Una república democrática sin prisas

Narrativa y potencia del ciclo que se abre tras la abdicación de Juan Carlos I.

, Guionista, activista y del Movimiento por la Democracia
03/06/14 · 20:26
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Lo primero que llama la atención de la abdicación del Rey es el fracaso –al menos inicial y semántico– del plan de inauguración de una nueva transición que permita recomponer la fase actual de deslegitimación del bipartidismo y las élites del país.

Los motivos son muchos, supongo. Señalo tres. La Cultura de la Transición, para funcionar, necesita de la legitimidad social de todos sus componentes y el PSOE la ha perdido. En segundo lugar, un movimiento republicano de izquierdas vinculado a Izquierda Unida y la lucha por la memoria histórica que empezó a fraguarse en el zapaterismo y que ha ido cogiendo fuerza en los últimos años. Por último, la potencia y el carácter afirmativo de un movimiento democrático amplísimo que explosiona el 15 de mayo de 2011 y se extiende hasta hoy.

Hay en la maniobra de la abdicación mucho de buena jugada. Por un lado es poner al régimen del 78 en una lógica ­afirmativa después de meses de resistencialismo. Permite introducir una narrativa de la renovación que está marcada por la idea de ‘juventud’ y digamos que intenta tomarle la delantera a un movimiento democrático que le había ganado por varios cuerpos. El problema es que esa salida tiene un punto de desesperado que sólo funciona si asumimos su marco temporal de funcionamiento.

Los medios de comunicación vinculados al régimen del 78 hablan de“movilizaciones republicanas”, intentando fijar en una identidad ya construida lo que está sucediendo

Es evidente que el príncipe Felipe será coronado rey relativamente rápido y que eso puede producir una sensación de desánimo, pero no es nada nuevo ni especialmente distinto al bloqueo institucional que ya conocemos. Es por lo menos tan grave como no atender a las muy razonables demandas colectivas que se han ido poniendo en la agenda pública en los últimos años.

Igual que aquellos bloqueos no nos han detenido, este nuevo bloqueo no es más que la expresión de un régimen bunquerizado y sin capacidad de gobierno. Como dijo Amador Savater en los primeros meses del 15M, “el Rey reina, pero no gobierna”. Una frase que tiene hoy un sentido renovado. La pregunta es ¿qué hacer? Se han abierto dos narrativas complementarias en torno a la cuestión de la abdicación, ambas exigen un referéndum para decidir la forma de Estado. Una de ellas pide democracia y se significa a partir del derecho a decidir y la soberanía. La otra pide república y se apuntala sobre la memoria y la identidad de la memoria republicana, asesinada por la dictadura y silenciada después por el consenso de la Transición.

Entre esas dos narrativas los medios de comunicación vinculados al régimen del 78 hablan de “movilizaciones republicanas”, intentando fijar en una identidad ya construida lo que está sucediendo y permitir así gobernar la movilización para, poco a poco, irla agotando. El cántico “España, mañana, será republicana” explica el límite del anhelo republicano. Si nos viéramos “mañana” se cantaría lo mismo y así sucesivamente. La República es un sueño, no la materialización directa de un sistema democrático y de derechos.

El significante democracia tiene más recorrido porque sigue vaciando de poder al poder. Porque nos permite organizarnos en tiempos medios, que van más lejos que la urgencia de una coronación coja. Si el consenso del 78 está quebrado es porque, como decía Guillem Martínez en este periódico, la mirada ya ha cambiado. El príncipe Felipe no tiene, a priori, fuerza para cambiar eso. O al menos requiere que se ponga en marcha un proceso material mucho más amplio para conseguirlo. En ese contexto el significante democracia tiene aún más sentido porque apela a la democratización de las instituciones del Estado.

¿Qué tipo de sujeto se encarna en ese significante? Si queda reducido a la parcela parlamentaria, será igualmente fácil enclaustrarlo y blindarlo en una pelea de posiciones que recompondrá a las élites. Necesitamos un proceso de multiplicidad entre las fuerzas sociales.

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