Dentro de un par de semanas se cumplirá el tercer aniversario del 15M, aquel momento en que pareció que las contradicciones ponían al sistema contra las cuerdas. El movimiento se fraguó en una campaña electoral –“aburrida y previsible”, señala Carlos Taibo–, que es, justamente ahora, lo primero que se nos avecina en el panorama político. ¿Existe alguna posibilidad de que veamos repetirse un fenómeno similar?
Dentro de un par de semanas se cumplirá el tercer aniversario del 15M, aquel momento en que pareció que las contradicciones ponían al sistema contra las cuerdas. El movimiento se fraguó en una campaña electoral –“aburrida y previsible”, señala Carlos Taibo–, que es, justamente ahora, lo primero que se nos avecina en el panorama político. ¿Existe alguna posibilidad de que veamos repetirse un fenómeno similar? Si es por motivos, ahora hay muchos más, y más abultados, que hace tres años: hablamos de recortes criminales en políticas públicas, de profundización en el neoliberalismo, de una furia normativista armada de contrarreformas con las que se pretende reactualizar aquella amenaza que lanzara Alfonso Guerra tras la primera victoria socialista: “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Que en sus veleidades de alquimista social el Partido Popular reciba apoyos puntuales, pero vitales, del PSOE y de los sindicatos oficialistas –amén, por supuesto, del poder empresarial o la Iglesia– no es sorprendente: se trata de la Unión Sagrada de las fuerzas vivas por el mantenimiento de la estabilidad institucional que precisan todas ellas para garantizar su propia supervivencia.
podrían repetirse uno, diez y hasta mil Gamonales sin que la situación política se revirtiera
Pero no se ve una respuesta popular a la altura del desafío. El significado de los escasos episodios positivos, con la lucha vecinal en Gamonal al frente, se restringe al sentido de resistencia: podrían repetirse uno, diez y hasta mil Gamonales sin que la situación política se revirtiera. Otros, como los incidentes acaecidos tras las Marchas de la Dignidad, sencillamente revelan el grado de desesperación existente. De todos modos, las calles no pueden ser reducidas al papel de escenario de la confrontación social. Han de demostrar también que son capaces de construir una alternativa frente a la Unión Sagrada.
A diferencia de la estrategia adoptada en 2011, hoy en día se ha puesto el énfasis en la participación electoral. Se esté de acuerdo o no con ella, todo paso debería estar orientado por un guión acordado previamente. Y es precisamente ahí donde se nota la falta de unos espacios de contrapoder como ámbito de decisión: de asambleas populares que actúen como mecanismos para la estructuración organizativa y el avance cualitativo de un movimiento político y social. Una de las mejores enseñanzas del 15M es la importancia de tejer una red de múltiples asambleas locales y vecinales, pero el principal reto sigue siendo conseguir potenciar en cada lugar un necesario giro a lo local que permita representar las inquietudes de la población. Aunque todo esto pueda parecer un panorama ideal, no implica que sea utópico o fantasioso. El deseo manifestado por las Marchas de la Dignidad de quedarse a acampar en Madrid por un tiempo indefinido responde a este interés de vehicular soluciones al margen de unas instituciones sumamente copadas.
El deseo manifestado por las Marchas de la Dignidad de quedarse a acampar en Madrid por un tiempo indefinido responde a este interés de vehicular soluciones al margen de unas instituciones sumamente copadas
A tres años del 15M ha llegado otra vez la ocasión para las asambleas. En esta ocasión, sin embargo, resultaría contraproducente volver a los programas regeneracionistas y a los llamamientos a la voluntad de la clase política. Es la hora de pasar a un protagonismo político –que no se debería identificar con lo institucional– que se caracterice por su capacidad de presión. Sería también el momento de abandonar las querellas cainitas que tanto nos caracterizan, siempre y cuando se respetaran unos objetivos comunes.
Aunque el viejo adagio “cuanto peor, mejor” no es cierto, sí hay que reconocer que la experiencia, los errores y las dificultades sobrevenidas por el contexto pueden contribuir a templar un movimiento. Nunca sabemos cuándo puede estallar la chispa: esperemos que para entonces hayamos aprendido algo.
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