., ha traído como consecuencia una debacle económica que va a la par de la pérdida de fuerza del mensaje revolucionario. El tratar de sustituir el mercado por el control de Estado es técnicamente una estupidez, no es ni en el mercado ni en el Estado donde está la solución, sino en la capacidad productiva y autogobernante del conjunto de comunidades y clases trabajadoras. Y ver cómo ellas mismas van deshaciendo monopolios y demás explotadores con el apoyo del Es­tado. Pero la cosa fue al revés: se llamó a una población a apoyar al Estado y al Gobierno, dándole instrumentos marginales de autogobierno, mientras este desastre crecía lentamente hasta aparecer por completo, particularmente después de la muerte de Chávez.
 

Ha cambiado la correlación de fuerzas en favor de sectores apropiadores de la riqueza y en contra de una masa esperanzada
La baja abrupta de los precios petroleros agrava todas las tendencias negativas que se manifestaron en estos dos últimos años. El problema económico se va a agravar mientras el Gobierno trata de remendar la situación con toques laterales en favor del mercado –liberación de una parte del mercado de cambio, subida del precio de la gasolina–, sin meterse a fondo con nada, dependiendo cada vez más de los dólares de los amigos chinos o de otros. Por lógica esto le da a la oposición gran chance de ganar las elecciones parlamentarias del próximo diciembre y de allí comenzar el proceso de transición hasta sacar a Maduro por las buenas o por las malas.

Pero esta lógica, en situación de una esperanza revolucionaria creada masivamente, no es tan fácil. El Gobierno puede perder la mayoría votante o no, pero la revolución es otra cosa mucho más compleja donde muchas cosas, más allá de los mecanismos de la democracia burguesa, pueden pasar.

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comentarios

1

  • |
    diego nasser
    |
    Dom, 02/22/2015 - 01:38
    que artículo tan huevon. Describe lo obvio. No explica nada y no propone un culo. Agh que pérdida de tiempo carajo.
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