El pasado verano media España estaba en las páginas de AirBnb. Giorgos Kallis sostiene que esto no tiene nada que ver con el compartir. AirBnb es una economía de alquiler y, por tanto, debería ser regulada como tal.

El año anterior, se alquilaron más de 300.000 apartamentos y habitaciones a través de la página web de AirBnb, la cual hospeda alrededor de cuatro millones de usuarios por todo el mundo. Cuando el pasado mes de abril decidí ayudar a mis padres a alquilar nuestra casa de vacaciones en Grecia, me sorprendí al ver que todas las viviendas de vacaciones de la zona ya se encontraban anunciadas en AirBnb. No sería exagerado decir que este verano media Grecia se podía "alquilar" a través de las páginas de AirBnb. Supongo lo mismo pasó en España.
AirBnb y otras páginas web, como Uber , a través de la cual conductores comparten vehículo con pasajeros en traslados cortos dentro de la ciudad, o la página web de origen griego Cookisto, a través de la cual cocineros no profesionales distribuyen comida casera, forman parte del fenómeno llamado "economía compartida". Como bien describe el libro de Rachel Botsman, en esta nueva economía "lo que es mío es también tuyo ". Yo ofrezco mi casa y tú ofreces la tuya. Alguien cocina para mí o yo puedo cocinar para alguien. El uso sustituye a la propiedad.
En lugar de comprar bienes de consumo nuevos, con esta "economía compartida" colaboramos para compartir bienes que ya poseemos cuando no los necesitamos: desde habitaciones, apartamentos, vehículos y bicicletas, hasta aparatos, taladradoras, e incluso perros (BorrowMyDoggy). Por supuesto que prestar, tomar prestado o hacer pequeños favores no son un fenómeno nuevo, lo nuevo es la medida en que puede ocurrir ahora. Las nuevas plataformas de redes sociales en línea no sólo permiten intercambios entre amigos y vecinos, sino también con personas totalmente desconocidas de diferentes partes del mundo.
Los hoteleros en Nueva York o San Francisco acusan a AirBnb de competencia desleal
Al igual que ocurre con todo lo nuevo bajo el capitalismo, la creación conlleva la destrucción. La nueva economía está afectando a las industrias existentes. El pasado junio, Londres se paralizó debido a una huelga llevada a cabo por 10.000 taxistas que se manifestaron en el centro de la ciudad en contra de la legalidad de Uber, cuyos precios pueden provocar que se queden sin negocio. En teoría, los conductores de Uber iban a ser gente común que decidiera obtener un extra por el traslado de pasajeros. En realidad, la mayoría de estos conductores son extaxistas que prestan los servicios sin la necesidad de contratar una licencia o seguro, aprovechándose del vacío legal.
Por razones parecidas, los hoteleros en Nueva York o San Francisco acusan a AirBnb de competencia desleal. Los anfitriones no pagan impuestos municipales, no tienen que cumplir con costosos controles de seguridad y pueden operar dondequiera que deseen, fuera de las zonas establecidas por las autoridades de planificación para las actividades turísticas.
Resulta difícil simpatizar con hoteleros o taxistas y lamentar que los precios de estos servicios, a menudo excesivos, estén bajando como consecuencia de la "economía compartida". Pero, sin embargo, aquí está en juego un asunto más importante porque las leyes y las regulaciones sí que existen por una razón. Los impuestos municipales sirven para financiar las infraestructuras públicas que también disfrutan los turistas. Las autoridades de planificación limitan el número de "habitaciones en alquiler" o de taxis en la ciudad, ya que, de lo contrario, la vida en estas ciudades sería insoportable para sus habitantes.
Los precios están por las nubes porque los propietarios encuentran más rentable alquilar a través de AirBnb
Muchos de mis amigos de Barcelona han experimentado una total transformación de sus bloques de apartamentos. De repente se han encontrado solos, rodeados de apartamentos alquilados a través de AirBnb, sin poder dormir debido a las fiestas de los turistas de fin de semana. El precio de los alquileres en la zona centro de Barcelona están por las nubes debido a que los propietarios encuentran más rentable alquilar a través de AirBnb que los alquileres a largo plazo. Nuevos "empresarios" que alquilan casas para subarrendarlas en AirBnb provocan la subida de los precios de los apartamentos.
