EDUCACIÓN // UNA ETAPA QUE NO ES OBLIGATORIA NI PREPARATORIA
La encrucijada de la educación infantil

Esta etapa fundamental para la formación de la
infancia sigue siendo maltratada, ley tras ley, y deja en
la calle o en precario a niños, familias y profesionales.

- Hambre y trabajo infantil en Bangladesh

09/05/10 · 10:30
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EDUCACIÓN INFANTIL Comprende las edades
de 0 a 6 años. El Estado se comprometió
a propocionar las plazas necesarias,
pero actualmente faltan miles de ellas. Foto: Edu Bayer.

Hay un axioma hoy aceptado
por todos: el ser humano
es educable desde que
nace. En los años ‘80 se
afianzó la idea, que se plasmó en
1989 en la Convención de los Derechos
del Niño, de que el niño y la niña
son sujetos de derechos desde
que nacen; entre esos derechos está
el de recibir una educación de calidad
desde el nacimiento.

La LOGSE (1990) incorporó al sistema
educativo la Educación Infantil
de 0 a 6 años. Su carácter es no obligatorio,
pero el Estado se comprometió
a proporcionar plazas suficientes
para dar respuesta a la
demanda de las familias. La comunidad
educativa lo recibió como un
avance indiscutible. Las escuelas infantiles
(de 0 a 6 años) y la incorporación
del ciclo de 3 a 6 años en los
centros de Primaria comenzaron a
concretar un modelo de educación
que dejó obsoleta la visión de esa
etapa como asistencial y preescolar.
Pero la LOGSE no consolidó el
modelo. La LOCE (2002) del PP rompió
claramente la etapa y la LOE
(2006) dejó el primer ciclo (0-3) en
manos autonómicas, lo que ha provocado
dispersión, inequidad, desregulación
y privatización.

Una etapa fragmentada

Se sigue permitiendo la existencia
de negocios no controlados que acogen
a niños y niñas de estas edades.
La etapa ha quedado fragmentada
por la escolarización progresiva de
la infancia de 3 a 6 años en centros
de Infantil y Primaria (3-12). Estos,
con frecuencia, no reúnen las condiciones
necesarias (número de estudiantes
por aula, comedores masificados,
aulas no adaptadas). Los
desarrollos normativos en el ciclo de
3 a 6 años han provocado la “primarización”
de la Educación Infantil.
Se adelantan a esa etapa los objetivos
de 1º de Primaria, se organiza
por materias, no se tiene en cuenta
el desarrollo evolutivo del menor y
todo gira en torno a problemas como
la lectoescritura, el cálculo, el inglés
o las tecnologías de la información
y la comunicación.

En el ciclo de 0 a 3 años no se regula
casi nada (o se hace mal). Se da
un proceso escandaloso de privatización
y precarización. Los centros
se quedan en manos de cualquier
empresa que quiere hacer negocio.
La proporción estudiante/adulto es
excesiva, no se respetan las titulaciones
de los profesionales, lo que repercute
en los sueldos de los educadores
(en torno a los 700-800 euros
en la privada), el servicio no llega a
los que lo solicitan (la Comunidad
Valenciana sólo dispone de ocho escuelas
infantiles públicas, en Andalucía
faltan 17.000 plazas, y en
Madrid faltan más de 35.000).

Volvemos a tener una tarea pendiente:
recuperar la identidad propia
y la dignidad de las personas de 0 a 6
años. Hemos de llevar hasta el final
la conciencia de que no es una etapa
obligatoria ni preparatoria y que se
impone respetar el ritmo de desarrollo
de las capacidades y potencialidades
de los niños y niñas sin presiones
sobre la adquisición de conocimientos
para la Primaria. Es necesario
que el profesorado adquiera una
formación reflexionada e investigadora.
Es importante que se consoliden
espacios de reflexión colectiva
donde se estudien y analice la deriva
actual de esta etapa y se tome conciencia
social de lo que sucede.


EN PRIMERA PERSONA //

¿Dónde escolarizo a mi hija?

Por Alejandra Olaiz

Durante mi embarazo leí un
artículo sobre cómo elegir
“guardería”. Candela
nació en enero y los permisos
de maternidad y paternidad
se agotan: llega el momento de
buscar un lugar donde pueda recibir
la atención, la educación y el cuidado
que necesita. Como los dos
somos de los pocos afortunados
que no estamos en paro y el Estado
necesita que ambos trabajemos,
esperábamos que las administraciones
públicas hubiesen dispuesto
una eficiente red de escuelas infantiles
para este momento. El año
pasado nacieron más de 77.000
bebés en mi Comunidad Autónoma
(más de 34.000 en mi ciudad), así
que empiezo a imaginar la cifra y el
tamaño de las escuelas infantiles
que habrán puesto en marcha. En
estos momentos es cuando una
espera ver a dónde han ido a parar
sus impuestos. ¿La realidad? En mi
distrito, la escuela infantil más cercana
pone a disposición de la ciudadanía
un total de tres plazas.

¡Tres! Para colmo, el curso empieza
en septiembre y yo, como una
tonta, pariendo en enero (pobre
Candela, creo que su única opción
de aquí a septiembre es prepararse
sus propios biberones y ver la programación
matinal de Telecinco).
Llega el momento de rellenar la solicitud.
Lo bueno es que, como mi
hija no tiene ningún hermano matriculado
en ese centro, ninguno de
sus padres trabaja en dicho centro,
ni somos familia numerosa, ni ha
nacido en un parto múltiple, ni es
adoptada y ninguno de nosotros
sufre una minusvalía, el expediente
se rellena muy rápido. Lo malo es
que eso también significa que no
tenemos prácticamente ninguna
posibilidad de conseguir una de las
tres disputadísimas plazas. Por
suerte, existen otras dos escuelas
públicas en mi distrito; por desgracia,
ofrecen las mismas vacantes
para septiembre. ¿No existe alternativa?
Claro que sí. Mi ayuntamiento
me ofrece un listado de centros
concertados, donde tampoco hay
más de tres o cuatro plazas y los
niños moldean plastilina bajo el
macabro retrato de un tipo semidesnudo
y crucificado, y una escuela
privada, en el distrito vecino,
donde Candela tendrá que pagar
410 euros al mes, más 260 de
matrícula y 30 euros de babi.

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