La recuperación de la política

"Rajoy miente en sede parlamentaria", clama la oposición en el Congreso. Pero en lo que pocos parecen haber caído en la cuenta es hasta qué punto las mentiras de Rajoy son la expresión más acabada de esa gran mentira en que ha llegado a convertirse la política establecida. Y de ahí el efecto positivo que han tenido, al menos por el momento, tales mentiras a favor del partido en el Gobierno. ¿En qué consiste esa gran mentira? Más o menos, funciona según la siguiente secuencia:

, Analista y profesor universitario
04/10/13 · 7:24
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"Rajoy miente en sede parlamentaria", clama la oposición en el Congreso. Pero en lo que pocos parecen haber caído en la cuenta es hasta qué punto las mentiras de Rajoy son la expresión más acabada de esa gran mentira en que ha llegado a convertirse la política establecida. Y de ahí el efecto positivo que han tenido, al menos por el momento, tales mentiras a favor del partido en el Gobierno. ¿En qué consiste esa gran mentira? Más o menos, funciona según la siguiente secuencia:

1) Unos expertos en investigación de mercados –tal vez los mismos que indagan el consumo de Coca-Cola– diagnostican a través de sesudos estudios las preocupaciones que afectan en un determinado momento a ese denominado “ciudadano medio” que ellos mismos han creado.

2) Las conclusiones de tales expertos son discutidas con la plana mayor del correspondiente partido, hasta que deciden de común acuerdo cómo apelar en su programa electoral a tales preocupaciones.

3) Los expertos en estrategia al servicio del partido elaboran el mencionado programa, con la vista puesta en vender a aquel ciudadano medio la idea de que el cumplimiento del programa va a solucionar aquellas preocupaciones más inmediatas.

4) Los expertos en marketing y sus colegas ­publicitarios ‘traducen’ dicho programa en imágenes impactantes, centradas en el correspondiente líder, que se presenta a la ciudadanía como una especie de demiurgo capaz de solucionar con su varita mágica tales preocupaciones.

5) Y si todo transcurre según el plan previsto y el partido del que se trate gana la contienda electoral, el programa se mete en un cajón y el partido se dedica –especialmente si ha obtenido la mayoría absoluta, como es hoy nuestro caso– a lo que constituye el verdadero objetivo de todo el montaje: acaparar en beneficio propio el poder durante un periodo más o menos largo, distribuyendo los cuadros y peones del partido por todos los niveles de la administración pública hasta no dejar resquicio.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la política? Ésta es la gran pregunta que todos nos estamos haciendo, tal vez sin ser plenamente conscientes, de un tiempo a esta parte. Un ejercicio de la política donde las promesas electorales son cada vez más papel mojado y donde la corrupción es la consecuencia inmediata del vaciamiento de sentido que resulta de la secuencia anterior tiene cada vez menos que ver con lo que el lector y yo entendemos por política, a saber: enfrentamiento de ideas, proyectos de sociedad alternativos, comulgar con las preocupaciones de la gente –y no con ese “ciudadano medio” que los expertos en politique­rías han creado–, avanzar en la transformación de una sociedad cuyas injusticias saltan cada vez más a la vista…

La consecuencia la estamos viviendo todos los días: desafección frente a la política establecida inimaginable hace apenas unos años, derivación creciente hacia fórmulas extraparlamentarias, resurgir de unos movimientos ciudadanos que buscan con cierta ansiedad hacia dónde orientarse…

Cuando las mentiras de esa clase política alcanzan el grosor de las que ha proferido recientemente Rajoy, ello es síntoma inequívoco de hasta qué punto ese tinglado al que se ha reducido la práctica política se está viniendo abajo por momentos. Y mientras las mareas ciudadanas comienzan a despertarse de su letargo veraniego, es el ansia de una recuperación de la política lo que empieza a resonar.

Tags relacionados: Corrupción democracia Número 206
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