El blog Madrilonia ha dedicado su última portada a reflexionar sobre la situación abierta tras la huelga del 14N.
1. ¿Una nueva forma de Huelga?
La huelga del pasado 14N ha sido muy distinta a la huelga del pasado 29M. Y sus elementos diferenciales no se encuentran en lo que entendemos por “huelga tradicional”. Es probable que el paro en sentido estricto haya sido relativamente similar al de la última vez. Lo que no ha sido similar ha sido la cualidad y multiplicidad de la movilización ciudadana. El llamamiento a la huelga de consumo y a la idea de huelga como movilización social y no como “parón” se ha difundido socialmente con velocidad y ha adoptado formas inéditas. Se han ocupado oficinas bancarias, se han expropiado alimentos en supermercados, se han tomado nuevos espacios sociales, se han bloqueado desahucios, se han rodeado colegios y ocupado hospitales y, sobre todo, se ha salido a la calle durante todo el día.
Los piquetes en los centros de trabajo han tenido una importancia menor en relación a aquellos que se han movido por las ciudades bloqueando el tráfico en puntos neurálgicos y poniendo en jaque a una policía absolutamente desbordada que ha respondido con una violencia ciega y absolutamente desproporcionada. Parar la circulación es una respuesta inteligente, dado el actual sistema de acumulación, ya no industrial sino de servicios, y es una respuesta posible, dada la actual precariedad, cuando no ir al trabajo supone una no-renovación segura o no tenemos empleo donde hacer huelga.
Sabemos que este cambio no es cuantitativamente sensible, pero marca una clara línea de tendencia, de innovación en la forma de conflicto; la incorporación al imaginario y las prácticas colectivas de los y las estudiantes, las personas en precario, quien está desempleado, etc. Como una fuerza de desestabilización social importante es toda una novedad que, probablemente, irá creciendo y profundizándose en próximas convocatorias.
En esa clave movilizadora se entiende la masividad de las movilizaciones finales de la convocatoria. La comprensión colectiva de que el sentido de la huelga tenía más que ver con la soberanía y la desestabilización de una forma de Gobierno que con la estricta detención de la producción. Eso explica también la respuesta policial y mediática. Palos para intentar mostrar una situación de orden absolutamente imposible.
2. ¿Una nueva escala para la Huelga?
Por primera vez hemos podido ver imágenes de movilización conjunta en Grecia, Portugal, Italia. Hemos visto, con formas y prácticas algo distintas, un estar en la calle totalmente común: masividad en las convocatorias y señalamiento de los parlamentos como centros intermediarios de un poder global.
La escala que abordamos es, por tanto, también nueva. Una escalabilidad que no puede entenderse como una mera suma a un nuevo territorio, ni como el abandono del desarrollo específico de las escalas locales y estatales, sino como una nueva capa a la lógica multinivel e interconectada que llevamos desarrollando en los últimos tiempos. Digamos claramente que hoy es más fácil pensar, proponer y comunicar propuestas de acciones comunes, al menos, en el sur de Europa.
Esto, evidentemente, no es casualidad, remite a la condición específica de la crisis, el gobierno de la Troika y las dinámicas de control sobre el territorio y extracción de riqueza por parte del capital financiero. Muchos somos ya conscientes de la interrelación de cada uno de los ataques locales con el mando europeo; por ejemplo, la reforma laboral exigida por la Troika, los límites impuestos a la reforma de la ley hipotecaria (para parar los desahucios) desde la UE; el fin de la sanidad pública con el pago de los intereses de la deuda. Podríamos, sin embargo, señalar mejor los puntos claves del poder europeo: cada uno de los miembros de la Comisión y el presidente del Banco Central, pedir conjuntamente su dimisión, como hacemos con Rajoy, y exigir una democracia real también en Europa.
Las movilizaciones ciudadanas masivas simultáneas en varios países del continente visibilizan la potencia que podemos llegar a componer. También supone una transformación importante en relación a las fases anteriores, ya completamente superadas, de las contra-cumbres activistas. Bloquear un centro de poder en otro país con un nivel de enfrentamiento alto es una acción que solo unos pocos pueden hacer, por el tiempo y el coste del traslado y por la agilidad y forma física necesarias para no ser detenido. Ser la mayoría es nuestra fuerza, como ha demostrado esta primera huelga europea.
3. Algunas cuestiones abiertas
Con estas dos claves creemos que tenemos que hablar de una coyuntura abierta. Digamos que el centro de atención se ha desplazado de Sol a Neptuno y de ahí se masificado y dispersado por toda la ciudad. Digamos que la subjetividad del movimiento ha atravesado por completo la jornada de huelga, la ha condicionado y ha llevado a los sindicatos a asumir una dinámica de nuevo tipo para garantizar su propia legitimidad y supervivencia. Sin embargo, la situación sigue atravesada por cierta incertidumbre organizativa: ¿cómo seguir? ¿Cómo imponer al gobierno la voluntad de la mayoría?
Reconozcamos que la intensa movilización social no ha modificado sustancialmente la posición del Gobierno, aunque los síntomas de agotamiento del mismo tiene una correlación directa con la violencia policial desplegada en las calles cómo único mecanismo para mantener la sensación de orden.
Hasta los propios sindicatos asumen que nos encontramos en una situación de bloqueo institucional a medio plazo. Por primera vez en muchos meses no tenemos delante una fecha, un evento a partir del cual componernos. En ese vacío podemos encontrar tiempo para imaginar y poner en marcha los pasos siguientes.
Se trata de pensar mecanismos que abran de nuevo la coyuntura en términos de conflicto y participación. Que sean habitables por cualquiera y que se basen en una lógica procesual, con capacidad de crecimiento y sostenimiento. En las plazas se escuchan propuestas sobre el proceso constituyente. Sabemos que el actual sistema partidista no nos sirve y que nuevas propuestas partidistas sobre la base del ordenamiento actual, no-democrático, solo produciría un recambio de elites. Necesitamos una democracia real, que garantice que los elegidos manden obedeciendo y que nuestros derechos políticos y sociales sean intocables. ¿Cómo empezar a discutir propuestas? ¿Cómo terminar de fortalecer las alianzas con sectores específicos como el sanitario, en pie de guerra en Madrid?
El 14N, y también la marea blanca del 18N, nos ha llenado de nuevas preguntas y nuevos desafíos y eso es síntoma de su potencia. Cada nueva pregunta visibiliza el camino recorrido y también el techo que hemos alcanzado. No podemos pararnos ahora. En ello va nuestras vidas, nada menos.
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