Mezcla de su caracter popular y su ‘preocupación’ por
la crisis, el papel couché nos muestra sus alternativas.
Estos días, acercarse a un kiosco
de prensa puede generar serios
problemas de visión. Compruébelo
provisto de gafas de sol de seguridad:
todas las revistas del mercado
han decidido que la Navidad de la
mujer de hoy, con recesión y estado
de alarma incluidos, debe ser de
oro. Atraído por el brillo de Amaya
Salamanca en Instlye, de la hermana-
que-también-actúa de Penélope
en ELLE y otras tantas portadas
con vestido dorado, me sumergí en
sus páginas interiores presa de la
fiebre del oro.
Como a uno no le pagan en una de
esas publicaciones (aquí estaría yo,
como decía aquella), DIAGONAL ha
tenido a bien acoger la verborrea de
este humilde observador. Antes de
seguir, hay que reconocer la evidencia:
será difícil hacer un repaso por
estas publicaciones sin caer en el tópico,
en el juicio fácil y en el ridículo.
Casi tan difícil como ser la duquesa
de Fernandina, que te entreviste
Telva en exclusiva en tu palacio de
Soria y no caer en el paroxismo aristocrático.
En uno de los destacados
de la revista asegura que “depende
absolutamente de mis [sus] cocineras”.
Como caiga el Telva de diciembre
en manos de Belén Esteban, la
despelleja en directo mientras el extrarradio
catódico aplaude al unísono.
Aunque, según parece, a la duquesa,
plin. Esta es su declaración de
intenciones: “Me encantan las flores
en la mesa, cenar con velas, poner
servilletas como sábanas y tomar
champagne francés”. A uno también,
qué quieren que les diga.
No obstante, trueco mi ansiedad
etílica por la consumista. ¡Hay tantas
listas regalos must have para ser una
it girl esta temporada! Las editoras,
conscientes de que la cosa está malita,
hacen esfuerzos y proponen
opciones, incluso, por menos de 100
euros. Por ejemplo, un botellín de
cerveza personalizado por 15 euros,
unas pajaritas masculinas (he de reconocerlo,
maravillosas) a 70 euritos
unidad o un loro de porcelana vintage
por 60. Hay cosas infinitamente
más útiles pero esto es una contraportada,
no una tesis, y uno se halla
en plena revisitación irónica, ¿vale?
Donde la situación ya no está tan
igualada es en los looks para las
fiestas. Se lleva el negro. Mejor dicho,
se lleva el onyx, el “nuevo negro”.
Se lleva el brocado barroco
gótico chic. Y se lleva el dorado a
tutiplén. Vestir de fiesta cuesta, que
para eso es una vez al año. Hay propuestas
must have de diseñadores
como Michael Kors (vestidito
barroco por algo más de 7.000 eurazos);
bolsos it bag o de la temporada,
como un Mulberry de 3.000
euros de cuerazo; o el hit del invierno,
el abrigo camel que es el verdadero
nuevo negro o, al menos, el
nuevo negro en la página de abrigos.
A uno, lo reconozco, le da un
mal rollo tremendo que esté de moda.
Y no porque se recomiende uno
de Max Mara-de-esos-para-toda-lavida
por 1.200 euros. A uno le estomaga
porque le viene a la cabeza el
abrigo camel que gastaba Aznar en
las Azores y se ve con visos de liarla
parda en Oriente Medio si se calza
aunque fuera una cazadora de ese
marrón camello. Al final, las cosas
que importan son otras, ¿no?
comentarios
0