Proponemos un programa de TV: la vida en sus exilios dorados de dictadores depuestos por sus pueblos.
- IZNOGOUD. Imagen que durante años fue el paradigma del trepa árabe.
Lo tengo claro. Le veo ante la cámara
contando jovialmente, a la manera
de ‘españoles por el mundo’, cómo
acabó viviendo allí: “pues ya ves,
un día estas allí presidiendo como te
da la gana, y de pronto van y te
echan”. Se encogerá de hombros y
resignado añadirá que la CIA le tenía
dicho que no se preocupase, que
mientras los negocios fuesen bien la
prensa internacional le mimaría y a
los alborotadores internos se les callaba
fácil. “Al final elegí esta ciudad
porque es donde tengo las cuentas,
ya sabes, los ahorrillos que hay que
tener en una cuenta secreta”.
Después, como haría un cacereño
en Helsinki o una maña en Toulousse,
llevará a la cámara a un bar
del barrio en el que le saludarán
amablemente y estarán algunos
amigos. “A veces se ríen de mí porque
me echó el pueblo y no EE UU”,
contará mientras los otros sonríen y
le palmean la espalda, “pero todos
los dictadores que vivimos en esta
ciudad nos vemos a menudo y nos
ayudamos”. Con la cantidad de ex
jefes de Estado que habrá muy pronto
dando tumbos por el mundo a la
larga habrá poco interés en ellos, y
cuando se les vayan acabando los
ahorros aceptarán cualquier cosilla
con tal de mantener su tren de vida.
Así, podremos verles enseñando su
casa de exiliados de oro. Mostrarán
a la cámara algunos entrañables recuerdos
de sus tiempos en el poder:
“Ah, mira, en esta foto estoy con el
presidente de una empresa petrolera
española, no recuerdo ahora el
nombre… muy simpáticos mientras
estaba en el poder, pero luego no hicieron
nada cuando los periódicos
de allí empezaron a hablar mal de
mí”. Pero él no se quejará demasiado,
sino que sonreirá al añadir que
“al menos no acabé como Sadam
Husein, ahorcado...”.
Esa gente que no supo nada del
dictador mientras estaba en el poder,
ni tampoco cuando empezó su
declive y los altos cargos y la prensa
hablaban mal de él, se entretendrá
viendo al ex dictador en su nueva
casa explicando que no puede cultivar
las plantas que le gustaba tener
en el palacio presidencial porque el
clima es distinto. Morriña con glamour.
“Al principio me invitaban
mucho a ciertas embajadas, aunque
no a los cócteles, pero hace tiempo
que no llaman” dirá el ex sátrapa
con resignación “cuando ya no tienes
petróleo ni puedes ayudar a invadir
al vecino pasan de ti”.
Si Jesulín de Ubrique puede salir
en la tele contando su experiencia
como cazador en África no puedo ni
imaginar hasta dónde pueden llegar
los relatos de bar cuando dictadores
como Paul Biya (Camerún) o Idriss
Deby (Chad) pierdan el favor de sus
protectores internacionales o reciban
una patada en el culo por parte
del pueblo y muestren en TV las bondades
de su ciudad de exilio. El programa
puede ser muy exitoso. Dentro
de un tiempo quizá se pueda incluso
pensar en un ‘Gran Hermano’
reuniendo a tipejos que han pretendido
ser dictadores en sus países.
Seguro que hay gente que lo ve encantada
con la familia.
comentarios
0