¿Qué otra cosa podemos hacer sino llenar otra vez Plaça Catalunya? ¿Sabemos hacer algo más?

Llega el 15 de mayo y, con él, el Mayo Global. Volvemos a las plazas... ¿No? ¿Qué otra cosa podríamos hacer sino llenar otra vez Plaça Catalunya? ¿Sabemos hacer algo más? ¿Hay un movimiento 15M posible sin un 15 de mayo en las plazas? Un brillante tuit de @oscartaxibcn alertaba sobre ello: “Hizo tantas veces lo mismo que se volvió (desa)parecido”. Porque... ¿sigue siendo necesario un movimiento 15M?
Si nos preguntamos acerca de la vigencia dos años después, tal vez
la primera pregunta a responder debería ser qué entendemos por 15M. Es decir, si lo concebimos como un movimiento organizado, una estructura política, o si por el contrario es, como ha definido Amador Fernández-Savater, un clima social. Me parece obvio que, afortunadamente, el 15M no es una coordinadora de colectivos ni un “movimiento de movimientos”. Es, como mínimo, un estado de opinión que ha resquebrajado los consensos sobre los que se asienta el régimen del ‘78.¿Sigue siendo necesario un movimiento 15M? Si nos preguntamos acerca de la vigencia dos años después, tal vez la primera pregunta a responder debería ser qué entendemos por 15M
La actualidad del clima me parece incuestionable. La crisis económica, acompañada de la irreversible crisis de la representación política y sus agentes –partidos, sindicatos e intelectuales–, lejos de remitir, es cada vez más profunda. La indignación, el malestar, el asco por lo que nos rodea es mayoritario en términos cuantitativos y, lo que es más importante, absolutamente central en los imaginarios de nuestros días. Rodea el Congreso, las Mareas y demás movilizaciones por los servicios públicos, las formas de participación en las huelgas generales desbordando a los sindicatos, son remixes de la música de las plazas.
La cuestión es, por lo tanto, qué pasa con la otra parte del 15M, con las estructuras de las que nos dotamos en su día. Hay espacios como la PAH y el resto del movimiento por una vivienda digna que son, como decía, variaciones de la movilización iniciada en mayo de 2011 pero que, entre otros factores porque no se ha centrado en ‘ser’ el 15M, ha logrado convertirse en el movimiento reivindicativo más importante en décadas, alcanzando niveles de consenso, conflicto y legitimidad sólo comparables al sindicalismo de los ‘20 y ‘30 del siglo pasado. El rasgo común de las experiencias más potentes post-plaza ha sido la capacidad de transformarse, de no caer en la fosilización. Es el caso, por ejemplo, de colectivos surgidos de las comisiones de la plaza como 15Mbcn.tv o Feministas Indignadas.
Lamentablemente no ha sido así con los espacios organizativos empeñados en ‘ser’ el 15M o, aún peor, representar el 15M. Es muy curioso constatar la cantidad de gente que en mayo de 2011 no era activista, se implicó aportando precisamente esa sensatez de quien no está contaminada por los vicios de la militancia, y ha acabado adquiriendo todos y cada uno de sus defectos: dirigirse a un gueto, la autorreferencialidad, el lenguaje codificado, la anteposición de la identidad política a la práctica, etc.
El problema es que seguimos teniendo una gran dificultad de pensar y practicar una política apta no sólo para los activistasEl inconveniente no es que haya más activistas que antes; eso es, dentro de lo que cabe, una buena noticia. El problema es que seguimos teniendo una gran dificultad de pensar y practicar una política apta no sólo para los activistas. Habíamos aprendido que hoy lo importante no son tanto las palabras sino ‘quién’ las dice y ‘desde dónde’ se dicen. El 15M universalizó la acción política sin el requisito de estar en un partido/sindicato/colectivo. Pero dos años más tarde, en algunos lugares se ha creado una especie de ‘burocracia 15M’ que, precisamente por ser eso,
aunque siga utilizando lemas y lenguaje que remiten al imaginario 15M, cambia el sentido de éstos. La potencia de los lemas del 15M no residía tanto en su contenido sino en que era cualquiera quien los decía; si se reducen a jerga activista no significan nada.
En paralelo, asistimos al retorno a la política de la identidad, de los ‘ismos’. O no tanto un retorno sino que la extrema izquierda que nunca se fue es más visible durante el reflujo de las movilizaciones imbuídas por el clima 15M. Aunque experimentos como las CUP demuestran que la apertura es percibida como necesidad no sólo por el 15M sino por sectores militantes. En mayo de 2011 dijimos: “Banqueros y políticos van en una misma dirección. El 15M va en muchas direcciones”. Que así sea.
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