LAVAPIÉS // DESDE HACE DIEZ AÑOS SE HAN INVERTIDO MILLONES PARA REHABILITACIÓN
La inseguridad, motor de una transformación inconclusa

El miedo inducido y el deseo
de orden están siendo
utilizados para culminar
el proceso de sustitución
y aburguesamiento del
céntrico barrio madrileño.

25/09/09 · 12:51
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Desde hace diez años, se
han invertido millones
en la rehabilitación de
Lavapiés. Buena parte,
por las administraciones (desde la
UE hasta el Ayuntamiento), pero
otra buena, por los vecinos. Hasta
entonces, éste era uno de tantos barrios
olvidados. Si es cierto que el
vecindario venía reclamando esa
atención, no lo es menos que cuando
ésta llegó, no buscaba sólo atender
aquellas demandas, sino sobre
todo dirigir un cambio estructural
en el barrio que afectara no sólo a
su inclusión en el mercado (inmobiliario
y de imagen urbana), sino
también en la población residente
(un clásico proceso de gentrificación
o aburguesamiento).

En buena medida, ese cambio se
ha producido. La prevista llegada
de ‘nuevos colonizadores’ ha supuesto
cambios en las expectativas
y los modos de vida en Lavapiés,
aunque no del todo uniformes. La
tendencia al envejecimiento de la
población se ha contenido; el encarecimiento
de la vivienda y la recuperación
del caserío y su puesta en
valor en el mercado (con un ‘adecentamiento’
general del espacio
público) han atraído a gente de
rentas más solventes o, al menos,
más dispuesta a pagar por vivir en
un barrio que se presenta como
cuasi bohemio e intercultural.

No todo es uniforme: la interculturalidad
implica también una ‘infiltración’
de otros ‘nuevos colonizadores’
que casan mal con el objetivo
regenerador previsto. Miles de
migrantes han ocupado los nichos
residenciales no rehabilitados y
han venido a reemplazar o a acompañar
a la clásica población ‘deteriorada’,
cuya sustitución por gente
de otra clase (en el doble sentido de
la palabra) no ha podido culminarse.
Como también es cierto que
cierta bohemia es portadora de una
visión crítica. Sin embargo, la que
pretende ser visión dominante del
fenómeno lavapiesino combina la
tolerancia (¡y admiración por los
emprendedores!) por algunos de
estos neocolonos con la desconfianza
por otros, traducida en términos
de política municipal por
miedo e inseguridad.

La modificación del estilo de vida
y la composición del barrio ha implicado
también un cambio de expectativas
en buena parte de la población.
Dejando de lado la de enriquecerse
con los minipisos, entre
estas expectativas –cierto que impulsadas
por la Administración, incluso
por medio de programas
compartidos con entidades ciudadanas,
de encuestas y de la magnificación
del área de sucesos en los
medios– figuran clásicos del orden
cívico: sobrerregulación, seguridad,
policía, descanso, limpieza,
uso decente del espacio público,
desconfianza hacia lo anómalo o
irregular. Ciertas prioridades de
bienestar que se combinan mal con
otras preocupaciones posibles: el
malestar por el empobrecimiento,
la precariedad, la especulación, el
acoso policial e inmobiliario, la carencia
de equipamientos educativos,
sanitarios o sociales básicos.

Pero es una base perfecta de partida
para que la Administración prosiga
con su plan de ordenamiento (ordenación
urbana y orden social), en
el que la figura de lo ilegal se magnifica
y se mistifica, identificando
con inseguridad e ilegalidad las meras
presencias, modos de vida o
prácticas de la población indeseable:
extranjeros ‘no integrados’ sobre todo
(de ahí, desde luego, las redadas
masivas, que aclaran la diferencia
entre unos y otros), pero también
otras gentes de mal vivir, sean jóvenes
desordenados, transeúntes sin
ocupación o activistas pegacarteles.

Que los propios datos oficiales
sobre ‘seguridad’ no coincidan, no
parece importar. El miedo inducido,
la inseguridad subjetiva y el deseo
de orden se han transformado en los
motores de la gobernación urbana
para culminar una gentrificación inconclusa.
Y los déficits de nuestra
práctica de oposición, en su llave
maestra. Pero ésa es otra historia.
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GENTRIFICACIÓN

El término ‘gentrificación’ es un
neologismo que deriva del término
gentrification, que puede traducirse
como ‘aburguesamiento’
Es un término relativamente
nuevo en el vocabulario urbanístico
y se refiere a la alteración
de la composición social original
de determinadas áreas de una
ciudad como consecuencia de
programas de recalificación de
espacios urbanos estratégicos,
cuando éstos entrañan intereses
inmobiliarios, empresariales y
financieros. Una de sus formas
consiste crear una burbuja especulativa
que haga el nivel de
vida insostenible para el estándar
de los vecinos originales y
los fuerza a trasladarse.

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