Un corresponsal de DIAGONAL ha viajado a Gibraltar para pulsar la opinión de la población autóctona con respecto a la próxima reintegración del peñón a la Corona española.
Cuando España ganó la Guerra
de la Isla Perejil en 2002, muchos
dimos por supuesto que Gran
Bretaña se rendiría a la evidencia
de nuestra superioridad física y
moral y, acongojada por la posibilidad de acabar humillada como Marruecos, nos devolvería
Gibraltar, cediéndonos además
el Ulster durante un par de siglos
para compensar la afrenta sufrida desde 1714.
Sorprendentemente, no fue así.
Me pasé 67 días con la boca
abierta (:^O) , estupefacto y patidifuso a partes iguales. Aún me
duele la mandíbula. Un poco.
Pero finalmente el Gobierno de
España ha decidido solucionar
este asunto. El nuevo ministro de
Asuntos Exteriores, José Manuel
García-Margallo, va saludando a
políticos ingleses con un siempre
contundente “Gibraltar español”
y califica la situación del peñón
de “broma”.
Teniendo en cuenta el agresivo
rumbo que ha tomado el asunto
en manos de este joven ministro
de 67 años, el histórico insulto
podría terminar en cuestión de semanas, por lo que hace unos días
decidí bajar a Gibraltar y darles la
buena noticia a esos andaluces
que a pesar de lo que diga la
prensa controlada por la Pérfida
Albión, arden en deseos de volver a ser españoles. O, mejor dicho, de seguir siéndolo porque
nunca dejaron de serlo.
Crucé la verja, por supuesto de
incógnito. Para pasar desapercibido, me disfracé de inglés, con un
monóculo y una pipa. El efecto se
perdió parcialmente cuando mostré a las autoridades mi DNI español, aunque al dar los buenos días
puse mi mejor acento británico. El
guardia civil me preguntó si me
encontraba bien. Le dije que sí,
pero que al ser inglés, mi constitución no era tan robusta como la de
un español.
Me dirigí al primer lugareño al
que vi y le comuniqué que el ministro Margallo estaba preparando la
operación de liberación del peñón.
Le pedí que por favor difundiera
discretamente esta información
entre sus amigos. Me contestó algo
que no acabé de entender, debido
al curioso acento que tienen en la
zona. Insistí. Volvió a contestarme
con palabras ininteligibles. Intenté hacerme entender por gestos. Me
imitó. Saqué mi bloc y mi estilográfica y le dibujé un rápido esquema.
Me robó el bocadillo, aprovechando que había dejado abierta mi
mochila. Salió corriendo y aunque
reaccioné a tiempo, se escapó trepando a unos árboles y desapareció entre la maleza cercana.
Entonces caí en la cuenta
de que llevaba 20 minutos gritándole a uno de los famosos monos
de Gibraltar.
Margallo debe tener en cuenta
la presencia de estos taimados animales antes de comenzar con la
invasión. Podrían dejar sin víveres
a nuestros soldados. Esos monos
son además una muestra de las horribles políticas que están llevando a cabo los británicos contra los
pobres gibraltareños, que han de
vivir entre fieras salvajes, en lugar
de disfrutar de los beneficios de la
civilización, como el zoo.
Perdí el resto del día buscando
(sin éxito) el monóculo, que se me
había caído al correr tras el mono,
así que no pude completar de modo satisfactorio mi misión. Eso sí,
dejé unos cuantos Post-it repartidos por el camino informando de
la próxima recuperación de
Gibraltar y otros más añadiendo
un siempre educado “de nada”.
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