Las restricciones de zonificación para los hoteles nuevos fueron uno de los aspectos fundamentales para la lucha de los movimientos vecinales en Barcelona. No obstante, esto ha pasado a ser irrelevante debido a la avalancha de alquileres libres de AirBnb, que literalmente aparecen por todos los lados y cambian la forma y la composición de la ciudad.
Las autoridades reguladoras están adaptándose, aunque lentamente. En Barcelona, las autoridades locales multaron a AirBnb con la simbólica cantidad de 30.000 euros por anunciar apartamentos que no disponían de permiso oficial de alquiler. Tras el rechazo público al alquiler libre en la zona de Barcelona el pasado agosto, con protestas espontáneas de los ciudadanos, las autoridades competentes han empezado una revisión puerta a puerta, llevando a cabo el cierre de apartamentos que carecen de permiso de alquiler. En Nueva York, las autoridades han empezado a desalojar a personas que han subarrendado apartamentos, mientras que las autoridades en San Francisco inician acciones legales contra los alquileres a corto plazo que incumplen la ley.
AirBnb y otras compañías como Uber, las cuales han caído bajo el control de las autoridades reguladoras, denuncian que la sobrelegislación amenaza con acabar con una innovación importante a su nacimiento. Si para trasportar a alguien o alquilar una habitación uno tiene que disponer de un permiso como el de los hoteles o taxistas, esto pasa a ser una propuesta económicamente inviable.
AirBnb está llevando a cabo una importante campaña publicitaria en Nueva York para recordar a los neoyorquinos las ventajas que se les ofrecen, sin olvidar los beneficios económicos. Mediante la movilización de sus llamadas "comunidades", compañías como AirBnb o Uber están organizando una contraprotesta involucrando a sus usuarios. Este discurso de "comunidad" y "compartir" juega un papel decisivo tanto a la hora de movilizar a la gente en protestas contra la regulación, bajo el pretexto de una batalla a favor de una economía diferente, como para la construcción de un motivo, que estas empresas no son cualquier otra empresa capitalista y, por tanto, merecen un trato diferente por parte de las autoridades reguladoras. Nos preguntamos si éste es el caso.
Según los defensores de la "economía compartida", los beneficios sociales de sus empresas son múltiples. En primer lugar, medioambientales: en lugar de comprar nuevos coches o licuadoras, uno puede alquilar y usar los que ya están disponibles. Los defensores de esta economía defienden que, a más compartir, menos productos nuevos y, por tanto, menos producción perjudicial para el medio ambiente. Más AirBnb, menos construcción de hoteles y, además, los apartamentos de AirBnb consumen menos energía que los hoteles.
La propia AirBnb es una corporación capitalista valorada en 10.000 millones de dólares
En segundo lugar, la nueva economía incrementa la socialización. En lugar de hospedarse en un hotel corporativo, uno puede hospedarse en la casa de otra persona, conocer a su familia y las costumbres de su país. Dejan de ser consumidores alienados para convertirse en "compañeros", o "prosumidores", gente que produce y consume, y durante el proceso interactúa con sus iguales.
Por último, los beneficios económicos. Según sus defensores, las fuerzas productivas, como pueden ser apartamentos o vehículos en desuso, que de lo contrario estarían económicamente inactivos, son puestas en circulación, incrementando la eficiencia de la economía. Los costes de servicios como hospedaje o transporte disminuyen, al tiempo que nace otra fuente de ingresos para las familias con rentas medias y bajas tan económicamente afectadas por la crisis. Según AirBnb, el anfitrión común en San Francisco —la ciudad donde nació la página web y lleva más tiempo operativa— gana aproximadamente 9.300 dólares cada año . No es de extrañar que AirBnb esté creciendo con fuerza en los países del sur de Europa golpeados por la crisis.
Por otro lado, si uno considera otros factores, la posibilidad de un tratamiento especial por parte de las autoridades reguladoras no parece tener unas bases muy sólidas. En primer lugar, la propia AirBnb es una corporación capitalista como cualquier otra, valorada en 10.000 millones de dólares. Se estima que sus ganancias —decenas de millones a día de hoy— alcanzarán los 1.000 millones de dólares anuales en los próximos años. AirBnb solo tiene 600 empleados, con unos costes relativamente bajos —relacionados con el desarrollo de software y funcionamiento— y la posibilidad de alcanzar un gran mercado.
