¿Podemos?: claro, con movimiento

La situación política, pese a su dureza, se presenta incierta. En el año 2011 fuimos testigos de la emergencia de un poder constituyente que ­lleva tres años de conflictos ininterrumpidos y diversos ensayos de articulación organizativa. Pensado en esos términos, estamos en una fase incipiente de formación de nuevas organizaciones, modos de hacer política y organizar lo común. Pero la coyuntura nos habla de un tiempo abierto e intenso, de una oportunidad para ese poder constituyente en formación, que se juega en esta fase corta del ciclo electoral.

, Miembro de @pahmalaga y @fcomunes
07/02/14 · 8:00
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Isa

La situación política, pese a su dureza, se presenta incierta. En el año 2011 fuimos testigos de la emergencia de un poder constituyente que ­lleva tres años de conflictos ininterrumpidos y diversos ensayos de articulación organizativa. Pensado en esos términos, estamos en una fase incipiente de formación de nuevas organizaciones, modos de hacer política y organizar lo común. Pero la coyuntura nos habla de un tiempo abierto e intenso, de una oportunidad para ese poder constituyente en formación, que se juega en esta fase corta del ciclo electoral. La situación es difícil porque exige por un lado máxima audacia para componer fuerzas que impacten en el poder político y por el otro la cautela necesaria para dar pasos en firme y construir un tipo de fuerza que no sucumba ante la hipervelocidad y las fuerzas dispersivas del mercado. Las propuestas que apuntan a traducir la potencia del 15M en poder político por la vía electoral, desde IU al Partido X, desde las CUP a Podemos, tienen algo en común: dependen de la vitalidad del movimiento-red, la principal oposición al bipartidismo, la principal agencia y una variable independiente en la actual coyuntura. En estos tiempos turbulentos conviene repasar algunas notas sobre tres años en movimiento.

1. La primera fase del 15M, desde el surgimiento de DRY al desborde en las acampadas, basó buena parte de su fuerza en enunciados de amplio consenso, la apertura a múltiples sujetos y formas de participar y sentirse parte. Personas que estaban lejos de la política crearon una trama organizativa flexible. El uso virtuoso de la comunicación en red afectó, movilizó y organizó con éxito a millones de personas, gestando un movimiento bajo parámetros que estaban lejos de la mística y las lógicas minoritarias propias de la izquierda, ya sea de tradición partidista o movimentista.

2. La fase de expansión territorial del 15M se sostuvo en la proliferación de asambleas y ágoras ciudadanas que permitieron actualizar esa vieja identidad colectiva: ‘vecinos’. Tomar la palabra, socializar inquietudes y preocupaciones, hacer circular saberes, crear instituciones de protección social y volver a componer trama sobre un territorio físico compartido. Con todas sus dificultades y con nuevos y grandes problemas, la hipótesis que sitúa al ‘barrio’ como locus de la política muestra renovada vigencia.

3. A cada generación del trabajo vivo, sus instituciones sindicales. La PAH es el mejor ejemplo de cómo transformar una condición precaria compartida en una fuerza común organizada. Y señala la inexcusable necesidad para todo proyecto político de crear dispositivos de sindicalismo social. Urge articular saberes jurídicos con una política afectiva que aborde de frente la vulnerabilidad de la vida, la negociación colectiva con la comunicación y el trabajo en red, la identidad común con las conquistas materiales concretas y mesurables. Ese sí es un desafío político, y no ganar uno o dos diputados.

4. La forma-marea ha desbordado la organización sindical y la perspectiva gremial del llamado “sector público”. Nos presentó una comunidad articulada en torno a la defensa de servicios e instituciones básicas para la reproducción social. La sensación de vulnerabilidad y la extrema necesidad de las frágiles instituciones del welfare state –sistema sanitario, educativo, pensiones, etc.– es una condición compartida por el 99% y no hay defensa ni reinvención de lo público que no pase por crear comunidades entre trabajadores, pacientes, receptores, estudiantes, ciudadanos y todas las figuras atravesadas por los servicios públicos.

5. Una vez mostrada su potencia disruptiva, el 15M ha vivido un incómoda convivencia entre su gran potencia expresiva, su enorme impacto en la subjetividad y su pobre impacto en las condiciones materiales de vida. Esta situación produce cierto impasse en los espacios de participación y extiende una sensación que crece hasta ser casi de ‘sentido común’: el 15M tiene que hacer política, tiene que disputar poder. La buena acogida de iniciativas tan dispares como el Partido X y Podemos señalan un respaldo social para que el movimiento devenga en ‘máquina de guerra’ e impacte en el poder político y su entramado institucional. La participación electoral no es la única ni quizás la mejor manera de impactar en el poder institucional, pero debe incorporarse al repertorio de prácticas del movimiento. No como ‘representación’ sino cómo expresión de su fuerza en las instituciones públicas. Sin organización y sin voluntad de poder, será difícil poner freno al poder financiero y su plan sobre el planeta.

6. La política electoral confunde. Mucho más cuando está atravesada por la fuerza expansiva y los tiempos intensos y acelerados de los mass media. Se requiere de mucha audacia y saberes para modular esa potencia comunicativo/afectiva que brinda la atención mediática, y sus efectos en la opinión y la subjetividad son obvios. Pero el hype [tendencia impulsada por los medios] comunicativo puede conducir, y no sería la primera vez, a cierto despiste estratégico y a una frágil construcción organizativa que se traduce en poco tiempo en faccionalismo o dispersión. El caso de la PAH nos presenta un ejemplo sobre la construcción de un contrapoder material sostenido en parte en su fuerza comunicativa y la legitimidad, y carisma, de sus portavoces. Pero sobre todo de su fuerza organizativa y operativa, sostenida en más de 200 nodos, una intensa y democrática deliberación y ejecución común de las decisiones, múltiples portavocías, y un estilo de militancia que presta más atención a la potencia que al poder. O que apuesta por un tipo de poder que se construye a partir de la potencia de la organización, de la politización y la creación de enunciados y propuestas por parte de los afectados.

7. La llegada a instancias de gobierno y poder institucional por parte de la izquierda en Andalucía muestra cómo la puesta en marcha de nuevas políticas públicas, sobre todo si alteran la distribución de renta y poder, no dependen de virtuosos representantes y honrados cargos públicos, sino de amplios procesos de movilización y un gran respaldo ciudadano. No es casual que la principal medida de la izquierda en la actual legislatura haya estado relacionada con el derecho a la vivienda. No hay representantes políticos, por más carisma, honradez o virtuosismo que tengan, que puedan impulsar políticas posneoliberales, y mucho menos una transición constituyente, sin una sociedad abigarrada, sin una sociedad en movimiento.

La situación está abierta, y dentro de sus posibles escenarios hay uno de democracia real y dignidad. La mala noticia: ese escenario nos exige un gran y generoso esfuerzo común, y su resultado es incierto. La buena noticia es que depende de nosotros. Necesitamos audacia y cautela, pero sobre todo movimiento.

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comentarios

1

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    otra
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    Vie, 02/07/2014 - 09:20
    Lo "público" no es público, es estatal.
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