25-M: reflexiones desde el abstencionismo activo

Análisis del 25M desde el movimiento libertario.

, Es historiador
29/05/14 · 12:18

En las elecciones europeas del 25 de marzo la abstención fue una vez más la gran vencedora, con un porcentaje del 53,37%, es decir, unos 16,4 millones de electores. Aunque estas cifras podrían venir a confirmar las posturas de quienes postulamos la no participación en las instituciones, no encuentro motivos para la alegría. Cuando no consigues que toda esta mayoría se plasme en algo sientes que algo falla, pero cuando a esa situación se le unen el que personas a quienes les han salido las canas difundiendo la doctrina anarquista aparezcan ahora integradas en listas electorales, o llamando públicamente a votar una determinada candidatura, se cae todo un mundo. En el contexto en el que estamos viviendo, con una brecha social en ascenso, con todos nuestros peores temores confirmados, el hecho de verte con escasas bazas políticas te hace sentir al borde de la catástrofe.

No digo nada nuevo al afirmar que el movimiento libertario ha vivido durante varios años en el ensimismamiento y la autocomplacencia, prefiriendo pensar que la pelota estaba en el tejado de unas masas que, llegado un momento de crisis aguda, se arrancarían la venda que les tapaba los ojos y pasarían a engrosar organizaciones de orientación anarquista. Leíamos a Errico Malatesta, quien como alternativa a las elecciones proponía un completo programa de participación social, que iba desde militar en sindicatos y colaborar en huelgas, a organizarse en torno a ideas y proyectos comunes, pasando por engrosar las protestas contra los alquileres --cómo no recordar aquí al movimiento antidesahucios-- y apoyar todo tipo de demandas populares, y pensábamos que sería coser y cantar. Pero llegó el 15 de mayo de 2011 y, por más que en acampadas y asambleas se percibiese cierta inspiración ácrata, el movimiento no adoptó ninguna identidad ideológica definida.

Fue el primer indicio de que las cosas no iban serle fáciles al anarquismo. Tres años después, gran parte del aliento que animó a salir a la calle con el 15-M estimularía a muchas personas el pasado 25 de mayo para ir a votar a las urnas. Si antes el cambio parecía venir de las asambleas, ahora lo encarnan las fuerzas electorales opuestas al bipartidismo. Sus líderes disponen a partir de ahora con la ventaja de poder afirmar que tienen el arma para acabar con los gobiernos --de PP y PSOE-- que tanto daño nos han hecho con los recortes. El movimiento libertario, en cambio, sólo cuenta con su coherencia ideológica.

Y sin embargo queda una gran mayoría que con su falta de asistencia a las urnas ha demostrado que no cree en los políticos. Se trata de un conjunto heterogéneo en el que es difícil separar el grano de la paja, es decir, discriminar quién actúa de acuerdo con unos principios --más allá de su elaboración discursiva-- y quién por simple pasividad y desinterés. En cualquier caso, este conjunto se ha revelado invulnerable a una campaña electoral entretenida, con una mezcla explosiva de eslóganes apocalípticos, mensajes optimistas, tertulias televisadas o instrumentalizaciones partidistas. Puede decirse, por tanto, que hay una margen considerable para la dinamización y la organización, también desde el movimiento libertario.

No obstante, sus posibilidades implican un trabajo completo durante los 365 días al año, empezando por el ámbito local. Malatesta daba gran importancia a la presencia anarquista en las luchas populares para la difusión de los ideales, pero conviene resaltar que es aún más importante que estas se ganen. Una victoria implica que las demandas no han podido ser asumidas por una organización que se adjudique su representación y proponga una serie de concesiones a cambio del fin de las protestas. Por el contrario, consiste en que las reivindicaciones se obtienen sin necesidad de alteraciones sustanciales en su contenido. Un triunfo popular puede ser un gran escaparate de las ideas libertarias porque, más allá de las etiquetas ideológicas, demuestra a la sociedad que los puntos de autoorganización y autogestión son efectivos. Asimismo, las acciones directas adquieren un papel estelar, convirtiéndose en el mejor medio de comunicación con la vecindad. Por más que televisiones, periódicos y radios puedan adulterar su significado, quienes mejor conocen la problemática relacionada con estas acciones las apoyarán sin reservas, siempre y cuando estén supeditadas al marco de protestas y no sean un vehículo para el lucimiento personal y/u organizativo. La acción directa refuerza también la unión y la cohesión de quienes participan en ellas.

El movimiento libertario tiene mucho que aportar en este tipo de luchas, pues se le presupone la entrega y la experiencia necesarias para impulsarlas. Es, además, a quien le corresponde recordar que el conflicto no se reduce a un asunto local, que todo brota de un sistema que fomenta la desigualdad y que es necesario proseguir en el empeño hasta derribarlo. Nada, en definitiva, que no se les hubiera ocurrido con anterioridad a Malatesta y a tantos otros. El método es el mismo, pero el planteamiento sobre las elecciones es diferente.

