Hace cosa de un año apuntábamos en estas mismas páginas la urgencia de un gesto que rompiese con la situación de bloqueo que se vivía en la política de movimiento: la estéril deriva insurreccionalista, la impotencia del voluntarismo o la migración por única respuesta venían a combinarse a la perfección con la sumisión que imponía la mayoría absoluta fabricada por un régimen pensado para reforzarse en épocas de crisis.
Hace cosa de un año apuntábamos en estas mismas páginas la urgencia de un gesto que rompiese con la situación de bloqueo que se vivía en la política de movimiento: la estéril deriva insurreccionalista, la impotencia del voluntarismo o la migración por única respuesta venían a combinarse a la perfección con la sumisión que imponía la mayoría absoluta fabricada por un régimen pensado para reforzarse en épocas de crisis. El gesto adoptó primero la forma del manifiesto Mover Ficha y se concretó más adelante en el lanzamiento de unas primarias abiertas con las que presentar una candidatura a las elecciones europeas. Pablo Iglesias, por entonces ya metido a tertuliano, puso cara a un proceso que rápido despegó por la potencia de su discurso de escisión popular con el régimen.
En apenas unos meses, el empoderamiento social adoptó la forma de una ilusión que se plasmó en unos resultados electorales sorprendentes. Ahí podría haberse quedado la cosa de no haber sido porque en la noche electoral un segundo gesto político relanzó la maquinaria de la ilusión. Los resultados habrían sido más que suficientes para cualquier opción aparecida unos meses antes. Pero la alocución de la noche electoral desvelaba un tabú: desde la Transición al menos, la izquierda no había querido ganar. Al reconocer que al día siguiente persistirían el paro, los desahucios y demás lacras de la crisis, Iglesias abandonaba el terreno de la derrota histórica y reabría el horizonte del antagonismo.
En lo sucesivo, la divisoria ya no discurriría entre izquierda y derecha, sino entre arriba y abajo. A partir de ese momento, Podemos entró en una nueva fase. Convertido en el vector más poderoso de ruptura del régimen, a sus filas acudieron docenas de miles de personas de todo tipo: amplios segmentos de una ciudadanía crítica, activa y hastiada, activistas convencidos de la urgencia de intervenir en el ámbito del gobierno representativo, así como toda una joven generación incorporada al campo del antagonismo desde el 15M, sin duda. Pero también gentes despolitizadas en busca de la única política que conocían –partidos, líderes mediáticos, elecciones–, viejos militantes cargados de prejuicios con ganas de revancha sobre su fracaso personal, oportunistas de todo pelaje, etc. En su propio éxito, Podemos adquirió una abigarrada composición social bien alejada de todo sujeto prístino, y expresión, más bien, del desgarro emocional, y hasta físico, de un país que se había mentido durante décadas con fantasías de nuevo rico.
Sólo sobre esta base se comprende el juego de ilusiones y desilusiones que se abre con la Asamblea de Vistalegre y la constitución del Consejo Ciudadano. Hasta que finalice el actual periodo constituyente no serán pocos quienes vean frustradas sus expectativas, quienes consideren que se ha operado un giro autoritario, quienes entiendan que se ha desnaturalizado el proyecto original. Al mismo tiempo, una vez elegidos los cargos internos, los medios del régimen han abierto la veda difamatoria: los casos de Errejón y Bustinduy son los dos primeros ejemplos de una guerra sucia que no ha hecho más que comenzar. La combinación de ambos factores ha sido empleada para incidir sobre la principal variable de subjetivación que ha impulsado Podemos: las encuestas.
Se llega así a una fase crítica en la que Podemos deberá demostrar su capacidad de movilización y autonomía respecto a los medios. La apuesta por la manifestación del 31E debe ser entendida en este sentido. Si fracasa, Podemos podría ver estallar una burbuja de subjetividad. Si tiene éxito, podrá encarar las elecciones de mayo poniendo a prueba una maquinaria electoral capaz de conseguir los recursos precisos para encarar las elecciones de otoño.
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