Diez policías heridos, 13 incendios,
23 agresiones y un intento de asalto
a una comisaría. El domingo 6 de
septiembre algo explotó en la zona
especial del norte de Madrid, cuya
capital, Pozuelo, es el municipio con
la renta media más alta del Estado.
Los pacifistas de la zona norte de
Madrid no daban crédito. Un editorial
de El País se resignaba a que ‘los
culpables’ fueron “con toda probabilidad
hijos de familias de clase acomodada
que ven horrorizadas cómo
sus vástagos recurren a las prácticas
más extremas del gamberrismo urbano
y hacen mofa de la ley y el orden”.
Aparte de que El País obvie que
entre las familias horrorizadas por la
mofa de la Ley pueden encontrarse
perfectamente algunas salpicadas
por el Caso Gürtel u otras corruptelas
similares, el lamento viene a decir
“hijos, pero si no os falta de nada”,
como si el editorial invocase a
su propia sangre.
La desfachatez con que los medios
de la derecha despachan los frutos
de la educación que ellos mismos
ofrecen resulta apabullante en el caso
de ABC, cuyo editorial del 8 de
septiembre parece sugerir que
Pozuelo necesita más iglesias para
atajar esa anti-sistematización de la
juventud pozoleña al asegurar que
“la pérdida de referencias morales y
el desprecio a la autoridad de padres
y profesores crean un ambiente de
relativismo y desmoralización que se
traduce en comportamientos antisociales”.
Nunca deja de sorprender la
fe ciega que tiene este periódico en la
autoridad paterna. Además, el periodista
ofrece un diagnóstico sobre el
tipo de mundo en el que vive esa juventud
relativista y desmoralizada:
“Sobran modelos que incitan a la violencia
y que fomentan el éxito del
más fuerte a costa del desprecio a las
reglas más elementales de la vida en
común”. La gran suerte de estos medios
es que las páginas de opinión no
se mojan en lo que pasa en las de política
o economía, en las que el éxito
del más fuerte se celebra en una orgía
que ya dura siglos.
Pero no, tampoco esta vez es el capital
el culpable que encuentran sus
medios acólitos. Éste brilla como una
copa de Cacique-cola: el único responsable
es el botellón, y se preparan
recetas contra ese virus que viene
en vaso de mini. Primero desde El
Mundo, donde una encuesta virtual
no engaña: el 80% de 21.500 votantes
lo tienen claro: “Hay que prohibir
el botellón en las fiestas populares”;
El jueves, Lorenzo Silva rubrica la
condena con un relato moral llamado
Los pijoborrokas: “Cuesta bien
poco que se arme, cuando se impregna
en etílico una mente inmadura”,
sentencia el excelso literato.
La reprimenda pública, que se
vuelve bronca cuando se descubre
que uno de los asaltantes de la comisaría
es el nieto del marqués de Feria,
prosigue después de que el juez imponga
a los alborotadores el castigo
de no salir de fiesta durante tres meses.
Los detenidos de Pozuelo llevaban
en casa desde el lunes por la tarde.
No es que desde aquí se pretenda
que nadie pase un día en prisión, pero
salta a la vista la diferencia entre
el trato que se ha dado a quienes la
liaron en Pozuelo y el que se dio, por
ejemplo, a los siete detenidos de la
calle Montera durante las protestas
en solidaridad con Grecia, o a los detenidos
en los disturbios en las fiestas
de Lekeitio, cuyo caso será tipificado
como terrorismo y tramitado
por la Audiencia Nacional. Mientras
los de Pozuelo apenas permanecieron
unas horas en el calabozo, los de
Montera estuvieron 12 días en las
cárceles de Soto del Real y de Alcalá
y los vizcaínos han denunciado golpes
en la detención y en comisaría. Y
es que, por mucho que les espante
en qué se han convertido sus vástagos,
el castigo será indulgente siempre
y cuando los Hijos de Pozuelo reconozcan
que lo malo es beber alcohol
en la calle y no en los bares.
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