La mayoría de mis conocidas va a votar a Syriza. Pero pocas defienden la imagen actual del partido.

Si alguien visita el centro de Atenas estos días es posible que ni siquiera se dé cuenta de que estamos en campaña electoral. No hay vallas publicitarias con grandes promesas ni farolas decoradas con las caras de ningún candidato. Apenas algún cartel, que pasa desapercibido entre la cantidad de grafitis, pintadas y propaganda que siempre decoran las paredes de los barrios céntricos. Si nos alejamos de allí, el panorama cambia un poco. Dos enormes andamios con la cara del primer ministro Samarás cubren un edificio junto al estadio Panathinaiko, construido para las primeras olimpiadas de la era moderna, en 1896. Cerca del barrio de Pakgrati, varios pequeños kioscos reparten propaganda de Syriza junto a carteles del partido comunista KKE. Me acerco junto a un amigo y, cuando nos oyen hablar en castellano, nos preguntan con una sonrisa si somos de Podemos.
No hay ningún cartel con la cara de Alexis Tsipras. La campaña de Syriza consiste en un sobrio diseño de letras en tonos rojos y naranjas sobre fondo blanco con el lema “Llega la esperanza. Grecia cambia, avanza Europa”. Ninguno de sus carteles incluye la foto del candidato, todo es texto. Es algo característico de la Coalición de Izquierda Radical [Syriza]: Tsipras apenas concede entrevistas, en los debates televisivos son otras personas las que hablan en nombre de la formación y en las movilizaciones nunca ocupa un puesto visible en la pancarta de cabecera de su bloque. Aunque eso no significa que no sea el líder indiscutible. Las televisiones hablan de Tsipras continuamente aunque Tsipras no hable a menudo en la tele.
Es falso que la movilización no haya producido nada: antes se producía movimiento, ahora se construye sociedad
Una de las preguntas habituales sobre Grecia es qué queda del enorme movimiento que recorrió las plazas a partir de 2011 –que tuvo en la plaza Syntagma uno de sus centros–. Las voces más críticas afirman que quien más ha rentabilizado políticamente la deslegitimación de la clase política producida en las plazas ha sido el partido neonazi Amanecer Dorado (AD), que en las anteriores elecciones generales de 2012 recogió gran parte del voto de castigo desencantado. Otros análisis discrepan radicalmente. Aseguran que en la sociedad griega siempre ha habido una minoría de extrema derecha que antes se traducía en votos a LAOS, partido formado por nostálgicos de la dictadura militar, y ahora vota a los racistas de AD. Dicen, además, que el apoyo financiero que les han prestado algunos armadores del puerto de El Pireo ha sido mucho más determinante para su ascenso que la minoría nacionalista que se manifestaba con banderas griegas al lado –y nunca dentro– de la plaza Syntagma.
La hora de las alternativas
Más allá de conjeturas difíciles de demostrar, es falso que la movilización de los pasados años no haya producido nada. Simplemente, se ha pasado de una fase en la que se producía movimiento a la actual, en la que se construye sociedad. Las clínicas autogestionadas son el ejemplo más conocido. Las sucesivas reformas sanitarias impuestas por la troika como condición para recibir los diferentes tramos del rescate han excluido del sistema público de salud a más de tres millones y medio de personas, el 30% de la sociedad. Especialidades médicas como la odontología y la psiquiatría, antes cubiertas por el sistema público, ahora son prestadas en exclusiva por la sanidad privada. El Organismo Nacional de Atención Médica ha pasado de ser prestador de servicios sanitarios a comprador de éstos: se los compra a las clínicas privadas. Se ha impuesto el copago a la mayoría de las consultas e intervenciones, por lo que otra gran parte de la sociedad, si bien no está formalmente excluida del derecho a la salud, no puede afrontar un tratamiento. Los centros médicos atogestionados, conocidos como “clínicas sociales”, tratan de poner remedio a esta situación mediante trabajo voluntario de doctoras, enfermeras y auxiliares de enfermería. Muchas de ellas están en el paro porque la reforma sanitaria de 2014 supuso 6.000 despidos.
Como decíamos, las clínicas sociales son el ejemplo más conocido, pero ni mucho menos es el único. Por todas partes florecen cooperativas. Tanto productivas –en sectores tan dispares como la hostelería, el comercio, el diseño o la agricultura– como cooperativas de consumo, un fenómeno completamente novedoso en Grecia.
Votar al mal menor
Numerosas asambleas de barrio han puesto en marcha bancos de tiempo para paliar, mediante el trueque, parte de las consecuencias de un empobrecimiento generalizado. La mayoría de ellas cuenta también con bancos de alimentos autogestionados; los comedores sociales municipales no dan abasto.
En la escuela para migrantes y refugiados a la que asisto a clases de griego, de vez en cuando, tienen encendidas –aunque amigables– discusiones sobre Syriza. Y también sobre Podemos, mucho más conocido aquí que cualquier otro partido español. Algún voluntario que participa en ella defiende que Syriza ha despertado la ilusión de mucha gente. La mayoría, sin embargo, destaca que ha rebajado mucho su discurso respecto a las elecciones de 2012. Necesita presentarse ante el electorado como un partido centrado al que la troika y los mercados no deben tener miedo. Por eso Tsipras, durante los últimos dos años, ha participado en oficios religiosos, ha asegurado que los inversores extranjeros pueden estar tranquilos, ha hecho públicas sus reuniones con los embajadores de Francia, Gran Bretaña y Alemania, y se ha reunido con los principales bancos de inversión.
En Grecia se juega una partida que no sólo es importante para el pequeño país heleno, sino para el conjunto de Europa
La mayoría de mis conocidas va a votar a Syriza; todas tienen claro que es urgente que algo cambie y entienden que será determinante conseguir una auditoría de la deuda que permita el impago de los intereses ilegítimos. Pero pocas defienden la imagen actual del partido en lo que respecta a cuestiones de género, matrimonio igualitario o participación ciudadana. Pocas creen que vaya a conseguir en el corto plazo una reducción significativa del índice de paro, que ya supera el 26%.
Todo está por ver. Hay más dudas que certezas, eso es evidente. Pero también lo es el hecho de que en Grecia se juega una partida que no sólo es importante para el pequeño país heleno, sino para el conjunto de Europa. Grecia es un spoiler. Lo ha sido en relación a los recortes, la corrupción, el descrédito del bipartidismo. Ojalá sea también un spoiler de cómo poner freno a la Europa de los mercados.
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