Es gallega y lleva 26 años
acampada frente a la Casa
Blanca. Ha protestado
contra cinco presidentes y
por casi todas las causas.
Concepción Martín se ha
convertido en un símbolo
de las protestas frente a la
sede del Gobierno.
- 1. CASCO Y PELUCA.
Para protegerse de los golpes
de la policía, que recibió
en más de una ocasión,
Concepción lleva un
casco debajo de una peluca
y un pañuelo.
Concepción Martín de Picciotto lleva
26 años acampando frente a la Casa
Blanca. Ha visto pasar a cinco presidentes
por la puerta de lo que podríamos
llamar su casa, aunque según
ella “esto no es una casa, porque aquí
no se vive, sino se malvive”. Al principio
eran Concepción y su amigo
Thomas los que empezaron a acampar
en contra de las armas nucleares.
Después Reagan sacó toda una
batería de legislaciones que los forzó
a mudar sus materiales de protesta
al otro lado de la calle, además de
prohibirles utilizar sacos de dormir,
o sillas, porque legalmente nadie
puede dar signos de que vive allí,
aunque lleve 26 años en el mismo lugar.
La policía secreta que rodea el
castillo blanco sabe que si la señora
se aleja del lugar unos cuantos metros
pueden levantar el chiringuito y
echarla. Así que de ahí no se mueve,
a no ser que alguien venga en la noche
a relevarla mientras se va a lavar
ropa y a dejar a su perrita Sofía en la
oficina de su amigo Thomas, donde
también puede ducharse. Sofía no
se queda por la noche con ella porque
no quiere que le pase como a su
otro perro, que se lo mató la policía.
Thomas se casó hace años y dejó el
campamento aunque la apoya de
otras formas, incluyendo consejo legal.
Cada vez que hay una manifestación
frente al palacio blanco, y esto
es varias veces al día, que termina
en palos y abuso, Concepción se
presta de testigo para la parte en
desventaja. Su misión en el mundo
es estar ahí, para denunciar el uso y
abuso de poder, para recordarles cada
mañana que las decisiones que
van a tomar ese día están promoviendo
las guerras, la injusticia y la
pobreza. Por eso no se puede ir.
Concepción es un símbolo, es el símbolo
de las causas que se manifiestan
frente a la Casa Blanca. La buscan,
se fotografían con ella y cuando
no hace mucho frío y puede pintar
sus piedras de la paz, le compran
una y las van coleccionando.
Concepción, de 65 años, lleva un
casco para protegerse de los muchos
palos que le han dado, encima
una peluca negra, después un pañuelo.
Casi no tiene dientes porque,
según cuenta, le han estado tirando
rayos láser desde la Casa Blanca y
se le han caído. Estos mismos rayos
le han afectado a sus pies y casi
no puede ponerse zapatos. En su
sueño a veces le atacan con estos
rayos y la paralizan y es tan doloroso
que en las noches grita.
Oriunda de Vigo, Galicia, llegó a
Estados Unidos con 20 años para
trabajar en la Feria Mundial de Nueva
York, en el pabellón de España.
En ese tiempo conoce al que sería
su marido, un italoamericano cuyo
apellido todavía mantiene, y comienza
una relación abusiva y turbulenta
que la lleva a la desesperación
y la locura. Su narración de
aquel tiempo está llena de sospechas
y confabulaciones, de internamientos
en instituciones psiquiátricas
y detenciones arbitrarias,
de deseos de ser madre y pérdida
de todo lo que tenía, incluida
su hija Olga. Un torbellino de vivencias
y realidades psicóticas que
terminan siendo positivamente enfocadas
en un solo culpable: el
Gobierno de los Estados Unidos.
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