Ésta es una compañía que puede llegar a controlar el mercado mundial de los alquileres a corto plazo, mediante el cobro de un 10-15% por todos y cada uno de los intercambios. Las redes sociales no sólo ponen en contacto a gente de todo el mundo, sino que también crean mercados globales donde sólo existían mercados locales segmentados. Los beneficios procedentes de estos mercados son astronómicos, nada que ver con lo que un agente inmobiliario real podría llegar a soñar, y se concentran en los bolsillos de unos pocos empresarios y capitalistas de riesgo. Una concentración que muy probablemente no tenga precedentes en la historia. De manera indicativa, aunque un poco exagerada, esto ha llevado a algunas personas a describir las compañías como AirBnb como "mafia de intermediarios".
Uno se pregunta dónde está el "compartir" cuando se alquila a través de AirBnb
En segundo lugar, la mayoría de las transacciones realizadas bajo AirBnb son meros alquileres con dinero de por medio. Es un puro eufemismo que a esto se le llame "compartir" y, por tanto, defender que estas operaciones no deberían estar reguladas ni pagar impuestos. Son meras transacciones económicas. Uno se pregunta dónde está el "compartir" cuando se alquila a través de AirBnb y por qué se considera peer to peer cuando se alquila a través de AirBnb y, en cambio, no cuando se alquila en el mercado del alquiler.
En la economía de alquiler de AirBnb están apareciendo toda una serie de pequeños intermediarios, desde aquellos que arriendan apartamentos para posteriormente subarrendarlos, a compañías que se encargan de todo aquello necesario para que uno pueda alquilar su vivienda en AirBnb, como puede ser el amueblamiento del apartamento o encargarse de la gestión a cambio de una comisión mensual. Una cosa es hospedar a alguien con la posibilidad de posteriormente hospedarse en su casa, al igual que ocurre con Couchsurfing, o intercambiar la casa, como ocurre con HomeExchange —sin dinero de por medio en ambos casos—, y otra cosa muy distinta es alquilar o pagar para alquilar.
En tercer lugar, y lo peor de todo, bajo la retórica del "compartir", las páginas web como AirBnb o Uber están creando una nueva economía informal compuesta por trabajadores no asegurados, cuya vida está en alquiler —desde sus casas y sus habitaciones hasta sus propias manos, con disponibilidad para realizar distintas tareas a cambio de dinero— en sitios como TaskRabbit. De este modo, todo tipo de profesionales, como pueden ser taxistas o profesionales de la limpieza, entre otros, están pasando a formar parte de una nueva economía sumergida, no asegurada y sin impuestos. En lugar de promover la tan elogiada socialización y el sentimiento de comunidad, el resultado es la comercialización de la parte de la sociedad y de nuestras relaciones que había permanecido fuera de la economía. Ahora todo está en alquiler a un precio justo, desde habitaciones vacías hasta una sartén en desuso. Ya no hay nada gratuito. Hospedar a un amigo en tu casa tiene un "coste de oportunidad", lo cual pone en peligro el valor de la hospitalidad.
La economía de alquiler de AirBnb no es igual que la economía compartida real de los huertos urbanos, los bancos de tiempo o el couchsurfing, donde los usuarios realmente comparten su trabajo, sus recursos y sus activos sin dinero de por medio. Inevitablemente, la economía del alquiler, dentro del capitalismo, es la versión comercializada de la economía compartida. Al tiempo que la crisis ha creado oportunidades para nuevas formas de ayuda mutua y de compartir, empresas como AirBnb han aprovechado la oportunidad de negocio para ganar dinero.
En cuanto al medio ambiente, no estoy seguro de que el no dejar nada en la reserva pueda ser bueno. La "economía compartida" lo moviliza todo y lo pone en circulación, manteniendo a toda costa un modelo de consumo insostenible. Esta no es precisamente mi percepción sobre un futuro ecológico.
En definitiva, AirBnb es un agente intermediario. Es un negocio capitalista como cualquier otro y, sin lugar a dudas, muy innovador y exitoso en este sector. Por tanto, debería cumplir las normas de zonificación, pagar impuestos, estar regulado y ser tratado como tal. Dígase lo mismo para todos y cada uno de los que se benefician de él, con las razonables excepciones de aquellos que no lo utilizan profesionalmente o no obtienen ningún beneficio económico a cambio. Esto puede ser fácilmente determinado basándose en la frecuencia, duración y valor del servicio ofrecido, ya que en las páginas web queda todo documentado.
Alquilar no es compartir: debería estar regulado y pagar impuestos.
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