La extraordinaria resistencia popular en torno al centro social barcelonés no nace de la nada.

El intento de desalojo del emblemático centro social okupado barcelonés ha sido la chispa que ha provocado la reacción solidaria en numerosos barrios y pueblos, no sólo en Catalunya, sino también en ciudades como Donosti, Burgos, Madrid, Sevilla o Valencia. Lugares remotos a los que llegan, sin embargo, las redes de afinidad y los lazos afectivos tejidos a lo largo de 17 años. Han sido muchas las personas y colectivos que se han sentido interpelados porque, de alguna manera, más allá del desalojo y derribo de una casa ‘okupa’, se identifican con el modelo de desarrollo local y comunitario que se está construyendo en Sants. La defensa de los barrios ha encontrado en Can Vies –como espacio físico y relacional autogestionado y rebelde que representa un nodo vital en la red de proyectos locales– un símbolo de la lucha por defender lo común, por proteger un lugar desde donde se practica de manera cotidiana la cooperación social.
El barrio de Sants, cuyo nacimiento y desarrollo queda estrechamente vinculado a los grandes vapores de la industria textil de finales del siglo XIX, está situado en la zona sur de la Ciudad Condal. Hoy en día, la estación del AVE, la ‘olímpica’ montaña de Montjuïc y el complejo de la Fira de Barcelona son las grandes infraestructuras ubicadas en el distrito, de la que se nutre la gran metrópolis para desarrollar el proyecto de ciudad orientada al monocultivo del turismo y los grandes eventos internacionales. En los últimos 20 años, tanto el gobierno municipal como el estatal y el autonómico han invertido grandes cantidades de recursos humanos y económicos en estos equipamientos, dejando las necesidades y demandas vecinales –como el soterramiento de las vías del tren, la reforma del mercado municipal o el acondicionamiento de las plazas que limitan con la estación– abandonadas, suspendidas o instaladas en la provisionalidad.
En 1997 se okupó el centro social Can Vies, en pleno auge del negocio inmobiliario. Los jóvenes okupas contaron en el barrio con el apoyo de las dos asociaciones de vecinos más combativas, el Centre Social de Sants y la Asociación de Vecinos de la Bordeta. Se producía así un acercamiento entre diferentes generaciones de activistas del barrio, que encontraban en la denuncia de la especulación la mejora práctica del entorno urbano y la lucha por dotar al barrio de equipamientos municipales y autogestionados, un proyecto común de incidencia en el entorno más inmediato.
Desde entonces, la red de colectivos y afinidades que esbozan la Asamblea de Barri de Sants (ABS) ha ido creciendo, se ha ido dotando de diferentes espacios políticos, sociales y culturales de autonomía. En 17 años, se ha ido construyendo una geografía antagonista del barrio, una red heterogénea e intergeneracional, materializada en referentes físicos –centros sociales autogestionados, el Casal Independentista, el Ateneo Libertario, cooperativas y locales alternativos–, que son al mismo tiempo espacios de relación. Una comunidad que está vinculada orgánicamente al barrio, el ecosistema social del que brota y donde desarrolla numerosos proyectos, y que con los años ha aprendido a diversificar cada vez más áreas de la vida en las que incidir.
Can Vies ha visto crecer y formarse al menos cuatro generaciones de activistas, que han encontrado en este espacio una escuela de autonomía, y que más adelante han trasladado los aprendizajes de la autogestión al ámbito de la economía cooperativa. De hecho, Sants es el barrio de Barcelona con mayor presencia de cooperativas, con un total de 49 experiencias formales. Si ampliamos el universo a los grupos de crianza y consumo agroecológico, el volumen de personas que vincula es mucho mayor. Experiencias diversas de
cooperación social, que además de satisfacer las necesidades de las personas impulsoras en el contexto de crisis, entrañan una clara apuesta política por un cambio de modelo económico y social, que se concreta en el espacio físico del barrio.
Este proceso de construcción de contrapoder local no ha estado exento de conflicto con las instituciones. Además de los desalojos de centros sociales okupados, como Can Vies o la Hamsa, tal vez el caso más conocido haya sido la movilización antifascista contra la manifestación del 12 de octubre que hasta el año 2000 se celebró en el barrio de Sants. La campaña de sensibilización y movilización impulsada por amplios sectores de la sociedad catalana contra la concentración ‘ultra’ vivió el momento más duro en 1999, con una manifestación que se saldó con 26 detenidos, 14 de los cuales fueron a prisión.
Pero a nivel local, en los últimos años ha habido dos grandes conflictos que se han ganado y que han sido un verdadero pulso con el gobierno municipal. En primer lugar, la lucha para encontrar una ubicación definitiva a la Fiesta Mayor Alternativa. En los últimos 20 años, las fiestas autogestionadas del barrio han pasado por seis ubicaciones diferentes, a pesar de ser la convocatoria más multitudinaria. En 2008, la ABS organizó una acción coordinada que mantuvo el tráfico del barrio cortado durante seis horas: una manifestación y un concierto no autorizado en plena plaza de Sants. De aquella acción se arrancó el compromiso municipal de que las ‘alternativas’ se celebrarían en el parque en 2010, una vez acabaran las obras de remodelación.
Pero la gran conquista social ha sido ganar la gestión comunitaria del antiguo recinto fabril de Can Batlló. En junio de 2011, tras 35 años de reivindicación, llegando incluso a amenazar al Consistorio con la okupación, la plataforma vecinal entró en el recinto con el compromiso municipal de su cesión. Tres años después, Can Batlló dispone de biblioteca, auditorio, carpintería y huerto comunitarios, etc., e innumerables proyectos están todavía pendientes de ubicación.
Una esfera pública comunal
El modelo de desarrollo local del barrio de Sants no es una excepción. Existen otros –muchos– territorios donde las redes locales están echando raíces, generando una nueva esfera de relaciones sociales vinculadas a proyectos comunitarios.
De la experiencia de la ABS destaca en primer lugar la toma de conciencia del enorme valor social que tienen las redes y los equipamientos de gestión comunitaria en la articulación de los barrios. Por otro lado, en los procesos de empoderamiento colectivo que se producen en estos espacios se está gestando y practicando un cambio de actitud en la interlocución con las administraciones. Un cambio de actitud política que pasa por afirmar lo comunal y apostar por la autogestión como alternativa real y legítima a la gestión de lo público.
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