Después de que lograran sus mejores momentos en los años ‘70, José María Ruiz
Mateos y Muamar al Gadafi han trazado destinos paralelos en su biografía.
La caída en desgracia de Muamar al
Gadafi ha cambiado el guión de las
revueltas en el mundo árabe. Hasta
ahora, en Túnez y en Egipto, los manifestantes
expulsaron por medios
pacíficos a dictadores apoyados por
Occidente. En Libia, como novedad,
los ejércitos de la OTAN han decidido
poner su granito de arena a la causa
de la democracia con el bombardeo
de ciudades.
Lo de Ruiz Mateos, en cambio, tiene
más que ver con el eterno retorno
de la clase empresarial española.
Casi 30 años después de la expropiación
de Rumasa, el clan del flan Dhul
anunciaba suspensión de pagos y
confirmaba la célebre frase de Carlos
Marx según la cual “la historia se repite
una vez como tragedia, y luego
como farsa”.
Ninguno de los dos pasa hoy por
su mejor momento. Por motivos indescifrables,
las biografías de ambos
personajes trazan un destino paralelo.
Veamos:
Muerte y resurreción. Ambos tocaron
la gloria en los años ‘70: con
menos de 30 años Gadafi pasaba a
ser el amo de Libia; mientras, Ruiz
Mateos veía expandirse un holding
imperial de más de 700 empresas.
Ambos encontraron enemigos terribles
en los ‘80: Gadafi, a Ronald
Reagan (que en 1986 fue el primero
en tener la idea de democratizar
Libia empleando misiles), Ruiz
Mateos, al ministro socialista Miguel
Boyer (al que no se cansaría de perseguir
al grito de "que te pego, leches").
Nadie hubiera apostado entonces
por ellos. Pero volvieron. Tras
el 11-S, Gadafi pagó indemnizaciones,
ofreció buenos precios en contratos
petrolíferos y compró todas las
armas que pudo a los países europeos.
Por arte de magia, pasó a recibir
honores de estadista. Ruiz Mateos
no necesitó tanto. Cambió los nombres
de sus empresas y comenzó de
cero para llegar al mismo punto.
Afición por el burlesque. Al parecer,
Ruiz Mateos y Muamar el Gadafi
comparten una sed de atención mediática
sólo comparable a la de Lady
Gaga. De Gadafi es conocida la costumbre
de viajar escoltado por un séquito
de guardaespaldas-vírgenes,
entrar a camello en foros internacionales
o plantar su jaima a las puertas
de la comisión europea. Aun así, ni
en sus mejores momentos ha llegado
a presentarse a las puertas de un juzgado
disfrazado de Superman, en
busca del supervillano Boyer.
Un imperio hereditario. Gadafi
ha tenido mala suerte. Hasta hace
dos meses confiaba en ceder el cargo
a su primogénito. Olvidada ahora esa
opción, Saif al Islam Gadafi se ha hecho
más célebre por el paradójico título
de su tesis doctoral: "El rol de la
sociedad civil en la democratización
de las sociedades". En cuanto a Ruiz
Mateos, por fortuna, cuenta con una
legión de hijos, fabricados en serie
con arreglo a la clonación de sus rasgos
faciales, y dispuestos a dejarse la
piel hasta recuperar el último céntimo
de la extinta Rumasa.
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