Nos juntamos para ganar y ahora es para ganar ‘de verdad’. Es ahora por muchos motivos, pero además lo dicen los medios; los periódicos y televisiones que siempre nos han ignorado ahora nos nombran, nos explican, nos comparan. Estamos ahí. Y para cada una de quienes ‘estamos ahí’, tras la imagen simbólica y hasta superficial que supone una victoria electoral, ganar tiene multitud de matices diferentes.
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Nos juntamos para ganar y ahora es para ganar ‘de verdad’. Es ahora por muchos motivos, pero además lo dicen los medios; los periódicos y televisiones que siempre nos han ignorado ahora nos nombran, nos explican, nos comparan. Estamos ahí. Y para cada una de quienes ‘estamos ahí’, tras la imagen simbólica y hasta superficial que supone una victoria electoral, ganar tiene multitud de matices diferentes.
Los procesos de confluencia municipalista ya tienen enormes posibilidades de ser ganancia en sí mismos. Suponen una reversión de las rutinas que han sido cómplices en traernos hasta aquí: abstraernos de la realidad política, creer lo que nos cuentan, descartar la participación. Nos permiten reconocer el poder de la emoción colectiva más allá de partidos de fútbol o conciertos; la emoción colectiva de la transformación política nos cuestiona, nos interpela y nos abre posibilidades nuevas. Como el 15M. Creo que esa motivación, combustible del proceso, es quizá lo primero que ganamos quienes participamos en los procesos municipalistas. Puede ser poco o puede serlo todo.
De ahí llegamos a espacios donde nos encontramos y reconocemos, cada cual con su momento personal, su experiencia, sus ritmos y sus prioridades. En reuniones de grupos de trabajo o en bares, con el micrófono o delante del ordenador, a veces percibimos esas diferencias como un obstáculo que nos cuesta saber manejar. Hay quien previamente no ha participado en espacios de contrucción colectiva y también hay quienes lo hemos hecho en base a afinidades, por lo que las situaciones surgidas al calor del municipalismo son nuevas para casi todas. El carácter del sistema en el que hemos crecido alimenta prejuicios y dicotomías que nos limitan, alejan y generan conflictos. Lo que hemos llamado vieja política puede ilustrarlo bien. Discursos y debates donde se argumenta dogmáticamente, donde se manipula y se descalifica, donde no se escucha a las otras partes. Sabiendo lo que no queremos, estamos practicando y aprendiendo colaborativamente a construir en base a la diversidad, y ésa ya es otra ganancia que probablemente nos llevemos a casa y extendamos a nuestra manera.
Los procesos hermanos que van más avanzados son una referencia y un estímulo que no perdemos de vista, pero a veces nos distraen de nuestra realidad. Hay recursos elaborados en otros municipios que nos liberan de trabajo y nos hacen ganar tiempo, pero también nos privan de debates y aprendizajes que son fundamentales para fortalecernos, para generar más espacios en los que poner en práctica las herramientas que estamos aprendiendo a utilizar mejor: la creatividad, la escucha, el consenso.
Y no nos engañemos. En la llamada confluencia municipalista, más allá del puro altruismo, hay intereses tanto personales como colectivos. Los primeros pueden responder a ambiciones de liderazgo y los segundos responden también a esa resistencia a renunciar a los privilegios de los que han venido disfrutando las organizaciones políticas. Tintes egocéntricos y logocéntricos que es natural que no se hayan disipado por arte de magia. Estas actitudes hieren y dificultan un proceso modélico, pero forman parte del momento que vivimos y es resultado de la deriva a la que pertenecemos. Es importante que el proceso las maneje a ellas y no que ellas manejen el proceso, porque entonces éste será una fantasía.
Creo que para cuidar estos procesos vivos, complejos, autónomos y sensibles, y para garantizar todas sus ganancias implícitas, los movimientos sociales de base son fundamentales. Más que ingrediente son ‘recipiente’. Ellos han generado ya innumerables procesos invisibles llenos de éxitos y errores de los que aprender, en los que se han tejido redes y abierto caminos. En las ciudades donde sufrimos su debilidad tememos estar vaciando de contenido la palabra confluencia. Puede que con un proceso que se resiente lleguemos al Ayuntamiento, pero habrá formas de ganar que nos habremos perdido y que tendremos que saber ganar después.
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