El poder de la gente

El autor reflexiona sobre el papel de Izquierda Unida ante los desafíos de la actual coyuntura política.

, Militante de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid.
05/10/14 · 20:24

Hace unos días estuve en la calle Olimpo de Madrid donde está la sede federal de Izquierda Unida. En su salón de actos y en sus mesas llama la atención un anuncio: “El poder de la gente”. Para muchas personas que desde nuestro compromiso social militamos en esta organización política, este lema nos hace conscientes de que nosotros somos un instrumento para ayudar a organizar a la ciudadanía y desde ahí, mediante un programa político, poder acceder a los espacios de gobierno que permitan cambiar la sociedad en la que vivimos. Por otra parte es evidente que no puede haber cambio político sin un pueblo organizado y movilizado.

Como decía Julio Anguita: “Tenemos que tener un pie en las instituciones y otro en la calle” ya que las instituciones pueden devorar al mejor líder si éste no está arropado por un fuerte tejido social, que hoy está en ebullición, y no existen métodos democráticos de selección y control.

Las instituciones pueden devorar al mejor líder si éste no está arropado por un fuerte tejido social

Ahora bien, una cosa es llegar a determinados lugares de decisión política y otra es tener todo el poder para implementar un programa. No creo que nadie piense que ostentadores del poder como la Banca, El Corte Inglés o Inditex no mueven los hilos para lograr que el sistema político tome las decisiones que a ellos más le benefician. Las puertas giratorias entre mundo político y empresarial están a la orden del día y los pasos dados por Felipe González y José María Aznar son claros ejemplos de lo que estoy diciendo.

Es grato constatar cómo en los últimos tiempos la dirección de Izquierda Unida, que se representa en su Consejo Político Federal, ha llamado a la Convergencia con otras fuerzas políticas a la izquierda del PSOE y con los movimientos sociales para construir una alternativa política al Bipartidismo y ha señalado como método de elección de sus candidaturas las primarias abiertas.

Sin embargo está resultando costoso implementar las medidas necesarias para desarrollar este proceso por la inercia de parte de la organización a interiorizar dichas decisiones. El Manifiesto hecho público el 26 de septiembre por la corriente madrileña “Somos IU”  en vísperas del lanzamiento público de Ganemos Madrid, va en esta dirección. En dicho Manifiesto se afirma: “Las primarias abiertas a los simpatizantes no son más que un golpe de autoridad democrática de la organización y un paso más en la campaña de descrédito a los partidos políticos como pilares de la representación institucional y todo en aras de un vago e indefinido protagonismo ciudadano”.

Ante esta situación hay preguntas que son necesario hacer: ¿Tenemos miedo a la participación política de la gente? ¿Reducimos su participación únicamente al ejercicio del voto cada cuatro años?

¿Tenemos miedo a la participación política? ¿Reducimos su participación al ejercicio del voto cada cuatro años?

La participación política y social es una dimensión esencial y un valor en los sistemas que procuran la transformación social y ésta, en nuestro país, no está en auge (las tasas de adscripción partidaria o de pertenencia a organizaciones sociales son reducidas), cuestionando de ese modo el propio sistema político, su legitimidad y su credibilidad. Para que la democracia sea real tiene que estar basada en una ciudadanía organizada y con el mayor número de canales de participación. A mayor participación política, tanto representativa como directa, mayor soberanía popular. Y un elemento fundamental de esa participación se encauza a través de los partidos políticos. La democracia no debería ser un sistema de bajo coste. Su apoyo ciudadano depende de que existan mecanismos para conocer la voluntad social y que ésta se exprese –en las elecciones, en los revocatorios, consultas, etc- a través de niveles de concurrencia significativos, ya que sin participación no hay democracia, pues su ausencia imposibilita a la ciudadanía incidir en los acontecimientos políticos. Este es uno de los ejes fundamentales para luchar contra el desencanto político y la falta de identificación de la gente con el sistema democrático.

