Llegó la nueva tele: digital, terrestre e infumable. Mezclando lo peor de siempre y lo peor de ahora, la TV que sucede al apagón analógico invita a olvidar a la vieja compañera de siempre y a buscar nuevos modos de pasar el tiempo.
Ya están aquí. 40 canales por el
precio de diez. Y casi seguro que,
quien no haya aprovechado el apagón
para cubrir la tele con un trapo
y hacerse unas vacaciones catódicas,
coincidirá con un servidor
en que la TDT es lo peor. Lo peor
de la vieja tele, más millones de
horas de tertulia, más toneladas de
infocomerciales. También, documentales
que te quedas sopa, series
antediluvianas libres de derechos,
pelis de Yul Brynner aún con
pelo, tarot, horóscopo, el mismo
campeonato de póker una y otra
vez, horóscopo, tarot...
Ya lo preconizaron en su día los andobas
del Muchachada Nui, ilustres
por tantos conceptos: “no se puede
elegir, venid al digital, viva el píxel.
¡Antenízateeee!”. Pero sí que se
puede. Y por eso, para los que estén
considerando volver al seno de mamá
TV, haremos un repaso rapidito
de lo que se encuentra una hoy en
día en la parrilla. Por si cambian de
opinión, más que nada.
Sin duda, el formato más representativo
de la nueva TV es la tertulia.
Por un lado tenemos la de aspecto
más moderno, la del corazón. Con
sus decorados de diseño pastelón;
sus presentadores que no tienen
dónde caerse muertos; sus periodistas
dudosos, sus comentaristas fláccidos
y vociferantes; sus artistas como
la copa de un pino; sus ex cónyuges
de fortuna; sus locas malvadas;
sus advenedizos de opereta y,
en general, con toda esa peña tan
acabada y tan puesta de farlopa.
Los tertulianos del monte
Luego está la tertulia política. De
derechas, sobre todo. Muy de derechas.
Es fácil de reconocer porque,
en resumen, no es más que el típico
coloquio radiofónico ultramontano
de siempre, de aquél que solía escuchar
ese colega suyo de usted pervertido
y masoca con la excusa de
que lo hacía para reírse un ratejo.
Añadimos un par de cámaras, iluminación
amateur, los caretos enrojecidos
de los participantes y ya
tenemos el formato preferido de
Libertad Digital, Popular TV y toda
la recua.
Aparte de esto, poca cosa. Ingenios
para adelgazar cantidad sin
levantar un dedo; la parrilla mágica
de George Foreman; el reloj del
Real Madrid; la faja que te convierte
en un pibón en un periquete; mil
pavos por acertar un nombre de
mujer de cinco letras. Y mucho
más tras la publi.
Lo cierto es que las prisas de las
instituciones públicas para implantar
este modelo no han evitado que
hasta un 20% de la población hoy no
vea la tele, ni que se hayan colocado
16 millones de aparatos de TDT que
no se adaptan a los requisitos técnicos,
ni que el 80% del espacio mediático
sólo represente hoy al espectro
de la población que se sitúa entre la
derecha y la ultraderecha. Pasando
por la extrema derecha, eso sí.
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