¿Quiénes ganamos si lo hace Podemos?
Podríamos ganar. Eso indica la última encuesta de Metroscopia publicada en 'El País', que sitúa a Podemos como primera fuerza. Las cifras pueden equivocarse, pero la intuición y lo sucedido desde las europeas nos señalan que por fin podemos ganar.
¿Pero quiénes ganamos si lo hace Podemos? ¿Cuál es su relación con ese ecosistema de colectivos, mareas y movimientos del que surgió o del que se alimenta?
Podemos surge como institucionalización de la energía social y del proceso de experimentación masivo que supusieron las plazas y las luchas de los años posteriores. En origen tiene muchas características organizativas y ‘culturales’ del 15M, como los círculos. En ellos hay un poco de todo: parte de esa potencia e inteligencia formadas en el ciclo de luchas, pero algo también del guirigay asambleario de espacios participativos abiertos y poco estructurados –y operativos–.
A medida que Podemos va consolidando sus funciones de partido, tiene que ir abandonando la lógica de movimiento en favor de una lógica más institucional. Se van descubriendo tensiones entre las formas quincemayistas y la necesidad de crear organización ‘controlable’ por su proyecto político; entre el régimen de representación y lo movimentista-social.
A estas cuestiones responde el proceso –todavía abierto– de la Asamblea Ciudadana. El resultado ya lo sabemos: el borrador de Pablo Iglesias y su equipo barrió en gran medida porque muchos lo leyeron como un plebiscito a su persona. En esta propuesta, el secretario general con un equipo ‘dirigente’ podrá tomar decisiones de forma ágil y llevar a cabo una campaña electoral unificada. El debate se planteó en términos de efectividad electoral –y de conocimientos técnicos– frente a los condicionamientos de la participación, que por fuerza son más lentos. Un modelo más centralizado que el de otras opciones en el que las decisiones y los equipos se validan luego de forma masiva a través de las votaciones online. La consecuencia de un modelo así es que sin organización por abajo, los que tienen más visibilidad y poseen el poder simbólico son capaces de conducir a unas bases que no están estructuradas. Pero también implica que la lógica de lo plural que se identificaba con la democracia en red –el “No nos representan”– ha quedado atrás frente a la del líder mediático capaz de ‘representar’ la diversidad y, por tanto, de encauzar el descontento hacia las instituciones. Algo probablemente necesario, pero no exento de problemas. El “mandar obedeciendo” también tiene que organizarse.
La conclusión a nadie se le escapa, ni la promotora la oculta: Podemos no va a ser un partido-movimiento como pareció en sus inicios. No va a dedicarse a generar organización participada, sino una “máquina electoral”, como dice Errejón.
Así, Podemos irá por un lado y los movimientos por otro. Por resolver queda dónde van a encontrarse y para qué. Falta saber si podrá ganar si se divorcia de su parte más movimentista –ésa es su hipótesis–. Pero tanto si consideramos que ganar es gobernar, como si entendemos que ganar es emprender cambios de calado, ambos parecen más difíciles si se consuma el divorcio.
Por un lado, Podemos tendrá que hacer equilibrios para seguir aupado en la potencia de lo social, para seguir ilusionando a sus militantes, aquellos que están poniendo su esfuerzo y potencia creativa para levantar un partido de la nada; eso no se hace únicamente desde la TV, sino en la calle y en las redes.
Por otro, si Podemos se ‘profesionaliza’ totalmente, si se convierte en un partido más, tendrá los contenidos de las luchas, tendrá la enorme ilusión que ha conseguido movilizar, tendrá –por supuesto– nuestro voto, pero probablemente no acumulará la fuerza necesaria para acometer cambios importantes. No, en cualquier caso, para llevar adelante un proceso constituyente. Porque del otro lado sí habrá sanguinarios lobbies, intereses mediáticos y el poder real estará en la sombra para recordarnos que hay muchas cosas del tinglado que no está permitido tocar desde las instituciones y los violentos métodos de todo tipo que tienen para hacernos agachar la cabeza.
Pero ojalá me equivoque, porque yo también quiero ganar.
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