En el centro de la crisis democrática que se evidencia en nuestro país está la crisis de representación a través de los partidos políticos, que a su vez lleva a una desafección de la política y a un alto nivel de abstención en las elecciones. Algunos partidos son organizaciones oligárquicas donde diversos grupos adoptan decisiones de manera excluyente, sin tener en cuenta las opiniones de su militancia y ésta sólo es consultada para legitimar políticas y resoluciones previamente tomadas. En dichos partidos las élites controlan de manera férrea el poder, no facilitan la participación de su militancia en la elección de candidaturas y las bases tienen escasos mecanismos para castigar a sus líderes si no cumplen el programa. Estos partidos se caracterizan por tener bajos niveles de democracia interna y eso lleva a que un alto número de ciudadanos no confíe en los partidos políticos ni en sus líderes. Para elevar el grado de identificación de la ciudadanía con los partidos es necesario que mejoren sus mecanismos de selección de candidatos, de participación de la militancia en la toma de decisiones y de coherencia de sus cargos públicos y orgánicos con su programa, así como la desoligarquización de sus dirigencias. Es necesaria la existencia de controles, frenos y contrapesos donde la dirigencia “mande obedeciendo” tal como indican los zapatistas.

Uno de los elementos clave es la posibilidad que tiene la ciudadanía de elegir a aquellas personas que quieren que les represente y la existencia de mecanismos de control sobre las personas elegidas que permitan asegurar que actúan en el ejercicio de un mandato que le han dado sus votantes, que se plasma en un programa y que limita la interferencia de intereses personales o conflictos de interés en el ejercicio de sus funciones. Un mecanismo participativo que tienen los partidos políticos que piensan en la ciudadanía no sólo como electores cada cierto tiempo, sino como personas activas en la toma de decisiones, son las primarias abiertas para la elección  de los candidatos a puestos de representación municipal, autonómica o nacional.

Hoy, este mecanismo se convierte en un activo político espléndido para el partido que lo utiliza, ya que la ciudadanía más activa lo ve como un instrumento apropiado para avanzar en la democratización de la vida pública y hacer más transparente la toma de decisiones colectivas. Las primarias abiertas rompen la disciplina férrea de los aparatos partidarios, fomentan la introducción de nuevas ideas en el foro público, alentan el debate político y aseguran una mayor igualdad entre una ciudadanía diversa. Así mismo promueve en el ciudadano una mayor credibilidad e interés por la política, al sentirse convocado a integrarse desde el origen del proceso electoral y sentirse protagonista.
 

Estamos en un momento ilusionante en la historia, donde gracias al esfuerzo de mucha gente estamos discutiendo cómo mejorar el sistema

Su ausencia genera frustración en la gente, convirtiéndola en convidada de piedra y, a la vez, impotente y resignadamente obligada a firmar un cierto contrato de adhesión ante la imposición de los candidatos del partido, candidatos que no ha podido seleccionar y que otros designaron por ella, lo cual resta interés en el proceso de participación electoral. Esto genera una visión de que los partidos políticos son estructuras cerradas de poder en manos de oligarquías partidarias, vedadas a los propios miembros y más aún a sus simpatizantes y a los electores en general.

Estamos en un momento ilusionante en la historia del Estado español donde gracias al esfuerzo y movilización de mucha gente estamos discutiendo cómo mejorar el sistema democrático y darle el poder a la ciudadanía. Izquierda Unida, con su historia de lucha, con aciertos y errores tiene que ser valiente y audaz. No debe haber miedo en la participación de la sociedad, de nuestros simpatizantes y electores, para elegir la mejor candidatura al servicio de la Unidad, aquella que nos permitirá derrotar al bipartidismo en la próxima contienda electoral. El bipartidismo nos ataca, teme perder sus prebendas, pero estar a la altura de los tiempos depende nosotros y nosotras. No huyamos del veredicto de la gente, muy al contrario, “sintámonos parte del pueblo pues no somos otra cosa”.

+A Agrandar texto
+A Disminuir texto
Licencia

comentarios

0

Tienda El Salto