La botella medio llena

Podemos acaba de elegir a los miembros de su Consejo ciudadano con una alta participación: entre 95.311 votos de su nuevo secretario General y 75.131 del miembro electo menos votado. En comparación con otros partidos políticos la participación ha sido notablemente más elevada. Pero éste no es el único dato relevante, hay otros dos tanto o más interesantes.

, Es militante social, ensayista y profesora de filosofía.
23/11/14 · 7:51

inforelacionada

Podemos acaba de elegir a los miembros de su Consejo ciudadano con una alta participación: entre 95.311 votos de su nuevo secretario General y 75.131 del miembro electo menos votado. En comparación con otros partidos políticos la participación ha sido notablemente más elevada. Pero éste no es el único dato relevante, hay otros dos tanto o más interesantes. El primero es que la distancia entre el menos votado de la lista de Pablo Iglesias y el más votado de los que iban por libre, es de casi 15 a 1. ¿Significa eso que casi 70.000 personas prefieren al peor posicionado en la lista que al mejor posicionado de los que no están en ella?, ¿cómo se explica esta apabullante diferencia y la ausencia de un descenso mucho más gradual en la escala de las preferencias como se da en la propia lista oficial?

Hay casi 5.000 votantes menos entre la votación de los borradores y la del secretario general y el Consejo

A mi modo de ver se explica por el efecto de un truco informático que traza una frontera invisible entre “los de dentro” –los que están en la lista– y “los de fuera”: los que no lo están.

Este truco, aparentemente inocente, se basa en la facilidad aportada al favorecer el voto en bloque del conjunto de la lista. Este paso sencillo simplifica la operación de selección, no obliga al votante a tener que seleccionar a cada uno de los miembros –a muchos de los cuales no conoce– y traslada la confianza que se siente hacia el cabeza de lista a todos los miembros de la misma que se supone que han sido elegidos por él y gozan de su confianza. El votante no tiene que indagar en la biografía de cada uno o una sino que le basta la confianza en su líder y la que supone que éste tiene en todos los elegidos. La diferencia entre los miembros de la propia lista, muy tenue, se debe al voto de los pocos que están en el corazón de la organización y sí son capaces de apreciar esos matices y hacerlos valer.

Por otra parte, en el caso de que alguien hubiera porfiado verdaderamente por sustituir a alguno de los de dentro por alguno de los de fuera hubiera tenido que hacer una campaña que identificara a alguien (A) a quien sacar y a otro (B) a quien colocar en su lugar en una campaña verdaderamente cainita. De no hacer esto, cosa que afortunadamente no ha sucedido, el voto a la lista está concentrado mientras que las otras preferencias están distribuidas. Y ya sabemos que donde un monopolio concentra poder va en detrimento de una distribución del mismo. La diferencia antes señalada corrobora este hecho que es resultado de una triquiñuela informática ideada por algún pequeño Fouché agazapado en la estructura organizativa.

El segundo efecto de esta botella medio llena es que el número de votantes para el Consejo ciudadano no llega al 50% de los inscritos. Este rasgo, que empezó a dibujarse en la elección de los borradores, se afianza (casi 5.000 votantes menos entre la votación de los borradores y la del Secretario general y el Consejo). Se está invirtiendo la tendencia. Mientras que hasta ahora todas las iniciativas lanzadas por el grupo promotor habían sido rebasadas por la afluencia y el interés de los/as participantes, en este caso se ha producido una relativa inhibición. ¿Para qué votar – aunque sea tan simple como un simple click – si hay escasas posibilidades de que la lista oficial no salga? Tampoco podía funcionar el miedo a que Pablo Iglesias se retirara puesto que nadie competía con él con posibilidades de éxito. Por tanto no merecía la pena ni asegurar algo que ya estaba dado gracias al truco tecnológico ni esforzarse por aupar a alguien cuyas posibilidades eran ínfimas. De ahí deduzco que a pesar de la masiva votación la calidad democrática de los electos es muy baja, lo que no significa que por lo general no sean personas dignas de consideración y de las que esperamos un trabajo informado, bien intencionado y, a ser posible, exitoso.

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