El anarquismo no debe vivir dando la espalda a la época en la que vive. Los más de treinta años de elecciones han servido para alimentar el desencanto, pero también para generalizar la idea de que estas abren una posibilidad de cambio. Tampoco está en disposición de mostrarse soberbio, pues en todo este tiempo ha sido incapaz de levantar nada contra el sistema, salvo episódicos estallidos de rabia. Ante un panorama poco nada halagüeño, donde las alternativas a las instituciones apenas encuentran cabida, el anarquismo sólo puede presentar trabajo, trabajo y más trabajo de calle. No puede permitirse olvidar que para destruir primero tiene que construir, empezando por unos cimientos. Tiene que demostrar una opción sólida, fundamentada en ideas y en hechos.

Tras el 25-M se abre también una nueva perspectiva para el movimiento libertario, pero queda un gran trecho por recorrer.

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comentarios

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    Floyd G
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    Vie, 05/30/2014 - 23:59
    Si los jovenes , los parados, los jubilados, los marginados, los deshauciados , los pobres, los puteados por el sistema, fueran todos a votar, otro gallo nos cantaria. Nuestra unica arma hoy por hoy es nuestro voto. Todo lo demas no sirve y no ir a votar es regalar sillones a los de siempre.
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    Bertrand
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    Vie, 05/30/2014 - 11:24
    El problema es que seguimos moviéndonos entre absolutos. La abstención y el voto sencillamente son dos herramientas que se pueden utilizar dependiendo de las circunstancias. Hacer de la abstención -y lo dice un abstencionista habitual- un principio inamovible es dar a la esfera puramente política una importancia excesiva. El sistema no es solamente el Estado, el gobierno, el parlamento, las leyes, la policía, etc. El sistema son todas las relaciones sociales, laborales, la vida cotidiana, etc. Aunque no votes, el sistema sigue ahí, no desaparece. Es cierto que votar tampoco va a acabar con el capitalismo, pero puede desestabilizar su tinglado político, abrir posibilidades para que la gente se organice, se encuentre y discuta. Una cosa es votar y otra formar o participar en un partido político. Una organización libertaria no debería hacer campaña ni aconsejar el voto, ni hipotecar su autonomía ciertamente. Pero tampoco contribuir a asentar la superstición política de que X millones de votos o X millones de abstenciones son la antesala de cambios revolucionarios. Repito, sobrevaloramos la esfera política formal. Hay más de un camino. Lo que importa es que colaboremos en la resistencia y los movimientos sociales sin sectarismos. Donde podamos ir juntos, vayamos. Donde tengamos que separarnos, hagámoslo como amigos hasta que volvamos a encontrarnos en las luchas cotidianas. Ahí está la verdadera faz y naturaleza del sistema.
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    Vie, 05/30/2014 - 11:18
    La abstención activa no existe: es pasiva. ¿Para qué sirve? Para que los aristócratas sigan mandando más de lo que mandan sin la política. Votemos pues, aunque sea en blanco, nulo o lo que nos dé la gana. Siempre será menos malo un diputado izquierdoso que un nazi, fascista, derechista radical, etc.
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    Algirosina
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    Jue, 05/29/2014 - 21:35
    El artículo dice mucho más. Y me parece muy interesante su reflexión, porque he oído decir a algún anarquista que prefiere una derrota a media victoria (lo que sería, para entendernos, una victoria dentro del sistema, sin ponerlo realmente en cuestión), con tal de mantenerse fiel a los  principios anarquistas. Y me parece fundamental el trabajo que se puede ir haciendo de inculcar las ideas de autogestión y "empoderamiento", entre otras muchas ideas, desde la lucha y la práctica, en la calle cada día, ayudando a la organización y la acción.
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    jorgemadrid
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    Jue, 05/29/2014 - 19:06
    No votar puede ser muy coherente desde un punto de vista personal, lo admito, aunque a quien mas favorezca en los hechos nos guste o no, sea a los Partidos mas "grandes". Yo me quedo con mi opción, muy personal, de estar en la calle en el día a día sin pertenecer a organizaciones verticales, pero dando también mi voto (que no mi alma) en cada elección a quienes en cada momento creo que luchan por los mismos objetivos que yo, aunque desde otras perspectivas. Lo considero simplemente un acto mas de apoyo a la lucha. Y no es por nada, pero veo hoy muy preocupados a los banqueros y a sus lacayos de la prensa por el crecimiento de la "izquierda", incluso hasta les veo hasta bastante histéricos con el fenómeno de una formación como "Podemo", pero no les veo en cambio para nada preocupados ni amenazados por la coherencia personal de los millones de abstencionistas.
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    RenaRenato
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    Jue, 05/29/2014 - 18:13
    A ver que no me aclaro: ganó la abstención, dice un abstencionista; los del PP dicen que ellos ganaron porque tuvieron más votos que nadie; los de Podemos, dieron el campanazo. El que no dice que gana es porque no quiere, o porque se calla...yo, por mi parte voté, y me quedé parecido que antes, que no igual. Contento con los resultados, no me imagino que pasaría si algo más de gente saliera a votar
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