La reunión del G-20, en la que se escenificará la preocupación del mundo global por la debacle financiera, contará con un artista invitado. Gracias a
Sarkozy, ZP ha logrado el billete dorado que le permitirá estar en Washington.
- Juan Carlos Rojas
Casi tres semanas de esfuerzos diplomáticos,
con la ayuda de un Juan
Carlos de Borbón cada vez más desenvuelto,
han posibilitado que la
provincia España ponga la guinda
de un asimétrico e impar G-21. Hasta
ahora, la diplomacia de los negocios
y el vodka con Polonio 210 habían
alumbrado respectivamente un G-7
y un G-8. Con las crisis financieras
de los ‘90 se sacaron de la chistera el
G-20: resultaba que las quiebras en
México o en Indonesia también afectaban
al G-fetén. En fin, la globalización
feliz, la menos feliz y la infeliz
han dado al mundo nada menos que
un G-22 y hasta un G-33.
Hace un millón de años, es decir,
antes de LA CRISIS, es decir, a finales
de junio, Zapatero anunciaba que
el Producto Interior Bruto español
superaba al italiano, lo cual daba más
alas a la vieja aspiración aznaresca
de incluir a España S.A. en el G-8.
Mejor codearse con las siete potencias
no exactamente más industrializadas,
ni con más PIB, pero sí las más
potentes, que ser invitado con los demás
países del G-veintitantos.
Desde el comienzo del mandato
de Zapatero ha habido cuatro cumbres
del G-20, a una por año. No parece
que asistir a este convite con las
“economías emergentes” para dilucidar
“asuntos clave relacionados
con la estabilidad económica y global”
le haya quitado el sueño. Pero
en el tránsito del milagro a la bonanza,
de la bonanza a la desaceleración,
y de allí a la “aceleración de la
desaceleración” (Solbes) hasta la crisis,
Zapatero se ha visto en la necesidad
de asistir a una gran cumbre que
fundará “el capitalismo del siglo
XXI”, en expresión chavista de Sarkozy.
Aunque sea con un abono
prestado, pues sigue siendo cierto lo
que afirmara Galbraith sobre este tipo
de reuniones: se celebran “no porque
haya algo que hacer, sino porque
es necesario dar la impresión de
que se está haciendo algo”.
En el psicodrama que protagonizó
esas tres semanas a Zapatero no le
faltaron apoyos, lo cual quizá sea un
signo de preocupación. Además de
Juan Carlos ‘Yoyas’ Borbón, se han
sumado a la lista The Economist,
Gordon Brown, Durão Barroso y el
propio Sarkozy. La fórmula “por favor,
siéntese usted” utilizada por el
primer ministro francés resulta cómica
a la vez que inquietante, porque
oculta lo que realmente avala a
la delegación del presidente: el carácter
casi providencial que se empieza
a atribuir al, llamémoslo así,
sistema financiero español.
La provincia España estará en
Washington por Sarkozy, porque todavía
no ha habido que rescatar al
SCHBBVA, porque el milagro molaba
y a los medios les hace ilusión
que un país así pueda arrojar algo
de luz. A fin de cuentas, nadie parece
tener mejores alternativas que,
mientras el petróleo y los tipos de
interés sigan bajando, ensayar un
segundo ciclo financiero-inmobiliario
que resucite el consumo masivo
por endeudamiento. En ello están.
Que tengas suerte, Zapa.
EL SÍNDROME DEL GRAN ESTADISTA
_ YELTSIN Y EL ULSTER
Durante una cumbre de la OTAN en 1997, Clinton y Blair charlaban sobre el proceso de paz en Irlanda del Norte. Cuando Boris Yeltsin se sumó al dúo, Clinton le confió en tono de broma que pensaban en él como un magnífico mediador para el conflicto. Más tarde el mandatario ruso, que no había entendido la broma, volvió a insistir hasta dos veces en que aceptaba el ofrecimiento, según publicó el diario británico The Guardian.
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OTROS ACOPLADOS DEL G-20
A Polonia le podría ayudar su reciente acuerdo con EE UU sobre el escudo antimisiles. Holanda esgrime su pertenencia al G-10
para apuntarse. Ambos países ven como un agravio comparativo la entrada del Gobierno español en la reunión de Washington.
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GEORGIA Y LA BANDERA DE LA UE
El presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, colocó una bandera de la Unión Europea en todas sus alocuciones oficiales durante el conflicto con Rusia y Osetia del Sur de este verano. Ningún mandatario hizo notar el hecho de que Georgia no pertenece a la UE.
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