Renta constituyente

La renta básica no sólo es un modelo ideal de referencia en las políticas públicas, sino una propuesta política realista y actual.

30/01/15 · 8:00
Edición impresa

Está ante nuestros ojos: por primera vez desde que se codificara la propuesta, la renta básica –universal, individual, incondicional– no sólo es un modelo ideal de referencia en las políticas públicas, sino una propuesta política actual y realista. Sirva esto de clave sintomática de lo acontecido desde la declaración oficial de la crisis sistémica del capitalismo en 2008. Hasta entonces, no faltaban los tímidos estudios de viabilidad de la medida, por países y regiones, rigurosos y realistas. Pero una especie de principio de realidad, tanto político como moral, la condenaba al escarnio reservado a las políticas públicas ‘flanders’ y buenistas.

A esta solidez científica y ética se añade ahora un diagnóstico implacable: ni el sistema financiero, ni el sistema de partidos, ni los sindicatos de Estado ni la ‘clase empresarial’ son capaces de evitar la devastación social y económica en curso. No pueden asegurar una distribución de la renta equiparable a los parámetros que conoció el fordismo o incluso el neoliberalismo ‘feliz’ de la expansión del crédito hipotecario. Cuando hemos entrado de lleno en el proceso de deflación por endeudamiento generalizado, sólo el miedo y la conservación de un poder ­oligárquico impiden declarar oficialmente la muerte del nexo entre capitalismo actual y democracia –liberal, social, o de cualquier tipo–.

Hoy podemos definir la democracia no sólo como un procedimiento formal y material de la dinámica del poder político, sino también y sobre todo como un sistema y un proceso que desbarata la concentración de riqueza y poder de mando en manos de la oligarquía financiera y de Estado. Y que, con el mismo grado de importancia, impide la guerra entre pobres por recursos y reconocimientos artificialmente escasos. La renta básica con sus tres características definitorias es hoy en día la única síntesis posible y practicable entre economía y democracia. “Posible”, puesto que es inseparable de una batalla política, cultural e institucional sin precedentes y en la que no habrá prisioneros.

Cambio político

Del mismo modo que la democracia, la renta básica sólo puede ser una medida y una institución constituyente. Ahora. Constituyente no sólo en el sentido de una medida que crea un ‘pueblo’ en concomitancia con un proceso de cambio político profundo en España y en Europa, dándole una dignidad y reconocimiento no hipócrita –a saber, no basados en el “cava un hoyo y vuelve a llenarlo” de keynesiana memoria–, en medio de un abandono completo por parte de los propietarios del capital. Sino constituyente también porque permite crear un circuito económico y monetario de la transición postliberal y postsocialista, esto es, de las dos formas de gestión de los antagonismos en la producción y la reproducción que son incapaces de garantizar la democracia tal y como la hemos definido.

Se tiende a exagerar una especie de ‘rechazo popular’ a la renta básica, así como el vigor entre los subalternos de la moral paulista del ‘sudor de la frente’. Bastaría ver el aguante de ese rechazo cuando los ciudadanos sin futuro comprueben la realidad de un ingreso mensual garantizado en sus cuentas corrientes. En realidad, y más allá de críticas honestas y constructivas, el grueso de la oposición corresponde a las corporaciones financieras, empresariales, sindicales y de partido que tienen mucho que perder con la autonomía de los ciudadanos residentes en cada país respecto al chantaje de la escasez y de la deuda, mientras las desigualdades de la renta se ensanchan sin cesar y la guerra entre pobres y naciones se insinúa como único escenario de la supervivencia. Resulta casi ridículo escuchar aún el reproche del viejo ‘realismo’ de las relaciones económicas: “los propietarios del capital y los intermediarios de la compra y venta de fuerza de trabajo sabotearán la economía y la hacienda pública”. Eure­ka. ¿Cómo llamar entonces a lo que llevan haciendo, vamos ya para una década y suma y sigue?

La renta básica nos permitirá comprobar –y sobre todo vivir– que la democracia, una moneda desprivatizada en manos del poder ciudadano, y la libre cooperación entre los ciudadanos y la economía de los cuidados entre las personas no sólo permitirá crecer sin devastación, sino que pone un signo de finitud a los sueños de eternidad del capitalismo.

Regalar Diagonal encaja...
 

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Isa
separador

Tienda El Salto