No hay partida sin Cartas sobre la mesa

No puede valernos cualquier cosa, cualquier combinación de acciones.

, Activista y miembro de la Universidad Nómada
14/04/14 · 7:41
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Si pasamos del conjuro al ensayo, es decir, de un rito de invocación a una práctica de –gran– experimentación política, el tamiz de la crítica pública tiene que hacerse finísimo. Esa impresión, tan habitual, de que el tiempo juega en nuestra contra, va convirtiéndose en una constatación científica.

En tales circunstancias, no vamos a discutir, para quienes no lo tengan claro aún, por qué son necesarios dispositivos electorales que permitan una acción combinada, en las calles, las redes y los parlamentos y consejos municipales, de de­salojo o marginalización efectiva de las élites oligárquicas de –los– partidos, que han unido sus destinos a los del sistema y el poder rentista financiero, energético, inmobiliario. A esto hemos llamado revolución democrática, y al sujeto múltiple que puede llevarla a cabo lo consideramos un poder constituyente extrajurídico, pero capaz de darse e interpretar normas, instituciones y seguridad común. Sin embargo, no puede valernos cualquier cosa, cualquier combinación de acciones.

Ya hemos dicho que no son probables tormentas financieras antes del final de esta legislatura. Las expansiones monetarias del BCE hacen improbable nuevos picos de la crisis de la deuda pública, a la par que conservan la vida drogada de bancos y corporaciones. Para el resto, no hay otra regla que el plusvalor absoluto, el expolio y la destrucción de las externalidades positivas que permiten la vida en común. Así, pues, no es tiempo de chispas en la pradera –¡y menos aún de interpretaciones literales!–: el problema pasa por aunar repetición y diferencia –aumentada–. No habrá más ‘efecto acampada’, porque sería una repetición sin diferencia, ritualización del acontecimiento y fetichismo de los convencidos.

Y otro tanto cabe aplicar a repertorios como la ‘huelga general’, en una economía con tasas monstruosas de desempleo, pre­cariedad y una economía sumergida cada vez más basada en la pura sumisión personal. Con mucho mayor motivo, ninguna hipótesis antirepresiva ha cambiado jamás régimen alguno, tampoco éste, que se siente en su salsa tras, no olvidemos, 40 años de grupos armados.

Pero tampoco cabe esperar ningún efecto ‘Podemos’ ni, a estas alturas, un ‘efecto X’ para las próximas europeas. No hay fórmulas mágicas, pero se han cometido bastantes errores, los suficientes como para tener unas expectativas más bien modestas, aunque lo mejor sería que ambos consigan representación. Entre las europeas y las municipales –y autonómicas– se juega la victoria o la derrota de la presente oligarquía de partidos y, a fortiori, de los previsibles substitutos nacional-populistas. Se juega también la derrota del nacional-populismo catalán, bastante improbable a día de hoy, porque seguimos pagando los costes de una masoquista unión sagrada nacional de pobres catalanes con sus ricos y expoliadores bajo el poder de mando de sus grandes familias. De las grandes redes de lucha actuales, sólo la PAH sabe quiénes son los verdaderos enemigos, y les golpea. Las generales sólo pueden servir para poner fin e impedir toda fuga hacia adelante del presente régimen oligárquico, fuga represiva y autoritaria incluida.
Los contrapoderes democráticos sólo pueden venir de su ejercicio e invención desde abajo. La ‘unidad del pueblo’ no surge sino de su invención, mediante ‘cartas’ de derechos: “We, the people”. Las ‘Cartas’ se forman en la encuesta horizontal y transversal que se hacen las luchas sociales y ciudadanas entre sí, inventando nociones comunes y convirtiéndolas en un mandato inequívoco. El método de democracia y punto del Partido X debe confrontarse con el mandato de las Cartas, mientras que los círculos de Podemos tendrán en esa hibridación de contenidos una herramienta perfecta para atar en corto a sus promotores ansiosos de ­ca­risma. El objetivo inmediato: formar coaliciones que, en las próximas municipales, hagan realmente que el miedo cambie de bando.

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